De su infancia, Manolo García atesora dos recuerdos. De su barrio, cuando iba a la playa de la Mar Bella “a bañarme con los chavales de manera temeraria”. En una Barcelona de espaldas al litoral, él creció a 300 metros del mar, “cruzabas las vías del tren y llegabas. No había turistas, sino escombros”. El segundo está ligado a tierra adentro, cuando iba con su abuelo en Férez, Albacete, “a regar el huerto” de noche, porque “había escasez de agua, como ahora” y caminaban “descalzos por las acequias”.
Le quedó una profunda conexión con la naturaleza, que le calma y le duele. Aparece en su nuevo libro, Títere con cabeza, con otros temas recurrentes. El militarismo, la inquietud por la tecnología, o el amor por la música en un Festival de Woodstock que recrea con ese arte para fascinar con los pies en el suelo, llenos de barro. Su voz, tan familiar, casi se escucha al leer sus relatos. Una musicalidad que solo se apaga al cerrar el libro.
Más que cuidarme, lo que hago es no maltratarme. No he tenido nunca problemas de excesos. Soy una persona agarrada a mi pequeño mundo
El próximo 30 de noviembre estarás en el Palau Sant Jordi de Barcelona con Cero Emisiones Contaminantes desde Ya, tu última gira, que definen como eléctrica. ¿Cómo te cuidas para darlo todo?
Más que cuidarme, lo que hago es no maltratarme. Por suerte para mí, no he tenido nunca problemas de excesos. Soy una persona agarrada a mi pequeño mundo, eso me ha llevado por un camino de calma. No he necesitado componentes externos para enardecerme, darme valor o potenciarme. No es ni una virtud, ni un defecto, es natural. La vida de cada uno es suya y nadie puede juzgarla. Si un libro o un disco es magnífico, pues ole el artista.
Más la obra que la persona, digamos.
Absolutamente. Eso es lo único que podemos ofrecer. Yo como persona, no puedo ofrecerte nada. Como músico, con este libro mío, o mis cuadros, igual puedo aportarte algo.
¿Con tu poesía también?
Con la poesía quizá puedo hacer que sueñen, rían, lloren, o reflexionen. ¿Por qué creaban Velázquez o Gauguin, Balzac o Borges? Los dioses a veces se apiadan de nosotros y nos han dado una cosa que se llama arte. Y eligen unas personas a voleo, no sé cómo funcionará. Tú pintarás las meninas, tú a escribir El Quijote. Un libro, una exposición o un concierto, es una explosión de vida, un regalo de los dioses.
El mundo que te toca es el que tienes que disfrutar, no vas a estar sufriendo siempre
¿Cuando empezaste a soñar con escribir?
De la mano de Salvans, un bendito profesor que nos inició, hasta a los más indómitos, en la lectura. Nos decía ‘un libro es un amigo que no te deja nunca, te da todo y no pide nada a cambio’. Él me inició con [Emilio] Salgari y [Julio] Verne… En esa época estábamos separados, chicos en una clase, chicas en otra. Luego descubrí a Jack London y a [Ernest] Hemingway. De ahí pasé a pintar, a intentarlo. Ahora me doy cuenta de que trataba de sustituir eso que no me daba el barrio obrero, las factorías, el humo, los coches… Me abstraía para huir de esa sensación de sentirme desubicado. El mundo que te toca es el que tienes que disfrutar, no vas a estar sufriendo siempre, sería estúpido. Por eso necesitamos pequeños paraísos personales.
¿Cuáles son los tuyos?
Los míos son inocentes y benefactores, y tengo la suerte de poder compartirlos. Como este libro, los discos, los conciertos... Buscas una parcela tuya en el mundo, un pequeño lugar incorpóreo ubicado en tu interior. Es intangible, inasible, pero tú lo das, igual que tomas el de otros escritores, músicos, pintores…
La naturaleza es nuestra madre pero hemos creado una sociedad que vive de espaldas a ella, que la agrede continuamente
La teórica del ecofeminismo Vandana Shiva dice que el dolor de la humanidad procede de la ruptura con la naturaleza…
Totalmente de acuerdo. La naturaleza es nuestra madre pero hemos creado una sociedad que vive de espaldas a ella, que la agrede continuamente para fines dudosos. La solución sería unir a toda la tribu, pero tenemos un pequeño problema, que manejar un mundo global es una quimera. Alejandro Magno, los emperadores romanos, o los egipcios, todo ha sido a base de violencia contra los vecinos. Sería bonito cambiar la historia, que hubiésemos aprendido la lección. Pero veo lo que están haciendo en Gaza, Ucrania y África, y es desalentador. No puedo sufrir tanto, por lo que no puedo arreglar yo solo.
¿Tu forma de defenderte es el arte?
Claro. ¿Y cómo no vas a hacer canciones, a escribir relatos o pintar cuadros? Tengo que defenderme un poquito, dar algo de mí, sonreírle a los que me rodean, igual que les pido un abrazo. En muchos casos lo que nos llega, por los medios de comunicación y tantas formas de difundir noticias veraces o falsas, es un poco confuso y lesivo para la salud.
Trato de ser fiel a mí mismo. Nunca he querido ser millonario
¿De dónde surge Títere con cabeza?
Hay mucho de imaginación y de observación. De estar a pie de calle.
¿Te permite tu popularidad observar?
Sí, desde que empecé a darme cuenta de que la música que hacía con El último de la fila estaba empezando a calar, supe que tenía que hacer hincapié en mi condición de músico, no de personaje famoso. Trato de ser fiel a mí mismo. Nunca he querido ser millonario. Durante bastantes años trabajé en grupos de verbena. Me ganaba un sueldecito digno, correcto. Nada del otro mundo. Pero era feliz porque ejercía de músico. Necesitas popularidad para congregar público en tus conciertos, pero me ha interesado siempre más la parte introspectiva.
¿Cómo te ves?
Un ciudadano más, con mis obligaciones y mis derechos. Ese es el secreto, no haberme creído nada. No tengo que ir de incógnito, camino por las calles de mi ciudad y de vez en cuando, en un semáforo en rojo, alguien me saluda. O estoy en un bar y al ir a pagar el cortado, el camarero me dice ‘no, un señor que ya se ha ido, te lo pagó’. Se me respeta, igual que respeto. Siempre pienso en los precios de las entradas. Me aplico esa enseñanza tan básica que viene de la infancia, no hagas a nadie lo que no te gustaría que te hicieran a ti.
Queremos más cacharros, lujos y placeres. Si el mundo fuese más natural, estaríamos más calmados
Mucha empatía, ¿no?
Por supuesto, estamos todos en el mismo barco, somos monitos dando tumbos. Pero, como decía Siniestro total, ante todo mucha calma. La vida es maravillosa, pero no es un anuncio de refrescos, ni una isla. El centro del mundo eres tú, lo que sientes, lo que das, lo que recibes. Te puedes ir a al Caribe o a Vietnam, pero al final esa es la mochila que llevamos.
¿Qué te pesa en tu mochila?
Me ha tocado un tiempo en el que hay bastantes cosas que no me gustan. Demográficamente somos un peligro porque vamos camino de los diez mil millones de personas, y no nos conformamos con comer y tener un techo. Queremos más cacharros, lujos y placeres. Si el mundo fuese más natural, estaríamos más calmados. No soy un bicho raro, nos pasa a todo el mundo.
No cambio caminar por un bosque por 200.000 mensajes de WhatsApp. Para mí no sustituyen a esa cosa primitiva maravillosa de los olores, o caminar descalzo, esas cosas románticas un poco hippies
Si vives en grandes urbes, puede ser complicado.
Sí, además estamos dirigidos por líderes que nos llevan como a una gran manada, en la dirección correcta. Pero es una falacia, estamos regidos por un neoliberalismo furibundo. Uno de mis relatos plantea una hipotética situación donde medio planeta decide vivir de forma más sencilla, y la otra media en este consumismo desaforado. El problema es que los que corren más, acaban por arrastrar a todos, es una ley física.
¿Qué análisis harías de la actualidad?
En los últimos cien años hemos cogido mucha velocidad y muchos humos. Se hacen cosas estupendas, pero habría que revisar qué estamos haciendo mal. El cambio climático es la madre de los problemas y hay que solucionarlo. Que se nos ponga un paraguas por encima no sólo no nos protege, sino que nos puede hacer caer encima una tromba de desgracias.
¿Tanta tecnología nos hace estar lejos de nosotros mismos?
Totalmente. Hasta hace poco el opio del pueblo era el fútbol, ahora es la tecnología. Si viniese un alienígena, vería a cada persona de este planeta enganchada al móvil. Seguro que peco de anacrónico, pero no cambio caminar por un bosque por 200.000 mensajes de WhatsApp. Para mí no sustituyen a esa cosa primitiva, maravillosa, de los olores, o caminar descalzo, esas cosas románticas un poco hippies. Me agarro a ellas con permiso, sin ofender. Cada cual que haga de su capa un sayo.
Hay que mirar dónde se edifica, pero da la impresión de que se hace oídos sordos a la razón (...). Esta es la primera vez que el motivo de los cambios, cada vez más evidentes y bárbaros, es la actuación humana
¿Qué importancia tiene conocer nuestra historia?
Es un aprendizaje absoluto para saber de qué pie cojeamos. La esencia humana es la misma en cualquier continente, a lo largo de los siglos. Naces de tu madre y empiezas a llorar, la vida significa lucha. El progreso intenta que esa lucha no sea tan cruenta. Merece la pena mejorar, nadie quiere pasar frío, pero hay que buscar un equilibrio. Lo que ha pasado con la dana en Valencia es un ejemplo muy doloroso. Hay que mirar dónde se edifica, pero da la impresión de que se hace oídos sordos a la razón. Alguien dirá, sin la participación del ser humano ha habido una Edad del Hielo. Claro, pero esta es la primera vez que el motivo de los cambios, cada vez más evidentes y bárbaros, es la actuación humana. Es un tema muy serio, supone la supervivencia de las generaciones venideras.
En tu libro cuestionas el querer llegar a los 105 años. ¿Qué supone el afán de alargar la vida?
Una necesidad natural. Todos queremos eso que alguien llamó la tentación de existir. La vida es maravillosa, con sus sombras y sus luces. En Okinawa, esa isla japonesa de gran longevidad, viven en pequeñas comunidades, se alimentan de sus huertos... Pero sobre todo se ayudan unos a otros, se dan aliento y ganas de vivir. Irte ayudar a alguien en Asia será difícil, pero ayudar a tu vecina de la puerta de al lado es fácil…
La jubilación me suena a irte al parking para mamíferos ya acabados
¿Te sigue fascinando el escenario?
Yo soy muy vital, me gusta todo. Ahora me he puesto a escribir este libro de relatos y lo he pasado pipa. De gira, llevo mi cuaderno y en el hotel hago mis acuarelas, creo mi mundo. Si estoy pisando hierba descalzo, no lo necesito. En una gran urbe sí, porque el cemento me machaca. Pienso que he llegado demasiado tarde a un mundo demasiado gastado. No voy a idealizar el pasado, había mil penurias más que ahora, pero sueño con haber nacido en un mundo sin plástico, rotondas o asfalto. Habría polvo, moscas, bichos, pero firmo ahora mismo por estar ahí.
¿Cuando escuchas la palabra jubilación, qué piensas?
Para mí es una palabra inexistente, en mi mundo ideal sigo haciendo cosas siempre. Pero en la realidad las personas deberían poder hacer lo que les gusta, estar con su familia, la tierra… Si me preguntaran cuándo te habría gustado nacer, diría hace 300 años, cuando no habían llegado los blancos. Como Kevin Costner en Bailando con lobos, para hacer un poco de broma. La jubilación me suena a irte al parking para mamíferos ya acabados.
Soy reacio que a pensar que esto tan bonito tiene fin
¿Piensas alguna vez en la muerte?
Soy, cómo decirlo, reacio a pensar que esto tan bonito tiene fin. Lo tiene, lo sabemos, pero juego a que no. Y participo a toda máquina con mi máquina, la de la creación, para intentar estar en el mundo a mi manera. Incluso si escucho esa palabra… Ahora estoy tocando madera.
¿Eres supersticioso?
Lo justo, pero de manera chistosa. Sí, un poco lo soy (risas).
No tengo añoranza de futuro, de lo que no podré ver, pero sí echo de menos un mundo que no he conocido. Una vida más sencilla y rural, con menos cacharrería
¿Hay algo que te gustaría haber hecho y no hayas hecho?
Ostras, sí, me gustaría haber visto más mundo, a pie. La vida del músico son trenes, coches… Echo de menos haberme movido más lento. Yo soy entusiasta de esas personas que emprenden viajes largos en bicicleta, con unas alforjas. Un tipo de aventura así lo he soñado muchas veces. Con todo el respeto, no como turista, sino como viajero, que es muy diferente.
¿Sientes nostalgia de algo?
De haber vivido en un mundo sin contaminación. Cuando paseo por Barcelona o por un poblado íbero, por decir algo, sueño con ese tiempo. No tengo añoranza de futuro, de lo que no podré ver, pero sí echo de menos un mundo que no he conocido. Una vida más sencilla y rural, con menos cacharrería. Y, puestos a pedir, con justicia social, y reparto de riquezas y posibilidades.
De ‘El último de la fila’ recuerdo una felicidad exultante… Quimi y yo estábamos encantados, pero pasaron 17 años y pensamos que ya no quedaba nada en el plato y que seguir rebañando no sería correcto,
¿Podría ser el mundo que construyan los jóvenes?
Está en sus manos, ahora tendrían la oportunidad, y más con la facilidad que hay para agruparse. Te puedes comunicar con medio planeta con un teléfono. Sería bonito pensar que lo van a hacer, porque hay que empezar ya. Claro que es una utopía, lo digo alegremente, pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?
Con El último de la fila abristeis la cabeza a una generación, con esas letras poéticas, filosóficas… Y nos dejasteis pensando, ¿por qué os separasteis?
Recuerdo una felicidad exultante… Quimi y yo estábamos encantados, pero pasaron 17 años y pensamos que ya no quedaba nada en el plato y que seguir rebañando no sería correcto, ni digno de quienes piden respeto. De común acuerdo, decidimos dejarlo y empezar proyectos en solitario. Razones obvias, como las de casi todas las bandas, menos los Rolling Stones (risas). Y hace no mucho hemos publicado Desbarajuste Piramidal, una revisión de canciones. Nuestra amistad perdura.
Qué bonito acabar con cariño.
Sí, nunca hubo ningún tipo de confrontación, ni de pelea. Hicimos siete discos, muchos conciertos, y estuvo muy bien pero, como sabemos, todo termina y está bien que así sea, sería terrible que fuese eterno. No significó ningún estropicio, nos vemos con frecuencia.
Al ver a esta gente joven ayudando en nuestros pueblos del País Valencià, ¿quién no se ha emocionado?
Un amigo que trabajó contigo te define como, básicamente, un tipo amable, en el sentido machadiano de la palabra bueno.
Yo intento pasar por la vida sin molestar, igual que no me gusta que me molesten. Mi modelo es mi abuelo materno, una persona mágica, un hombre de campo que, por no molestar, no abría el pico. Ese tipo de persona discreta, humilde, me ha gustado siempre. Como dices, con ese sentido machadiano.
Quizá sea de lo más bonito que se puede decir de alguien.
No siento ira, ni la tentación de sobresalir a base de golpes en la mesa. Mi canción Compasión y silencio es mi idea de cómo estar en el mundo. Me compadezco, empezando de mí mismo, a ratos de nosotros. Pienso “pobrecitos”, pero también me enardezco porque pienso, qué bonito, en buenas lides, levantarse para tirar adelante. La buena gente, esa masa que ha hecho revoluciones y todo tipo de tropelías, pero también cosas magníficas. Al ver a esta gente joven ayudando en nuestros pueblos del País Valencià, ¿quién no se ha emocionado?
Si puedes, haz lo que te gusta. No podemos dejar la vida para agosto, Semana Santa y Navidad
Qué lección de vida…
A eso me refiero, para mí ese es el sentido de la vida. Darte a los demás, de una manera luminosa.
¿Es esa la vida verdadera de la que hablas?
Para mí es no hacer daño a nadie. Si puedes, hacer lo que te gusta y si tienes que dedicarte a algo que no te gusta, cada día pasar un ratito con amigos o familia, jugar al parchís o pasear. No podemos dejar la vida para agosto, Semana Santa y Navidad.
¿Qué sientes que has aprendido?
Aunque tengo muchísimos defectos, he adquirido una virtud, la paciencia. De joven no era no era nada paciente. También cuestiones más sencillas, como no juzgar. Lo básico para la convivencia.
Te has convertido en un hombre sabio, señor García.
Soy un ciclista, siempre pedaleando para arriba.
Al Tourmalet.
Exactamente.