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Reino Antiguo, el mejor momento de Egipto

El apogeo del Egipto faraónico llegó con el conocido como Reino Antiguo, cuando vivió un crecimiento espectacular.

Litografía del siglo XIX que representa las Priámides de Guiza.

Reino Antiguo Egipto litografía pirámides

La geografía influyó en gran medida en la forma en que los antiguos egipcios comprendían el origen y la realidad de su mundo. Así, los marcados contrastes que ofrecían los paisajes del Nilo y los del desierto, por ejemplo, o los del valle fluvial y los del delta, pesaron en su concepción del universo en términos duales, opuestos en apariencia, pero complementarios en realidad. Sin embargo, no solo la geografía definió esta concepción del mundo.

Los contrastes temporales (la sucesión del día y la noche) y los biológicos (géneros masculino y femenino de animales y seres humanos, por ejemplo) operaron de igual modo que los paisajísticos. La repetición continua de los ciclos naturales (como el de la vegetación, el lunar y el solar) y otros fenómenos (como la crecida anual del río o la reaparición de la estrella Sirio tras 70 días de ocultamiento) condujeron al egipcio a creer en la regeneración periódica de la naturaleza y a concebir la esperanza de revivir tras la muerte gracias a unos ritos que le permitieran integrarse en tales ciclos.

Para los egipcios, los aspectos de la personalidad del rey eran complementarios.

En cuanto a su rey, los antiguos egipcios veían en él un individuo con una personalidad cuyos aspectos se complementaban. Sus nombres, su iconografía y diferentes tipos de textos así lo revelan. En primer lugar, el rey era ante todo la encarnación terrestre del dios halcón Horus , el gran dios del cielo. Cuando moría una encarnación de Horus, el dios pasaba al siguiente rey, y el soberano muerto se identificaba con Osiris, el padre divino de Horus.

Mural de la tumba del funcionario Metchetchi (c. 2350 a.C).

TERCEROS

A partir de la IV dinastía se menciona al faraón como hijo carnal del dios sol, Ra. En sus tumbas, por otra parte, se reflejaban otras dualidades: la unión de la tierra y el cielo, la sucesión de la muerte y el renacimiento... Las funciones esenciales de monarca eran asegurar el sustento y abastecimiento de la población, mantener el culto divino, garantizar la justicia y defender las fronteras de todo posible ataque externo. Actividades todas ellas que se podrían resumir en el mantenimiento de la Maat: el estado ideal de orden, verdad y justicia.

Pronto se gestaría a su alrededor una administración cada vez más compleja, que ya en el Reino Antiguo (2575-2150 a.C. ) conoció un alto grado de especialización. Fue esta sofisticada estructura la que permitió acometer la construcción de los conjuntos piramidales, pues suponían la concentración, gestión y distribución de una inmensa cantidad de recursos materiales y humanos.

Los egipcios posteriores se remitieron a este período buscando claves para afrontar los retos de su presente.

Acabada la dinastía VI, aquel Egipto entra en declive. La monarquía se ha debilitado frente a la aristocracia provincial, y el país sufre una división interna en distintas unidades políticas. Al parecer, tuvo lugar un paulatino proceso de desecación que daría como resultado crecidas menos abundantes y un aumento de la aridez. La disponibilidad de excedente agrícola se vio muy mermada, y con ello la riqueza y la capacidad de abastecimiento del país, problemas a los que la administración central no pudo hacer frente.

Tras su fin, el Reino Antiguo permaneció en el imaginario de los egipcios posteriores como la época clásica por excelencia, un período glorioso al que se remitieron constantemente buscando claves para afrontar los retos de su presente y comprenderse mejor a sí mismos. Para ellos, como para nosotros, fue la era de las pirámides, pero tras este cliché se oculta una realidad mucho más dinámica, compleja y rica que la que estos espectaculares monumentos nos dejan apreciar a primera vista.

Dinastía III

Es el sucesor de Jasejemuy (último soberano del periodo tinita), Nebka, quien inaugura la III dinastía y, con ella, el Reino Antiguo. La información sobre estos primeros momentos es muy escasa, incluso menor que para el período anterior, como demuestra que no haya podido establecerse la sucesión de reyes de modo fiable. No obstante, los complejos funerarios permiten entrever que el dinamismo de las dos dinastías anteriores no solo continúa, sino que se acentúa.

Escriba sentado. Estatua en piedra caliza.

TERCEROS

El enorme despliegue de recursos económicos y humanos y el uso monumental a gran escala que conoce ahora la piedra nos hablan, por ejemplo, de la creciente complejidad económica y administrativa, así como de la eficacia de palacio para unir esfuerzos en una empresa común que implia todo el país.

La figura política del visir (personaje que actúa como una especie de primer ministro), creada en la dinastía anterior, se consolida, y se crea la división administrativa en provincias (nomos), dirigidas por un nomarca, o jefe provincial.

La figura del rey comienza, si bien aún muy embrionariamente, a adquirir elementos que lo vinculan, identificándolo, con el dios sol, Ra. El principal síntoma de dicha solarización del monarca es visible en la creación, por vez primera, de una pirámide escalonada como tumba real. En Saqqara, en el complejo funerario de Netcheryjet (Dyeser), una escalera le permite ascender al cielo y unirse a Ra, quien surca diariamente la bóveda celeste en su barca.

Es posible que en estos momentos la corte sea itinerante, lo que le permite controlar de cerca un país tan largo.

Los reyes siguientes imitarán su modelo, lo que refleja la continuidad de las ideas religiosas. El final de la dinastía está representado por el reinado de Huni. Este, sin que sepamos bien por qué, localiza su palacio y complejo funerario más al sur, en Meidum, mientras que Menfis sigue siendo la capital.

No está claro si las pequeñas pirámides que ahora se levantan en las provincias para el culto del rey las construye él mismo o su sucesor, aunque sí manifiestan el interés del Estado por estar presente en las provincias. De igual modo, es posible que en estos momentos la corte sea itinerante, es decir, que no conozca una sede fija, lo que le permite controlar de cerca un país tan largo, así como cumplir con sus obligaciones religiosas, al participar en los festivales de las diferentes regiones.

Las fuentes disponibles acerca de la actividad exterior de los egipcios durante esta época no son muchas, y la mayor parte de ellas son de carácter “propagandístico” y mágico (destinadas a aniquilar ritualmente al enemigo), por lo que no tienen por qué registrar acontecimientos o situaciones políticas reales. En la dinastía III apenas tenemos constancia más que de actividades en el Sinaí, importante región minera de cobre y turquesa, cuya explotación implicaba mantener a raya a las tribus beduinas locales.

Dinastía IV

La dinastía siguiente se inicia con el que probablemente fuera hijo de Huni, Snefru. Durante la dinastía que inaugura, aparecen importantes avances en la teología que define la figura del monarca y que estrecha su relación con el dios Ra. En el reinado de Snefru se pasa de la pirámide escalonada a la de caras lisas, de carácter más solar que celeste.

Relieve de la VI Dinastía que representa a unos carniceros despiezando un toro.

TERCEROS

Aparecen nuevos elementos iconográficos vinculados con el sol (como el cartucho que rodea los nombres reales o diferentes coronas). Existe un acuerdo general al decir que su reinado (y los que le siguen) es el cenit de la centralización administrativa del Estado.

Además de su intervención en la pirámide de Meidum, o la probable construcción de pequeñas pirámides provinciales, construyó dos complejos piramidales en Dashur, lo que da idea de su gran concentración de recursos. Con Snefru también asistimos al inicio de un proceso característico de esta dinastía: la ocupación por parte de los miembros de la familia real de todos los puestos de responsabilidad del país, como el visirato y altos puestos de la administración civil o religiosa.

El sucesor de Snefru, Jufu (Keops), construyó la más grande y compleja pirámide del Reino Antiguo, la Gran Pirámide, en Guiza, una nueva necrópolis más al norte. Algunos autores aportan convincentes argumentos para pensar que, siguiendo el proceso de solarización ya iniciado en la III dinastía, este rey se divinizó en vida, identificándose con Ra.

El soberano se erige en garante del disfrute de una vida en el más allá.

Con Snefru y Jufu, el rey se hace enterrar rodeado por los miembros de su corte, sepultados en verdaderos campos de mastabas (estructura trapezoidal). De este modo, el soberano se erige en garante del disfrute de una vida en el más allá. Centraliza en su persona dicha capacidad, pues es él quien proporciona los materiales y obreros para la construcción de las tumbas, así como las tierras destinadas a producir los alimentos que se presentarán como ofrendas a los muertos.

A Jufu le sigue Dyedefra, que será sucedido por su hermanastro Jafra (Kefrén). Ambos son protagonistas de cambios. Con el primero se instaura el título Hijo de Ra. Con el segundo, una serie de transformaciones en la planta del complejo funerario. Menkaura (Micerino), hijo y sucesor de Jafra, construirá una pirámide de dimensiones mucho más modestas, a la par que se evidencia una mayor preocupación por las provincias.

Parecen detectarse fuertes cambios y una cierta inestabilidad en el reinado del sucesor de Menkaura, Shepseskaf, que se hace enterrar en Saqqara y, lo que es más significativo, abandona la forma piramidal a cambio de una inmensa mastaba en forma de sarcófago.

Estela de Dyet en Abydos. De la I Dinastía, es decir, anterior al Reino Antiguo.

TERCEROS

Respecto a la política exterior, sabemos que las minas del Sinaí siguen siendo lugar de interés. Algunos objetos hallados en Ebla (Siria) o Gubla (Biblos, Líbano) hablan de relaciones comerciales con dichas ciudades y de una cierta influencia egipcia, presente en objetos nativos del ámbito religioso. Por el sur, hay evidencias de la construcción de un pequeño enclave en Buhen (en la Baja Nubia), destinado al control del comercio de productos exóticos llegados desde el curso más alto del Nilo (del centro de África).

Dinastía V

Con lazos poco claros con los monarcas de la IV dinastía, sube al trono el fundador de la V, Userkaf, quien reinará poco tiempo. No obstante, con él se emprenden ya ciertos cambios. Así, inaugura una tendencia compartida por los soberanos de la primera parte de la dinastía: la construcción de templos solares en las proximidades del lugar de enterramiento real. Sus lazos con el monarca anterior se manifiestan no solo en la similar estructura de sus nombres, sino también en la elección de un lugar de enterramiento próximo al suyo.

A partir de entonces se hace patente una cierta relajación de la centralización política y administrativa.

Posiblemente Userkaf fuera esposo de Jentkaus, probable hija de Shepseskaf. Los sucesores de Userkaf (y quizás hijos de Jentkaus), Sahura y Neferirkara, trasladarán su lugar de enterramiento a Abusir, que se instituye como necrópolis real y lugar de construcción de los templos solares hasta prácticamente el final de la dinastía.

A partir de este momento se hace patente una cierta relajación de la centralización política y administrativa (tal vez ya presente desde el reinado de Menkaura). Se hace más partícipe a las provincias en la política del país, con un reparto algo más uniforme de los recursos.

En paralelo, los nobles, que ahora comienzan a esculpir sus autobiografías sobre los muros de sus tumbas, ven crecer su presencia e influencia en la corte. Ello tiene lugar porque la familia real no monopoliza ya los cargos principales. Las mastabas en que se hacen enterrar estos nobles son cada vez más grandes y mejor decoradas. Como consecuencia de este proceso, así como de la donación de tierras con el fin de asegurar el sustento de los difuntos, la Corona, de modo muy lento y progresivo, irá perdiendo capacidad económica y espacio de actuación política.

La priámide de Jufu (Keops) es la más grande del antiguo Egipto.

TERCEROS

Algunos cambios son visibles al final de la dinastía, cuando Dyedkara prefiere abandonar Abusir para enterrarse en Saqqara, y en el momento en que ya no construye santuario solar alguno. La sensación de cambio se hace más clara cuando el último rey de la dinastía, Unis, abunda en esta tendencia y se hace inscribir en su tumba, por vez primera, una serie de encantamientos destinados a asegurar su supervivencia en el más allá. Son los que se ha dado en llamar Textos de las Pirámides, y no se sabe muy bien a qué se debió tan destacada novedad.

Durante la dinastía V parece que Egipto se abre un poco más al exterior. Las relaciones establecidas previamente se mantienen, mientras que ahora se inician contactos con el Punt (probablemente la actual Eritrea) y con la región del mar Egeo.

Dinastía VI

El sucesor de Unis, Teti, inaugura la dinastía VI. Según las últimas investigaciones, a su muerte parece reinar durante un brevísimo tiempo un usurpador, Userkara, que es desalojado brusca y violentamente del poder por el hijo de Teti, Pepy I. Este acomete una serie de importantes reformas administrativas y potencia multitud de cultos provinciales.

Dentro del harén se suceden varias conspiraciones contra el rey Pepy, que fueron sofocadas.

En paralelo, los gobernadores provinciales (nomarcas) ven aumentar su poder hasta tal punto que hacen hereditarios sus cargos. Se entierran no ya junto al rey, garante del más allá, sino en las provincias donde gobiernan. Muestra muy clara de este proceso es el matrimonio de Pepy I con dos hijas de Jui, nomarca de Abydos, algo inédito.

Es un ejemplo del considerable poder y de la influencia (y, hasta cierto punto, autonomía) que comenzaban a ostentar estos personajes, a los que interesaba vigilar de cerca. Se trata de una época turbulenta. Así, dentro del harén tienen lugar varias conspiraciones contra la vida de Pepy, que logró sofocar antes de que cumplieran su objetivo.

Destacable es también el reinado de Pepy II, que accede al poder siendo un niño y permanece en él, según las atribuciones más generosas, alrededor de noventa años. Tan larga duración supuso un grave problema dinástico, al fallecer en vida del propio rey sus distintos sucesores. Bajo su reinado aumentan las prerrogativas y capacidades de actuación del clero y de la ya asentada nobleza provincial, en detrimento del poder del faraón y de la administración central.

Portadores de ofrendas. Relieve de la tumba de Idut, princesa de la VI Dinastía, enterrada en Saqqara.

TERCEROS

Para esta dinastía contamos con relatos autobiográficos que nos hablan de expediciones militares a Palestina, así como de un gran interés por las regiones del sur. Se conoce el envío de misiones que llegan hasta la tercera catarata, cuyo fin es controlar el paso comercial de productos por el Nilo y por las diferentes rutas caravaneras.

Al final de la dinastía VI, en ausencia de sucesor, se hace con el poder una reina, Nitiqret (Nitocris). Tras su breve reinado tiene lugar el conocido como Primer Período Intermedio, en que el país se divide en distintas unidades políticas. En el comienzo de esta etapa tienen lugar conflictos entre las dinastías VII y VIII, menfitas, y las ya consolidadas líneas de nomarcas, localizadas en el curso medio y alto del Nilo.

No obstante, sería un error atribuir únicamente a causas políticas el declive del Reino Antiguo. Al parecer, un paulatino proceso de desecación dará lugar a crecidas menos abundantes. La riqueza del país sufriría las consecuencias.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 438 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com .