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Nubia, el otro país del Nilo codiciado por el Egipto faraónico

Arqueología

El imperio egipcio luchó por conquistar una y otra vez Nubia debido a la riqueza y productos exóticos que atesoraban. No siempre logró tener éxito

Prisioneros nubios representados en el templo de Abú Simbel.

Nubia prisioneros Abu Simbel

El Nilo Medio, desde la primera catarata hasta su unión con el Nilo Blanco y el Azul. Las tierras que circundan este tramo del gran río africano son lo que conocemos con el nombre de Nubia, y lo que los antiguos egipcios denominaban Kush.

Hoy tales tierras se dividen entre las repúblicas de Egipto y Sudán, y no fue hasta los albores del siglo XVIII cuando historiadores y arqueólogos europeos iniciaron sus viajes a este último país. En plena fiebre por la búsqueda de las fuentes del Nilo, los exploradores darían con inesperados emplazamientos arqueológicos y publicarían los primeros resultados de sus excavaciones.

Provisión de riquezas

La agricultura constituyó la base de subsistencia de los nubios desde el Neolítico, sobre todo en las zonas inundables con las crecidas anuales del Nilo. Como sucede en Egipto, el río atraviesa el país. Sin embargo, el valle es mucho más estrecho y las zonas fértiles más reducidas, lo que hacía necesario el regadío y explicaba, además, el menor índice de población nubia en comparación con la egipcia.

La privilegiada situación geográfica y el control de las rutas comerciales propiciaron un estrecho contacto con su vecino del norte

El Nilo era también la principal arteria de transporte para el comercio. Durante milenios, las embar­caciones nubias surcaron el río a través del desierto del Sahara llevando productos exóticos desde el interior del continente hasta Egipto y el Mediterráneo. Fue tal vez la ruta comercial terrestre más antigua del mundo. Sin embargo, el recurso nubio más deseado en todos los tiempos fue el oro. Los faraones lo utilizaron en sus tumbas y templos, y por él los textos egipcios se referían a Nubia como “la tierra del oro”.

No era este el único motivo por el que los egipcios incorporaban periódicamente el territorio nubio a su imperio. También lo fueron todos aquellos productos solo asequibles a través de Nubia: marfil, ébano, huevos y plumas de avestruz, pieles de grandes felinos, pigmeos y otros esclavos procedentes del interior del continente africano... Esta privilegiada situación geográfica y el control de las rutas comerciales propiciaron un estrecho contacto con sus vecinos, en especial con el del norte.

Pirámides de Nubia, al norte del actual Sudán.

TERCEROS

Según la historiografía tradicional, Egipto mantuvo una posición de dominio sobre la antigua Nubia. En la actualidad se toma en consideración la reciprocidad de influencias cultu­rales entre ambas civilizaciones en virtud de su interacción. En cualquier caso, para los faraones Nubia constituyó siempre una región proveedora de hombres y riquezas. Por ello, mientras en unas ocasiones las relaciones fueron eminentemente comerciales y económicas, en otras los egipcios procedieron al saqueo, la conquista y la colonización de Nubia.

El reino de Kerma

En una etapa que podríamos llamar todavía prehistórica, cuando Egipto no había alcanzado aún la unificación, existían ya contactos comerciales con la Baja Nubia, como la arqueología ha puesto en evidencia. Durante el Imperio Antiguo, los faraones organizaron razias y expediciones en territorio nubio. Este fue, por ejemplo, el caso de Snefru, que reinó en Egipto a caballo entre los siglos XXVII y XXVI a.C.

Una inscripción de la época, perteneciente a la denominada Piedra de Palermo, narra que el monarca capturó en Kush a 7.000 prisioneros y se apoderó de 200.000 cabezas de ganado. Algunos expertos afirman que las incursiones resultaron tan frecuentes y devastadoras que despoblaron la Baja Nubia. Siglos más tarde, un período de inestabilidad política ponía punto final al Imperio Antiguo.

Las estructuras funerarias de esta cultura poseían forma de túmulo, y podía alcanzar noventa metros de diámetro

Mientras Egipto empeñaba sus esfuerzos en luchas de poder, los distintos pueblos nubios siguieron sus propios caminos. De entre ellos, en torno a la ciudad de Kerma, en la Alta Nubia, despuntó entonces un reino de prosperidad creciente. Su esplendor derivó de su riqueza minera, sobre todo aurífera, y de su protagonismo en el comercio de esclavos y marfil con el interior de África. Dueña de abundantes recursos, Kerma inició pronto una política expansionista.

Amenaza meridional

Cuando la autoridad monárquica se restableció en Egipto, en lo que los historiadores denominan Imperio Medio, los nuevos faraones advirtieron la amenaza que Kerma representaba. Así pues, se anexionaron las tierras de la Baja Nubia y construyeron una red de fortalezas a lo largo de la nueva frontera para protegerse del poderío militar de los so­beranos nubios. Sin embargo, si en épocas anteriores los habitantes de Kush permanecieron en general insensibles a la cultura egipcia, durante el reino de Kermal las relaciones comerciales entre ambas civilizaciones aumentaron.

Los nubios pasaron a importar un gran número de objetos manufacturados egipcios. No hay rastro de la existencia de una escritura propia en Kerma, pero a través de los restos arqueológicos se conoce hoy un palacio real con su sala del trono y sus almacenes. Las estructuras funerarias de esta cultura poseían forma de túmulo, siguiendo el modelo tra­dicional, que podía alcanzar noventa metros de diámetro.

Tutmosis I encabezó campañas de expansión por la zona de Nubia.

TERCEROS

Los enterramientos iban acompañados de abundantes ofrendas, con sacrificios humanos, rebaños de cabras y ovejas, comida y bebida en recipientes cerámicos, así como bucráneos (cráneos de buey). En algunos ajuares se han hallado hachas, arcos de guerreros y joyas.

La Nubia egipcia

Llegado el Imperio Nuevo a Egipto, el reforzado poder de los faraones les permitió llevar a cabo incursiones de conquista que culminaron con laocupación de parte de las tierras nubias. Incluso se nombró un “virrey de Kush”, cuya principal misión consistía en recaudar tributos para su faraón, además de controlar militarmente el territorio.

Tutmosis I encabezó campañas más allá de la tercera catarata, y una estela al sur de Asuán marca el paso de Tutmosis II, su sucesor. Es más, se nos dice en las inscripciones que tuvo que reprimir una revuelta en su primer año de mandato, y que ello propició la caída del reino de Kerma. Al parecer, para castigar a los kushitas por su rebelión, hizo asesinar a todos a excepción de un hijo del rey, que fue llevado a Egipto como rehén.

Se introdujo en Nubia el uso de la pirámide, aunque sus dimensiones no puedan compararse con las del Imperio Antiguo

El tercero de los Tutmosis dirigió también campañas en Nubia, donde restauró el antiguo canal de Senusret III para facilitar el paso de sus ejércitos en su camino de regreso a Egipto. Las zonas nubias bajo influencia egipcia aportaban riquezas y mano de obra al Imperio. El oro, el ébano y el marfil de Nubia contribuyeron al bienestar material de Egipto, y muchos de los célebres tesoros faraónicos estaban compuestos en gran parte de productos nubios.

A su vez, los territorios dominados recibieron el influjo de la cultura egipcia. Los hijos de los príncipes nubios, que se ocupaban de garantizar la recaudación de los tributos, eran educados en la corte egipcia para asegurar su lealtad en el futuro. La política de construcción de templos está también vinculada a la propagación de la cultura y la religión egipcias en Nubia. Se encuentran ejemplos con Tutmosis II y Tutmosis III en la segunda catarata y con los últimos faraones de esta dinastía XVIII en la zona de la Alta Nubia.

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Ramsés II, perteneciente ya a la dinastía XIX, siguió esta línea con la construcción de inmensos templos excavados en la roca, el más famoso de los cuales es Abu Simbel. Asimismo, se introdujo en Nubia el uso de la pirámide (aunque sus dimensiones no puedan compararse con las de aquellas que se erigían en Egipto durante el Imperio Antiguo), de los sarcófagos antropomorfos al estilo egipcio y de ajuares de gran riqueza formados por vasos canopos (recipiente funerario), escarabeos (representaciones del escarabajo) o máscaras de oro.

Los faraones negros

Hacia 1100 a. C., un cambio climático propició el despoblamiento total de la Baja Nubia. Los egipcios se retiraron hacia el norte y los nubios hacia el sur. El territorio de la Alta Nubia, lejos del dominio de los faraones, quedó dividido en pequeñas prefecturas, territorios independientes, de los que el más importante fue el Kurru, también denominado Napata. Tres siglos más tarde, Egipto se fragmentaba en estados rivales. Era el fin del Imperio Nuevo.

Dibujo de las pirámides de Meroe realizado en el siglo XIX.

TERCEROS

Hacia 747 a. C., la ciudad de Tebas, al sur de Egipto, se vio amenazada por tropas norteñas y decidió pedir ayuda al rey nubio. El monarca, Peye, marchó hacia allí desde su capital en Napata, pero no se limitó a rescatar Tebas, sino que conquistó Egipto hasta el Mediterráneo. Durante los siguientes cien años los kushitas gobernaron sobre ambos países, conformando la dinastía XXV. Es entonces cuando se producirá una completa integración cultural de Nubia con Egipto.

Dos estelas nos narran las luchas por la conquista de Egipto efectuada por Peye, el primero de los faraones negros. No solo él se convirtió al culto de Amón, sino que su hermana Amenardis pasó a ser la gran sacerdotisa de Tebas, lo que le confería el control sobre la capital del Alto Egipto. Sus descendientes adoptaron todas las costumbres egipcias. Durante su dominio tuvieron que hacer frente a un nuevo imperialismo surgido en Oriente Próximo, el de los asirios, a los que consiguieron rechazar hasta media dos del siglo VII a. C.

Los soberanos nubios continúan siendo enterrados en pirámides y erigiendo templos a dioses nubios y egipcios

La definitiva invasión de los ejércitos asirios obligó al rey nubio a huir a sus territorios de origen. En Napata, los faraones negros, ignorando a la dinastía XXVI, proasiria, seguirán ostentando el título de reyes del Alto y Bajo Egipto. A principios del siglo VI a. C., el faraón Psamético II, perteneciente a la dinastía proasiria, vence a los nubios en la tercera catarata con la ayuda de mercenarios griegos y ocupa el país, saqueando y destruyendo Napata.

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El poderío de Kush estaba acabado y a sus reyes no les quedaba ninguna posibilidad de retomar el control de Egipto. Incluso se vieron empujados, al parecer, a trasladar su capital más al sur, a Meroe. Sin embargo, Psamético II no amortizó su victoria: sus tropas se retiraron pronto a la primera catarata, y Elefantina continuó siendo la frontera meridional de Egipto.

Un oscuro final

A lo largo de los siglos siguientes, mientras Egipto experimenta las ocupaciones persa y griega, que se suceden en el trono, la historia de Nubia se adentra en un período oscuro. De los reyes de esta etapa solo conocemos los nombres por los textos de sus tumbas, siempre escritos en egipcio. Ello da idea de la asimilación cultural que Nubia conserva, presente también en su arquitectura y arte en general.

Los soberanos continúan siendo enterrados en pirámides y erigiendo templos a dioses nubios y egipcios. Es de esta etapa de la que más representaciones se conservan de reyes y reinas. Sus rasgos son negroides y sus caras redondas, mientras que sus vestimentas y actitudes recuerdan en todo momento a las de los soberanos egipcios.

Relieve que representa a una reina gobernante

TERCEROS

De las cuarenta generaciones de reyes de Meroe, cabe destacar en el siglo II a.C. a una reina que, con el título de Candace (reina gobernante), aparece en los relieves como única soberana. Los soberanos meroíticos adoptan en sus relieves el tema egipcio del faraón triunfante: su iconografía muestra al rey sujetando a sus enemigos por los cabellos con una mano y una hacha de guerra con la otra. El objetivo de este arte oficial era presentar al monarca victorioso sobre sus enemigos, en especial sobre los que ponían en peligro las fronteras del reino.

A partir de 31 a. C., tras la muerte de Cleopatra, Egipto se transforma en provincia romana. Once años después, Meroe se convierte, mediante un tratado con Roma, en un condominio. Nubia vivirá entonces un período de cierto esplendor, con un comercio importante y embajadas como la de Nerón, en el siglo I d. C., que demuestran el interés romano por mantener buenas relaciones diplomáticas.

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Sin embargo, a finales del siglo III, el emperador Diocleciano renuncia al control de Nubia y retira la frontera hasta Asuán, con lo que Roma abandona definitivamente sus pretensiones sobre una región que considera alejada, tanto geográfica como culturalmente, del mundo clásico.

Poco antes, en tiempos de Valeriano, gran número de egipcios cristianos, perseguidos por las fuerzas del emperador, emigran al sur de Asuán. Es el primer contacto del país con el nuevo culto, pero su difusión definitiva no se dará en Nubia hasta el mandato de Justiniano, en el siglo VI. Pasado alrededor de un siglo, el islam se instalaría en Egipto. Con él viviría en armonía la Nubia cristiana durante más de setecientos años.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 436 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

Este artículo se publicó en La Vanguardia el 21 de julio del 2020