Santiago Segura, 59 años: “Estuve tomando colágeno para los huesos, pero leí que es como comerse un ordenador para ser más inteligente”
Vips Séniors
Segura estrena ‘Los Wawies’, una serie animada infantil donde pone su característica voz a uno de los protagonistas. “El entrañable niño gordito se convirtió en un adolescente con granos, al que hacían bullying”, cuenta el actor, que recuerda aspectos de su infancia y de su vida profesional
¿Funcionan los suplementos de colágeno para las articulaciones? “Lo uso porque me lo recomendó un amigo y se vende mucho”
Santiago Segura.
Tras recibir el premio de FECE [Federación de cines de España] por Padre no hay más que uno 4, que con 13 millones de euros de recaudación, ha sido distinguida por ser la película española con más espectadores este año, Santiago Segura prosigue sin parar. Su último proyecto es poner voz a Opo, uno de los entrañables protagonistas de Los Wawies, una serie animada infantil del diseñador gallego Ton Pernas y la guionista Eva Pérez Misa que acaba de estrenar.
El actor y director confiesa que cuando participa en proyectos infantiles como este, recuerda al niño que fue. “La gente me apretaba los mofletes, era muy salado. Mi madre decía que causaba estupefacción a las señoras, todas me querían llevar a sus casas”, asegura. Aunque, deprisa, comenta que “luego de adolescente me estropeé un poco”.
El niño gordito se convirtió en un adolescente con granos, al que hacían ‘bullying’
¿Qué pasó en tu adolescencia?
Ese niño entrañable, gordito, se convirtió en un adolescente gordo, con granos, al que le hacían bullying. Muy triste.
¿Te acosaban, en serio?
Sí, muy en serio. No lo harían con mala fe, pero me perseguían, gritándome ‘gordo, gordo’ y me pegaban.
¿Cómo gestionabas aquello?
Malamente, estaba amargado. No quería ir al colegio, ni al instituto. Cuando me ponía enfermo, me sentía contento. De niño he hecho cosas que si me las hicieran mis hijas, las estrangularía. Por ejemplo, me levantaba por la noche descalzo y abría la ventana, para ver si cogía frío y me resfriaba. Intentaba manipular el termómetro… Si tenía un poquito de fiebre, me daba una alegría muy grande. Cuando mi madre decía, ‘bueno, quédate en la cama’, era mi mayor triunfo.
El acoso es muy duro…
En mayor o menor medida, como la gente es tan cruel, sin querer, la mayoría de niños han sufrido algún tipo de bullying. Si tienes gafas, los dientes de conejo o las orejas de Dumbo, es acojonante la crueldad infantil, pero no creo que sea consciente. Nadie piensa ‘venga, vamos a hundirle la vida, que sea infeliz y no quiera ni ir al colegio’. Ahora hay más conciencia por parte de los profesores y los padres. A mis hijas, muchas veces les pregunto, ‘¿qué tal con los compañeros?’…
¿Qué te ha enseñado ser padre?
Enseñarme no sé, pero mi madre un día me dejó totalmente preocupado, dijo ‘hijo, te he educado lo mejor que he podido, perdóname si no he sabido, nadie nos enseña’. Yo le decía ‘mamá, para mí eres la mejor madre del mundo’. Pero, por ejemplo, ella me llevaba al médico porque estaba acatarrado, le decía ‘dele Bristaciclina’ y, de repente, se te quedan los dientes más pequeñitos y grises, porque descubren que ese medicamento te los jode. ¿Cómo se iba a sentir una madre? Pues fatal.
Me di cuenta de que podría haber una carrera universitaria para ser padre, haces lo que puedes
¿A ti te pasa con tus hijas?
Sí, esa preocupación. Si alguna se rompía un brazo, estaba superagobiado por si le habían puesto la escayola bien. Los niños en la piscina se tiran de cabeza y, de repente, se rompen los dientes… Al final me di cuenta de que podría haber una carrera universitaria para ser padre porque, efectivamente, haces lo que puedes. Lo único que le puedes pedir a un padre es que lo haga con amor. La infancia es terrible y tener hijos es muy estresante, pero si das cariño y amor, todo se lleva mejor.
Tú pasaste de ser el rey de las taquillas con ‘Torrente’ a volver a serlo con todo lo contrario, la saga ‘Padre, no hay más que uno’. ¿Influyó la paternidad en ese cambio de registro?
Un poco, sí, porque de repente tus hijas tienen una edad y te preguntan, ¿y tú qué haces, papá? Y tú, ‘yo hago películas, pero no las podéis ver porque son para adultos’. Y se quedan mirándote como que no entienden. Así que le empiezas a dar vueltas y te dices, ‘yo hago reír a la gente, ¿por qué no hacer una comedia que haga reír a todo el mundo y así hago reír a mis hijas?’. Además, esas películas son casi una especie de regalo para mí, porque salen mis hijas y tengo la suerte de poder pasar ese mes y medio todo el rato con ellas. Esa saga tiene algo de vacacional para mi familia.
Esas películas (familiares) son casi una especie de regalo para mí, porque salen mis hijas y tengo la suerte de poder pasar ese mes y medio todo el rato con ellas
Santiago Segura y Silvia Abril, en la presentación de 'Los Wawies'.
Tu hija pequeña, Sirena, quiere ver Torrente…
Sí, de vez en cuando le da la vena, pero se le explica que no son películas que deba ver. El otro día estaba viendo Stranger Things y le dije, ‘hija, ¿no ves que pone para mayores de 14 años?’. Pero también me acuerdo de cuando me emocionaba mucho ver una película de dos rombos. Todo lo prohibido, lo que no te dejan, tiene más interés.
¿Cuál crees que es el secreto de tu éxito?
Yo intento hacer películas de las que me sienta satisfecho o que a mí me gustaría ir a ver. Y debo ser un espectador medio muy típico.
¿Pica la falta de reconocimiento en los Goya?
El jueves fue la entrega de los premios FECE, de los exhibidores. Me dieron el premio por la película española con mayor número de espectadores, mi favorito porque no hay esa subjetividad de quién es el director más enrollado de Europa, o el actor más intenso de España. Si un grupúsculo de personas deciden quién es el más tonto, uno pensará que soy yo, otro que un político, qué sé yo… pero es subjetivo. En cambio, en el premio a la película con más espectadores no hay lugar a equívoco. Y, con él en la mano, te digo que yo no necesito León de Oro, ni Palma de Cannes para ser feliz. Hay una frase que se la atribuyen a Hitchcock, pero también a Mariano Ozores, cuando le preguntaron qué es un cine, dijo ‘una sala vacía que hay que llenar. Hay mucho hate, sobre todo en redes, pero luego hay amor en las calles. Yo flipo. Me piden fotos los niños, niñas, padres, abuelos… Me dicen ‘qué grande eres, Santiago’. Ese es mi premio.
Las redes sociales no son la realidad…
Ya. Lo que pasa es que como estás liado, encerrado en ti mismo y en tu trabajo… Pasas más tiempo viendo las malditas redes que en la calle y, a veces, te deprimes. Te dices, ‘joder, macho, qué odio, debo de ser un ser abyecto para que me traten así’. Pero luego sales a la calle y dices ‘no, coño, si parece que soy Papá Noel’. Es uno de los últimos personajes que he hecho, y los niños me tienen un cariño de la hostia. El otro día una niña se estaba haciendo una foto conmigo y, de repente, me mira y me dice ‘es el mejor día de mi vida’. Y yo me digo ‘pobrecilla, si eso es verdad’ (risas), pero qué bonito.
¿Cómo llevas que te reconozcan por la calle?
Pues si me mira un niño, intento sonreírle o guiñarle el ojo. Una vez, con mi madre, yendo al médico, nos cruzamos con Kiko Ledgard, que era el presentador de Un, dos, tres, mi programa favorito. Me quedé mirándole pasmado y él me sonrió y me guiñó el ojo. Lo recuerdo hasta el día de hoy. Por eso intento ser muy amable con los niños y niñas que se me acercan.
No entiendo a la gente que se ensaña. Mis películas se proyectan y lleno salas. Tú dirás que no es cine, pero para mí lo es
Te conocemos siempre haciéndonos reír pero, ¿has tenido momentos bajos?
Claro, como todo ser humano. Además los artistas son gente como muy insegura, vulnerable y sensible. Todo te afecta, todo. Siempre estás dudando de ti. Así que sí, reconozco que soy una persona normal, con muchos bajones.
¿Recuerdas la crítica más dura que has recibidos? ¿Y la que más te haya gustado?
Yo tengo momentos bonitos con la gente cada día, pequeñas cosas. Y luego hay críticas, no es que sean mejores o peores, sino que notas el mal rollo. Cuando La niña de tus ojos, leí una que hasta poniéndome bien me insultaban. Decía ‘los actores están geniales, hasta un actor tan estomagante como Santiago Segura está bien’. Hay críticos que dices, ‘vamos a ver, tío, si se estrena la cuarta de Padre no hay más que uno y has visto tres y no te han gustado, ¿para qué vas?’. No hay ningún espectador en España tan tonto. Ese crítico es masoquista. No entiendo a la gente que se ensaña. Mis películas se proyectan y lleno salas. Tú dirás que no es cine, pero para mí lo es. Siempre he defendido el cine, ir me parece una tradición preciosa, que no se debería perder.
Entre dormir y trabajar pasamos dos tercios de la vida, así que vamos a hacer que merezca la pena, ¿no?
¿Qué sientes que te falta por hacer?
No tengo esa sensación. Si miro hacia atrás, mi carrera me parece una escalera larguísima hecha de pequeños peldañitos. Todas mis ilusiones profesionales se han cumplido, he hecho cine, teatro, he protagonizado musical en la Gran Vía. Intento hacer cada vez mejor todo lo que hago. El otro día iba a salir en un debate de televisión y estaba nervioso. Cada vez que me ponen un micrófono me pasa. Igual cuando voy a empezar un rodaje o estoy con un guion, me agobio porque quiero que sea redondo. Mientras tengas ilusión, cada día es nuevo. El día que me dé todo igual ese día, me retiro.
Esos nervios son porque hay ilusión, ¿no?
Sí, un trabajo vocacional es una suerte, pero si fuera camarero, sería igual. Me gustaría que le encantaran las croquetas que le sirvo al tío en el bar. El trabajo puede ser muy desagradable, hay que conseguir que sea como un reto. Entre dormir y trabajar pasamos dos tercios de la vida, así que vamos a hacer que merezca la pena, ¿no?
Solo lo dejaría si viera que al público no le interesa, si no quieres ser pesado y es preferible irte a que te echen
Santiago Segura estrena la cuarta entrega de 'Padre no hay más que uno'.
También te puede absorber demasiado…
Cierto, nos llevamos muchas veces el trabajo a casa y he hecho jornadas de 18 horas muchísimas veces, algo prohibido por los sindicatos. La gente no es consciente, pero somos tan frikis que nos da igual, porque lo vives con pasión.
Entonces, ¿de pensar en la jubilación, nada?
No, es el público el que decide eso. Hay profesiones que claro que sí, pero en esta, si puedes, no. Los mejores papeles de Fernando Fernán Gómez los ha hecho casi en la última época. Yo me miro en esa gente que ha llegado hasta el final de su carrera, montado en la silla de Berlanga. Es bonito poder seguir haciendo lo que te gusta, si a la gente le sigue gustando. Solo lo dejaría si viera que al público no le interesa, si no quieres ser pesado y es preferible irte a que te echen.
Una pregunta recurrente, ¿para cuándo el próximo Torrente?
Sabes qué pasa, es tan complicada y hay tanta gente esperándola, que me da responsabilidad…
¿Eres como George R. Martin?
(Risas) Me hace gracia que le adelantaran los de la serie. Sí, soy lento, pero con buenos resultados. Ya tengo claro el título, Torrente presidente, y la sinopsis. Pero Torrente siempre va muy pegado a la realidad y, ahora mismo, leo las noticias y me digo, ‘esto me supera’. Todo va muy rápido. Noto que hay ganillas y es bonito que te estén esperando, pero no quiero hacer un churro.
Este año que viene vas a cumplir 60 años…
Hasta ahora ibas muy bien… (risas).
Tengo mucha fe en la inteligencia artificial para que nos haga vivir un poquito más, se me ha hecho muy corta esta primera fase
¿Cómo te cuidas?
Intento dormir lo más posible y hago ejercicio, es como con el coche. Si usas el método de la intemperie, le pones la gasolina más cutre y lo llevas a la velocidad incorrecta, se va cascando. Como ya estoy bastante cascado y quiero que me dure el cuerpo un ratito más, lo cuido. Al menos hasta que hagan nuevas invenciones de ‘oye, te vamos a prolongar los telómeros y a renovar todas las células’. Yo tengo mucha fe en la inteligencia artificial para que nos haga vivir un poquito más, porque se me ha hecho muy corta esta primera fase.
¿Y usas cremas?
Me gusta verme bien, pero no soy constante y no me fío, no son tan efectivas. Ya me gustaría alguna de verdad revolucionaria, pero es como el colágeno. Una temporada lo estuve tomando con mi amigo José Mota, que es de mi quinta. Pero leí que tomar colágeno para mejorar la piel, el cartílago y los huesos, es como comerse un ordenador para ser más inteligente. Y le dije, ‘madre mía, José, estamos haciendo el tonto’. Las industrias intentan venderte la moto… Pero también te digo que tomamos suplementos, decimos ‘esto me lo tomo por si acaso’. Es que claro, 60 es un número un poquito terrible. Cuando era niño, para mí eso era… El fin, ¡era el fin! (risas).
Estuve tomando colágeno, pero leí que hacerlo es como comerse un ordenador para ser más inteligente
¿Qué lecciones has aprendido en un sector tan competitivo como el cine?
Esta es una industria como cualquier otra. Se mira más porque está de cara al público, pero los pescaderos o los electricistas también tendrán sus movidas. Lo malo es que conlleva algo que las demás no tienen. Aquí, además de prestigio, tienes la fama. El prestigio me interesa, la fama muy poco. Porque, imagínate, un tío inventa una nueva bayeta súper absorbente que, vamos, te salva la vida. Se forra, a la gente le encanta, pero no está comiendo en un restaurante y alguien le dice, ‘perdone, se puede hacer una foto conmigo?’. Eso es la fama. Aunque ojo, luego hay una fama bonita, la de esa niña que dice que es el mejor día de su vida y hace que todo merezca la pena.