Retratos de El Fayum: las fotos del antiguo Egipto
Arte y arqueología
Ejecutadas en el Egipto romano para acompañar a sus dueños al otro mundo, estas pinturas son una rareza olvidada durante decenios por los estudiosos
¿Cuándo se pintó el retrato que puede verse aquí arriba? La técnica, la inmediatez que transmite su mirada directa hacia el espectador... ¿En el Renacimiento? No. Su protagonista fue inmortalizado muchísimo antes, a finales del siglo II, cuando Egipto era una provincia romana. Su rostro es uno de los retratos de El Fayum, así llamados porque muchos de ellos se hallaron en este oasis egipcio.
Son uno de los mayores tesoros de la Antigüedad, una de las poquísimas muestras –junto con los frescos de Pompeya– de pintura de la época clásica. Contemplar algunos de estos exquisitos rostros, cuya factura solo volvería a igualarse a partir del siglo XV, permite advertir el gran paso atrás que con su esquematismo pictórico supuso la Edad Media en este campo.
Objetos de codicia
El descubrimiento de estos rostros tiene tintes delictivos, algo nada inusual a finales del siglo XIX, en pleno apogeo de la egiptomanía, cuando cualquier objeto antiguo procedente del valle del Nilo contaba con algún coleccionista dispuesto a pagar una buena suma por él. Los marchantes de antigüedades procedentes del robo o el saqueo florecían por doquier, y uno de los más célebres era el vienés Theodor Ritter von Graff.
Flinders Petrie llevó a Londres y El Cairo algunas momias en su estado original, con el retrato sobre sus rostros
En 1889, Von Graff organizó una exposición de misteriosos retratos que itineró por las principales capitales europeas. Los coleccionistas quedaron entusiasmados con el tesoro que el austríaco exhibía, sobre todo después de que el famoso arqueólogo Georg Ebers (el mismo que halló el denominado Papiro Ebers, el más importante y extenso tratado médico del antiguo Egipto que se conoce) certificase que pertenecían a la época romana.
La función última Mientras Von Graff montaba su circo de antigüedades, el arqueólogo británico William Matthew Flinders Petrie iniciaba unas excavaciones en Hawara, la necrópolis de Arsinoe, la principal ciudad de El Fayum. Allí dio con un cementerio de época romana en el que encontró decenas de momias. Sorprendentemente, estaban cubiertas por unos retratos similares a aquellos que Von Graff exhibía en Europa.
Petrie, considerado uno de los padres de la exploración sistemática, desvelaba un primer misterio de aquellos rostros, su función última: pese a la vida que emanaba de sus miradas, estaban destinados a permanecer en la oscuridad de las tumbas. Eran rostros del más allá . Flinders Petrie llevó a Londres y El Cairo algunas momias en su estado original, con el retrato sobre sus rostros. De esta manera pudo estudiarse el conjunto completo.
Se descubrió en algunos casos, pintado sobre el sarcófago, el nombre del ocupante, y se comprobó el enorme sincretismo que representaban aquellas piezas. No eran romanas, ni griegas ni egipcias. Eran todo a la vez. Se trataba de retratos de ciudadanos del Imperio romano, como revelaban las vestiduras y peinados; algunos de los nombres eran ineludiblemente griegos y estaban pintados con técnicas de la Grecia clásica; y servían para un ritual de enterramiento netamente egipcio.
En definitiva, constituían piezas únicas de un momento único de la historia: el Egipto bajo dominación romana, un auténtico crisol de culturas con numerosas comunidades de griegos y otros pueblos de Oriente Próximo (la población foránea podía llegar hasta el 70% en algunos lugares) que añadieron a sus creencias religiosas las milenarias prácticas funerarias del valle del Nilo.
Unas piezas inclasificables
Tras los descubrimientos de Flinders Petrie, durante las primeras décadas del siglo XX los rostros de El Fayum salieron a la luz en otros muchos lugares de Egipto, algunos de ellos sensiblemente lejanos del oasis que les da nombre, como Antinópolis, Tebas o Menfis. Gracias a la introducción de una arqueología de base más científica, los nuevos hallazgos iban siendo cuidadosamente documentados. Era algo que ya no podía hacerse con las decenas de retratos con los que traficó Von Graff, separados de su momia original por los saqueadores.
Aquellos retratos eran demasiado inclasificables y chocaban con la tendencia humana de etiquetarlo todo
Con el paso del tiempo han aflorado en museos de medio mundo donde se exhiben con la etiqueta “procedencia desconocida” (se cree, no obstante, que la mayoría provienen de Er-Rubayat, la necrópolis de la antigua ciudad de Philadelphia). El furor por los rostros de El Fayum se apagó pronto. Durante buena parte del siglo XX quedaron relegados a los peores puestos de los museos, considerados una mera curiosidad.
Los egiptólogos siempre tuvieron especial querencia por el período faraónico e ignoraron sistemáticamente el Egipto bajo dominación romana. Los estudiosos de Roma, por su parte, pasaban por alto la provincia egipcia por considerarla poco romanizada. Aquellos retratos eran demasiado inclasificables y chocaban con la tendencia humana de etiquetarlo todo. No fue hasta finales del siglo pasado, con el surgimiento de los estudios multidisciplinares, cuando se volvió a prestar atención a aquellas caras y se organizaron exposiciones que itineraron con éxito por las principales ciudades del mundo.
¿Quién los pintó?
No hay evidencias escritas acerca de cómo y quién pintó los retratos. Se conoce el nombre de algunos pintores –griegos la mayoría– que vivieron allí en aquella época, pero es imposible deducir si fueron ellos los autores. Lo que sí parece claro es que existían diversas escuelas, cada una con sus peculiaridades técnicas. De ahí las enormes diferencias entre los retratos de exquisita factura y otros que son bosquejos geométricos.
Algunos estudiosos han planteado la hipótesis de que se emplearan dibujos estándar sobre los que se habrían añadido las peculiaridades de cada sujeto. Los retratos no solo presentan el desgaste propio del paso del tiempo. Cuando Flinders Petrie los halló en las tumbas, vio que existían muescas derivadas de algún uso anterior al funerario.
Todo ello, junto con el hecho de que muchas momias de la época romana aparecieron enterradas sin gran ceremonial, hizo que el arqueólogo planteara una hipótesis: las momias y los retratos se guardaban en los hogares mientras se mantuviera vivo el recuerdo del difunto, un par de generaciones, tal vez. Después, las familias enterraban los restos sin excesivos miramientos.
El momento del encargo es un enigma: ¿el retratista pintaba de memoria cuando la muerte ya había llegado?, ¿se inspiraba en el cadáver y le añadía unos toques de vida?, ¿el modelo era la persona aún viva, que se hacía retratar para que en el futuro aquel rostro sirviera como recuerdo? En cualquier caso, los historiadores se percataron de que aquellos retratos eran mucho más que una antigüedad o una obra de arte: son la mayor colección de rostros de un mundo lejano.
No corresponden a emperadores ni a personajes famosos de su época. Son comerciantes, políticos, madres e hijas, parejas de hermanos que quizá murieron en un mismo accidente, acompañados de inscripciones de despedida, de amor, de dolor... No existe en el mundo una sociedad tan lejana en el tiempo y que, a la vez, en la contemplación de aquellos rostros, resulte tan cercana.
Este artículo se publicó en el número 435 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.