¿Cómo estudiar las momias egipcias sin destrozarlas?
Ciencia e historia
La necesidad de preservar restos milenarios ha dejado de lado las autopsias invasivas a favor de otro tipo de métodos
Chinchorro: la historia de las momias más antiguas del mundo
Los egipcios ya saqueaban las tumbas de los ricos
Los tesoros de las dinastías reales faraónicas atraen el interés y la imaginación popular, pero solo cuentan una pequeña parte de la historia. Son los restos humanos los que proporcionan en mayor medida información valiosa sobre el antiguo Egipto. Las momias pueden ofrecer respuestas a cuestiones como cuántos años vivían los egipcios, qué aspecto tenían, qué enfermedades padecían y cómo eran embalsamados.
En los últimos dos siglos la ciencia ha desarrollado poderosas herramientas para averiguarlo. Los primeros estudios requirieron técnicas invasivas por medio de autopsias que implicaban la destrucción de la momia y su dotación. Hoy el espectro de posibilidades que ofrece la tecnología es mayor, y permite examinar los cuerpos virtualmente para sacar a la luz información que las autopsias no revelarían sin perturbarlos.
El actual interés por la preservación de las momias contrasta con los ultrajes a que fueron sometidas en los albores de la egiptología, cuando era habitual verlas convertidas en mera atracción de feria.
Egiptomanía
La famosa expedición a Egipto de Napoléon y los estudios sobre jeroglíficos a principios del siglo XIX lograron que se desatara en Occidente un apasionado interés por todo lo relacionado con el antiguo Egipto. En este ambiente de excitación y curiosidad proliferaron los avispados que comerciaban con momias, ya fuera vendiendo su polvo, considerado un medicamento, o cobrando entrada para mostrar un desvendaje, espectáculo que se convirtió en un acto concurrido al que acudían miembros distinguidos de la sociedad.
Los inicios del siglo XX experimentaron un renovado interés por la momiología
Sin embargo, ya en 1833 se llevaron a cabo los primeros estudios formales de una momia. El egiptólogo británico John Davidson desvendó una en la Royal Institution de Londres. Entre los asistentes se encontraba el profesor de anatomía Thomas Pettigrew, quien hizo lo mismo con otra momia en el hospital Charing Cross, esta vez asistido por varios colegas. Pettigrew lo repetiría trece veces, y alcanzó tanta fama que el propio duque de Hamilton le pidió ser embalsamado tras su fallecimiento.
Sobre la mesa de disección
Los inicios del siglo XX experimentaron un renovado interés por la momiología gracias a los trabajos realizados desde Egipto, por entonces protectorado británico. La Escuela de Medicina de El Cairo se convirtió en el lugar de investigación de tres gigantes fundadores de la paleopatología (estudio de las enfermedades del pasado). El médico británico sir Marc Armand Ruffer, el antropólogo australiano Grafton Elliot Smith y el químico también británico Alfred Lucas –los tres en la cima de su carrera profesional– condujeron la egiptología científica a los estándares modernos.
Ruffer, que daba clases de bacteriología en la Escuela, inició con sus colaboradores la investigación de los cuerpos embalsamados mediante técnicas de estudio de tejidos y análisis microscópicos. Sus trabajos constituyen un hito en la paleopatología, ya que identificaron distintos procesos infecciosos. Entre ellos, la esquistosomiasis, enfermedad producida por un gusano que se manifiesta mediante concreciones calcáreas en el tejido corporal. Con su diagnóstico demostró que fue un mal endémico entre los egipcios.
Pero el más espectacular de sus estudios fue el de Ramsés V, que realizó con el médico Elliot Smith y el inmunólogo A. R. Ferguson. Afirmaron que la viruela podría ser la causante del sarpullido que cubría buena parte del cuerpo del soberano, hipótesis que aún no ha podido confirmarse.
Rayos y sales
El prestigio que adquirió Elliot Smith le abrió las puertas para estudiar todas las momias de faraones conservadas en El Cairo. Las investigó empleando la novedosa tecnología de rayos X, ideal para conocer el grado de fusión de los huesos de un individuo, y, por extensión, estimar su edad de muerte. Calculó así que Tutmosis IV falleció a los 28 años, dato que resultaba primordial para confirmar la cronología de su reinado.
Los rayos X tenían otra ventaja que los convirtió en una herramienta habitual en la egiptología científica: eran el primer método no invasivo. Su contrapartida: las limitaciones en calidad y resolución de imagen.
Los estudios de Elliot Smith alcanzan cifras legendarias que provocan un cierto recelo sobre su rigurosidad. Se ha estimado que examinó más de 30.000 momias, obteniendo un récord difícilmente superable. Es evidente, dada la abrumadora cantidad de autopsias que realizó, que estas no podían ser demasiado meticulosas. Pese a todo, Elliot Smith dejó para la posteridad estudios de referencia.
Margaret Murray aportó una novedad altamente útil: el estudio interdisciplinario
El triángulo de colosos en el estudio inicial de momias egipcias lo cierra Alfred Lucas. Este químico, con amplios conocimientos de técnicas forenses y familiarizado con la arqueología gracias a su trabajo en el Departamento de Antigüedades de Egipto, centró su mirada en los materiales necesarios para lograr una adecuada momificación.
Los autores clásicos que consultó, entre ellos el historiador griego Herodoto, describían que el cadáver se sumergía en un baño de natrón, un conjunto de sales. Pero esa explicación no le convencía. En su lugar, creía que “el proceso de momificación empleado por antiguos egipcios para el cuerpo humano era análogo al usado para conservar el pescado”.
Tras buscar pruebas que secundaran su hipótesis y efectuar momificaciones con animales, demostró que solo el natrón en estado sólido proporcionaba el resultado deseado.
Trabajo en equipo
De forma coetánea a los primeros trabajos en Egipto, en la metrópoli una mujer daba un nuevo impulso a la autopsia de momias. Margaret Murrayhabía participado en excavaciones arqueológicas con sir William Flinders Petrie, padre de la egiptología británica, y ejercía de profesora de Egiptología en el University College de Londres y de conservadora del Museo de Manchester, sede de una de las mayores colecciones de momias egipcias.
Feminista militante, Murray fue una mujer de ideas propias y, en ocasiones, controvertidas, pero en su vertiente científica aportó una nueva manera de trabajar que se reveló altamente útil: el estudio interdisciplinario.
La autopsia que practicó en la Universidad de Manchester a las momias intactas de dos cadáveres del antiguo Egipto, conocidos como los Dos Hermanos, fue la primera en contar con especialistas de varias disciplinas. Bajo su dirección trabajaron un anatomista, tres químicos y dos expertos en el estudio textil.
Las guerras mundiales en la primera mitad del siglo XX representaron un súbito obstáculo para el desarrollo de nuevos programas de investigación. Sería Estados Unidos el lugar en que la autopsia en momias egipcias marcase una nueva etapa en la década de los setenta.
El interés radicaba ahora en desvelar las enfermedades de las poblaciones antiguas, no tanto en averiguar las padecidas por los soberanos o miembros de la realeza. En ello desempeñaron un papel relevante el epidemiólogo Aidan Cockburn y su esposa, Eve. Ambos se rodearon de un nutrido grupo de colaboradores para efectuar una serie de autopsias a momias procedentes de colecciones estadounidenses y canadienses.
Poco después, los británicos decidieron retomar la disección anatómica. La ciudad de Manchester volvió a ser escenario de una autopsia dirigida por otra mujer, la egiptóloga Rosalie David. La suya fue la primera en realizarse desde la célebre practicada por Murray más de medio siglo antes, e imprimiría un nuevo impulso a este tipo de trabajos.
Tras una cuidadosa planificación de tres años, la doctora David, acompañada por varios especialistas médicos, realizó una meticulosa autopsia de dos semanas a la momia catalogada como 1770 en el Museo de Manchester.
Al detalle
Por entonces surgió una nueva técnica que ofrecía mejoras sustanciales respecto a los rayos X: la xerorradiografía. Se trata de rayos X de alta definición que proporcionan una imagen mucho más clara de los tejidos blandos. Gracias a ella, médicos franceses desvelaron los trucos empleados por los embalsamadores para mantener la característica nariz aguileña de Ramsés II. La habían rellenado de granos de mostaza y fijado con un pequeño hueso de animal.
Pese a sus mejoras, las imágenes radiográficas tradicionales siempre ofrecían una vista plana del objeto. La tercera dimensión llegó con la Tomografía Axial Computarizada (TAC). Esta técnica supuso una revolución en la radiología. Permite tomar gran número de secciones delgadas de un objeto como si cada una de ellas fuese una fina rebanada de pan, procesarlas en un potente ordenador y reunirlas para construir una imagen tridimensional. Con ello se puede observar la momia desde todo punto de vista, e incluso separar distintas capas para obtener más información sobre una determinada zona.
El primer estudio experimental de una momia mediante TAC se realizó en 1975 en el Hospital General de Toronto, en Canadá. Desde entonces, los avances en TAC están generando abundante información a los egiptólogos. Los resultados más espectaculares los han obtenido los británicos, gracias al programa de TAC desarrollado en los años noventa para la extensa colección de momias del Museo Británico.
Uno de sus logros fue el examen del cuerpo embalsamado de un hombre llamado Nesperennub. La momia reunía los requisitos ideales para ser analizada. Se encontraba (y lo sigue estando) bien conservada en un sarcófago procedente de Egipto.
Además, las inscripciones jeroglíficas de la cubierta daban información de primera mano. Especifican que Nesperennub era sacerdote en un templo dedicado al dios Khons (conservado casi intacto en el complejo religioso de Karnak). Igual de valiosa resultaba una inscripción que hace referencia a su árbol genealógico. Gracias a ella sabemos que Nesperennub vivió alrededor de 800 a. C.
La posibilidad de situar al personaje en un contexto histórico y geográfico implicaba que la información que recopilasen los científicos sería mucho más relevante que la extraída de una momia sin datar.
Tecnología punta
Uno de los mayores estudios lo realizaron en 2005 expertos egipcios con la momia de Tutankhamón, empleando el potente tomógrafo computarizado Siemens Somatom Emotion 6. Querían confirmar o refutar la teoría del supuesto asesinato del faraón.
Un estudio radiológico efectuado a finales de los años sesenta por un equipo de la Universidad de Liverpool indicaba que un golpe en la cabeza habría causado una hemorragia cerebral fatal, pero en su momento fue imposible corroborar la hipótesis.
El estudio de 2005 debía ayudar a solucionar otras incógnitas, como qué partes de la momia se dañaron como consecuencia de la autopsia practicada en 1925 por su descubridor, Howard Carter, y su colega Douglas Derry. Ambos se vieron obligados a desmembrar el cadáver, seguramente porque se había pegado a la base del sarcófago por un empleo excesivo de ungüentos en la momificación.
Nuevas técnicas informáticas siguen mejorando la capacidad de detalle durante el examen científico. Los métodos invasivos se están reduciendo al mínimo, lo que redundará en un mayor conocimiento de la vida cotidiana de los egipcios sin que su legado resulte dañado o desaparezca.
Este artículo se publicó en el número 457 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.