En 1982, cuando las crónicas aseguraban que España había decidido abrazar la modernidad, quiso aportar así su granito de arena a través de un mundo, el de la moda, que le atrapó en París, adonde fue a estudiar Bellas Artes. Fue así cómo nació un álter ego que integra su tierra, Verín (Ourense), en el apellido. Y fue así cómo dio nombre a una firma que abanderó toda una industria que, desde Galicia, surgió con la intención de dejar una huella imborrable.
Manuel Roberto Mariño Fernández (Verín, 1945) —léase, Roberto Verino— es un nombre imprescindible para entender las últimas décadas de la moda en España, pero también para descubrir cómo la manera en que nos vestimos puede llegar a transmitir hasta una actitud vital. Sus reflexiones sobre el oficio transcienden para convertirse en inspiradoras. Argumentos que condensa en su máxima ambición: “ser feliz haciendo felices a los demás”.
Tus capacidades no pueden ser las mismas que hace 40 años, pero eso no quita que sigas teniendo la ilusión por el futuro
Después de toda una vida dedicada al mundo de la moda, ¿qué visión diferente ha aportado a este oficio?
La moda es una actividad muy compleja, a veces muy incomprendida, pero tiene una faceta cercana a la realidad de las personas. Para mí, es muy importante que las personas sean capaces de disfrutar cada día de cómo se visten. Y, para ello, se tienen que conocer, deben asumir su papel, aceptarse, y nos tenemos que querer.
Entiendo que es muy importante aceptarse, sobre todo, cuando va pasando el tiempo y vemos que las fuerzas fallan, que no te ves igual que antes…
La realidad de la vida es la que es. Tus capacidades no pueden ser las mismas que hace 40 años. Sin embargo, eso no quita que sigas teniendo la ilusión por mirar al futuro, por seguir aprendiendo, por disfrutar de la gente que te quiere y, sobre todo, de la gente que tú quieres, porque soy de la opinión de que si quieres a mucha gente, siempre habrá gente que te quiera.
Conocerse y aceptarse es la manera de encontrar el equilibrio en la vida
Habla de conocernos, cuidarnos, aceptarnos... Personalmente, ¿piensa que se conoce y, sobre todo, se acepta?
Absolutamente. Es un criterio que he seguido como parte de mis valores y que he querido aplicar a mi trayectoria profesional, ya que me parece que es la manera de encontrar el equilibrio en la vida. Creo, además, que hay que mantener siempre la capacidad de intentar hacer el bien para todo el mundo posible. Y eso significa generar estímulos atractivos para conseguir que las personas tengan el convencimiento de que juntas, pensando en el bien general y asumiendo el papel que nos toca, haremos que todo el mundo salga beneficiado. Soy de los que creen en la reencarnación. Y si dejas hechas muchas cosas buenas algún día, te tocará disfrutarlas y si no, te tocará lo contrario.
A lo largo de su vida habrá tenido momentos de dudas en los que la autoestima no estaba tan alta… ¿Cómo ha logrado superarlos?
Cuando era muy joven, en bachillerato tuve un profesor maravilloso, un maestro de la vida que nos hacía entender lo importante que era de dónde éramos. Y nos decía que somos herederos de Viriato, porque había nacido en nuestro Valle (Valle de Monterrey), y nos contaba que fue el guerrillero por excelencia, ya que fue capaz de vencer al Ejército más importante que había entonces: el romano. Para mí ha sido una motivación, ese espíritu de lucha, de convencimiento, de querer superarte, de hacer las cosas por el bien general.
Hay que buscar un equilibrio vivencial, en donde sea más importante disfrutar las cosas que tenerlas. Para mí, la clave de todo esto está en llevar un estilo de vida con valores
¿Y cuál ha sido la batalla ganada de la que se siente más orgulloso?
Montar una empresa de moda en un entorno rural, donde no había ninguna tradición industrial ni de moda, ha sido un esfuerzo titánico. Lo he hecho con pleno convencimiento y con muchas limitaciones. Y me ha hecho feliz, porque he conseguido que mucha gente no tuviera que emigrar para ser capaz de darle a sus hijos una educación mejor de la que ellos habían tenido.
Habla de la moda casi como una actitud vital, y que, incluso, trasciende hasta el tiempo. ¿Cuáles son las pautas de ese estilo atemporal que siempre ha defendido?
Es un estilo que se identifica con consumir productos de calidad, naturales y que duren lo suficiente como para que se pueda regenerar todo. Cuando nos metemos en un consumismo donde lo que importa es “usar y tirar” porque cuesta menos tirar y comprar algo nuevo que llevarlo a la tintorería, entramos en una fase de despilfarro del que no somos conscientes en nuestro entorno, pero que crea un clima poco sostenible en origen. Hay que buscar un equilibrio también vivencial, en donde sea más importante disfrutar las cosas que tenerlas. Para mí, la clave de todo esto está en llevar un estilo de vida con valores, valores comunes a los 20 años, los 40, los 60, los 80 y los ciento y pico, que son los que pienso vivir.
Montar una empresa de moda en un entorno rural es algo muy complejo, y por supuesto, nada conservador
¿Esos valores que duran en el tiempo también se trasladan a las ideas? ¿Es una persona conservadora?
Hablar de valores que perduran en el tiempo no significa ser conservador. Y montar, por ejemplo, una empresa de moda en un entorno rural, donde no había ninguna tradición, es algo muy complejo, y por supuesto, nada conservador. Me considero, además, una persona cuya capacidad de diseñar no se limita solo a lo que es una prenda de vestir, sino a una forma de vivir y de contribuir al bien general. Y entiendo que eso de conservador tiene poco. Me ilusiono y me entrego el objetivo que me parezca necesario para hacer como hacía Viriato en su día con sus guerras. O sea, Soy guerrero, luchador, entusiasta, dinámico. ¿Conservador? Cero patatero.
En el mundo de la moda, los equipos de trabajo están llenos de gente muy joven. ¿Se siente fuera de lugar en algún momento?
Lo que tenemos que hacer es sumar sinergias entre todos. Valoro muchísimo, por ejemplo, la capacidad que tienen los jóvenes de mover los hilos de todo lo que tiene que ver por el mundo de la informática, y quiero rodearme de estas capacidades para sumarlas a la experiencia que yo tengo. Por otro lado, no me preocupa que me superen. Al contrario, quiero que sean mejores que yo e intento formarlos para que no cometan los errores que yo haya podido cometer.
Si algo hay en la vida que sea difícil de explicar y digerir es que tú entierres a un hijo en lugar de que sea el hijo quien te entierre a ti
En alguna ocasión ha asegurado que “la vida no es para estarse lamentando”. ¿Cómo logras superar los momentos más bajos?
No sé si te refieres a que he tenido la desgracia de haber perdido a mi hija (Cristina Mariño), quien me iba a suceder profesionalmente. Eso ha sido lo más difícil de superar, porque si algo hay en la vida que sea difícil de explicar y digerir es que tú entierres a un hijo en lugar de que sea el hijo quien te entierre a ti. Procuro superarlo intentando entender que lo más inteligente no es estarse lamentando por las esquinas, porque al final lo único que hace es sentir un dolor de corazón difícil de digerir, y si, en cambio, intento construir lo que a ella le habría gustado. Es lo que busco, y por eso ahora estoy trabajando muchísimo, incluso más que nunca, porque necesito no tener mucho tiempo para pensar. También intento tenerla continuamente conmigo: su foto y su sonrisa están conmigo, su forma de ver las cosas me ayuda a tomar decisiones… porque creo que las personas solo mueren cuando se olvidan.
De todas las lecciones de vida que se reciben a lo largo de los años, ¿cuál ha sido la mejor?
Una lección de vida que me transmitió mi abuela materna. Me decía que, por encima de todo, teníamos que ser éticos. Y yo, que me dedico a la estética, insisto en que, por encima de todo, primero la ética y luego la estética.
Qué mejor manera de disfrutar de la vida que siendo feliz haciendo disfrutar a los demás
¿Y esa es la misma lección que intenta transmitir?
Intento transmitir algo que va en esa línea, por supuesto, porque es lo que nos haría no solamente más felices a todos, sino mejores personas. Y, sobre todo, no tener que envidiar ni tener que lamentar que los años pasan y tus capacidades se van viendo limitadas. Porque tú has dejado un saber hacer y una forma de entender la vida constructiva, positiva, y qué mejor manera de disfrutar de la vida que siendo feliz haciendo disfrutar a los demás.
Y cuando mira atrás, ¿se siente plenamente satisfecho de lo conseguido?
En mi vocabulario no tengo la palabra satisfecho. Soy un insatisfecho continuo. Estoy contento de mirar atrás y pienso que, si supiera lo que iba a pasar, a lo mejor habría tomado otras decisiones más inteligentes. Pero volvería a hacer lo mismo. Volvería seguramente a cometer los mismos errores en algunos casos.