5 arqueólogos que dejaron huella
Algunos dieron con hallazgos sensacionales. Otros contribuyeron a que la arqueología abandonara su talante meramente aventurero.
En la arqueología moderna se emplean una gran variedad de técnicas científicas y aparatos de última tecnología que han mejorado mucho la capacidad de los equipos de extraer, analizar e interpretar la información de un yacimiento arqueológico.
Las primeras excavaciones del siglo XIX apenas contaban con instrumentos ni conocimientos sobre cómo debían realizarse las investigaciones. Al terminar el siglo, empezaría una época de grandísimos descubrimientos que revolucionarían esta disciplina. Algunos arqueólogos, bien sea por sus hallazgos, bien por sus contribuciones al estudio de esta rama de la ciencia histórica, han dejado su huella. Estos son los cinco más importantes:
Lord Carnarvon, un británico amante de la arqueología y dispuesto a invertir su fortuna en una excitante aventura, consiguió una concesión para excavar en el Valle de los Reyes y contrató los servicios de Howard Carter para las tareas arqueológicas. Durante años no encontró nada y Lord Carnarvon estaba harto. Comunicó a Howard Carter que 1922 iba a ser la última temporada que iba a financiar la búsqueda de la tumba de un faraón del cual sólo conocía el nombre, mencionado en diversas inscripciones.
Sin embargo, el 4 de noviembre de ese año Carter desempolvaba los escalones que conducían a una tumba. Unos días más tarde contemplaba el mayor descubrimiento arqueológico del siglo XX, o al menos el más mediatizado. El enterramiento de Tutankhamón (c 1334 –1325 a. C.), el más intacto de los hallados en el Valle de los Reyes, la necrópolis de Tebas.
Heinrich Schliemann, multimillonario alemán metido a arqueólogo, estaba obsesionado con demostrar la base histórica de la Ilíada de Homero. En 1871 logró desenterrar, en la colina turca de Hissarlik, una ciudad de la Edad de Bronce. Sus increíbles hallazgos, entre los que destacan el del Tesoro de Príamo, con más de 8.000 piezas, dejaron boquiabierta a la comunidad científica, sobre todo a quienes le habían acusado de loco y aficionado.
Sus excavaciones en Hissarlik sacaron a la luz nueve ciudades superpuestas. La segunda de ellas, que él identificó con la Troya de Homero, resultó no ser la que buscaba. Sin embargo, años después de su muerte, su ayudante Wilhelm Dörpfeld demostraría que la Troya mítica podría ser la ciudad que habían encontrado en los niveles sexto y séptimo.
El valor del descubrimiento de Schliemann y su acierto en documentar por primera vez los hallazgos mediante fotografías le han convertido, en cierta manera, en un pionero para la arqueología.
William Flinders Petrie es uno de los padres de la arqueología moderna. Petrie fue el primero en relacionar cada estrato de un yacimiento con una época determinada a partir de los restos encontrados en él, principalmente vasijas y otros utensilios cotidianos. Marcaba cada fragmento de terracota, dibujaba su forma y anotaba cuidadosamente dónde había aparecido y qué otras piezas lo circundaban. Comparándolos entre sí establecía su antigüedad: ideó así el método de fechas cruzadas, aún vigente.
Este rigor inaudito para su época no quedó sin recompensa. Petrie fue quien descubrió la era Predinástica egipcia y, a pesar de sus roces con otros arqueólogos no tan escrupulosos, fue objeto de una gran admiración. Murió al pie del cañón, dirigiendo una excavación en Gaza a sus casi noventa años.
Aunque las pinturas de Altamira se conocían desde 1879, la comunidad científica desconfiaba de su autenticidad. Fue Breuil quien demostró la veracidad de un arte paleolítico, al descubrir pinturas similares en dos grutas francesas: Combarelles y Font-de-Gaume. Desde entonces viajó por Francia, España, Namibia o China, compaginando la arqueología con sus actividades religiosas (era sacerdote) y docentes.
Profesor en el Instituto de Paleontología, catedrático universitario y miembro del Institute de France, adquirió tal prestigio que sus colegas le consultaban ante cualquier descubrimiento. Su veredicto se consideraba infalible. A él se deben las primeras interpretaciones rigurosas del significado de las figuras rupestres, así como una clasificación general del Paleolítico Superior que aún se considera válida. Foto: Vía Wikimedia Commons.
Fue la primera mujer que se hizo un nombre como arqueóloga. Aprendió el método de excavación estratigráfica de Sir Mortimer Wheeler. Una técnica que, aunque le resultó inadecuada en yacimientos extensos, fue la clave del éxito de sus trabajos en Jericó.
El yacimiento de Tell-al Sultan, la colina bajo la que aguardaban los restos de la antigua Jericó, se reveló como el sitio perfecto para la técnica que Kenyon había ido perfeccionando durante veinte años. Su aplicación permitió establecer por primera vez el marco histórico de una de las primeras ciudades de la Antigüedad, con más de 3.800 años de existencia.
Kenyon alcanzaba así la celebridad en el mundo académico, que aceptó e incluso adoptó su técnica. De hecho, hasta bien entrados los años sesenta, muchos arqueólogos en Tierra Santa siguieron inspirándose en ella para sus trabajos en la zona. El trabajo de toda una vida, sus libros y sus descubrimientos se vieron recompensados con numerosos honores internacionales. Foto: Vía Wikimedia Commons.
¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.