La pastelería Escribà de Barcelona va por la quinta generación. Christian Escribà no tiene fecha de jubilación, está saliendo paulatinamente de la operativa diaria, dedicándose a la creatividad y a las relaciones con gente que tiene ganas de conocer. Reconoce que trabajar en familia no es fácil, ha pasado diez años separado de su hermano Joan, no han hecho ningún drama, y ahora se han reencontrado. Escribà lleva ocho años estudiando el budismo con su maestro Geshe Kelsang Gyatso, del centro Kadampa de Barcelona.
El último juguete del célebre pastelero es el Ledcake, un pastel con más de dos millones de leds y de tres metros de altura, que se estrenó en el Gran Premio de Fórmula 1 de Montmeló. Lejos queda la mona de chocolate que Pablo Picasso encargó a su padre desde su exilio en París, un encargo que le llegó después de Semana Santa, cuando ya estaba harto de monas. Pero no podía decir que no a Picasso. Levantada la estatua, llegó el momento de hacer la figura de Colón y lo salvó con un huevo cruzado por el brazo de Colón. A Picasso le apasionó el resultado y pagó al chocolatero con una lámina del artista mundial pintada a blanco y negro. Con el tiempo, el padre de Christian Escribà acabó coloreándola. Aún recuerda el enfado monumental de su madre, pero también la satisfacción de su padre con el resultado de su ocurrencia.
Cada mañana le dedico 38 minutos exactos a mi karma a través de unas oraciones
¿El budismo te ha cambiado la vida?
He necesitado resetearme para darme cuenta de que todos vamos en contra dirección. He reseteado un ordenador de 60 años para vaciarlo y empezar de nuevo, pasando de si no lo veo no lo creo, a todo lo contrario: lo que veo sé que no existe. El proceso es lento. Si solo te quedas con la teoría, te sirve para hacerte el chulo en una sobremesa, pero el budismo está pensado para ayudarte a ti mismo y luego poder ayudar a los demás.
¿Tu karma de 20 años es el mismo que con 62?
Es el mismo karma, pero lo puedes trabajar para purificarlo. Cada mañana le dedico 38 minutos exactos a través de unas oraciones. Necesitas fe, que es como la llave del coche. Puedes tener un Ferrari con un motor impresionante, una carrocería aerodinámica y unos neumáticos magníficos. Si no tienes la llave para ponerlo en marcha, solo puedes hacerte un selfie y quedarte con su belleza. Puedes hacer mindfulness sin ser budista y aprender a controlar tu mente. Pero cuando tienes fe, funciona mejor. Es nuestra red wifi, no la vemos, pero la buscamos continuamente para seguir conectados.
Vamos con el piloto automático, de acción a reacción, sin pararnos a pensar
¿Antes no creías en nada?
Con 54 años fui por primera vez a la conferencia de un maestro budista. Me enganché. Antes de, ir tenía mis dudas y me planteaba que podía ser una secta, que igual les interesaba mi dinero, que podía ser un engaño. Me acerqué como un perro de caza con las orejas bien tiesas y mis recelos. En solo una hora, lo que dijo aquel maestro budista me llegó muchísimo, porque no había escuchado tanta sabiduría tan concentrada en tan poco tiempo.
¿Qué fue lo que más te impactó?
Antes asociaba la compasión a la lástima por los demás. Ahora sé que se encuentra en la búsqueda de la felicidad para los demás, en hacerlos disfrutar. Para mí antes la paciencia era la que tenía que tener con los demás, jamás me planteé que empezaba en uno mismo. Descubrí también la importancia de la concentración. Vamos con el piloto automático, de acción a reacción, sin pararnos a pensar. Hablamos más que escuchamos.
Hay que pararse y el problema es que no sabemos, no sabemos ni respirar
¿Nos dejamos arrastrar por la vida sin pensar en lo que realmente queremos?
Necesitamos el móvil, la televisión puesta, la música sonando, hablar. Hay que pararse y el problema es que no sabemos, no sabemos ni respirar. Por eso lo primero que aprendes cuando empiezas a meditar es a respirar.
Hace años eras como una máquina que no podías parar. ¿Ahora eres más zen?
Sigo siendo el mismo, es mi carácter. Que sea budista no significa que esté contemplando o meditando todo el rato. Antes me enfadaba muy a menudo. Nos enfadamos porque nos llevan la contraria, porque nos interrumpen o porque las cosas no salen como teníamos previsto. Sigo enfadándome, pero ahora rectifico mucho antes. Nuestra mente es como un niño pequeño maleducado, nos miramos al espejo, nos duchamos, nos ponemos crema, nos peinamos, escogemos qué ropa nos ponemos e intentamos ganar dinero. Pero nunca nos hemos preocupado por nuestra mente y nos lleva por dónde quiere. La mayoría de las veces no tiene buenas ideas y hay que controlarla. Nos podemos enfadar, ¡no somos unos iluminados!
Estamos aquí para sufrir. Si alguien dice que no sufre, miente.
¿Cómo hago para controlar ese enfado?
Dándote cuenta. Si no lo haces, lo exageras más. Una mente enfadada es una mente ignorante que se crece. Vas a más y te puede llevar a situaciones desastrosas. ¿Si una cosa tiene arreglo por qué te preocupas, y si no tiene arreglo por qué te preocupas? Si te coges a esto, te enfadarás mucho menos. Buscarás la solución o mirarás de darle la importancia que tiene. Si vas por la autopista para coger un avión y el coche se estropea, entras en cólera y empiezas a despotricar: “¿Por qué me tiene que pasar a mí?, ¿por qué tengo tan mala suerte?”. El problema es el coche, no tú.
¿La edad te ha hecho más feliz o ha sido lo que has aprendido?
La gente más inteligente es la que sabe ser más feliz. Para eso no hacen falta carreras, títulos, ni diplomas. Los budistas saben ser felices y decidí que yo quería ser como ellos. Estamos aquí para sufrir. Si alguien dice que no sufre, miente. A medida que nos hacemos mayores, los problemas crecen: enfermamos más, muere más gente de nuestro entorno, sufrimos problemas económicos, más estrés, soledad... Cuando eres pequeño, todo tu entorno te protege. Con la edad, estás más solo, todo se complica y has de estar preparado.
Medito tres horas al día, puedo meditar sobre el amor a los demás, sobre la muerte o la paciencia
¿Te levantas a las cinco de la mañana para meditar?
Medito tres horas al día. Al levantarme, media hora. Después me voy al Club Natació Barcelona y en la cinta, mientras camino un poco rápido, vuelvo a meditar. A las diez me voy a trabajar y durante la jornada saco una hora más. Antes miraba partidos de fútbol, iba al bar con los amigos o me distraía con temas de pastelería. Ahora saco tiempo para meditar. Puedo meditar sobre el amor a los demás, sobre la muerte o la paciencia. Si un día sé que voy a tener una reunión tensa, ese día meditaré sobre la paciencia, porque sé que la necesitaré.
A lo largo de tu vida, has sufrido tres crisis económicas importantes. ¿Caer ayuda a levantarse con más fuerza, como los muñecos con resorte que tiras al suelo y rebotan hasta el techo?
No es tan fácil. Hemos estado a punto de perderlo todo, pero no por dejadez sino por mala gestión. A los creativos nos pueden las ganas, te obsesionas y tienes que hacer realidad tus sueños. Si salen inconvenientes, ya los resolveremos. Esta ha sido mi forma de funcionar. Gracias a jugárnosla, hemos llegado hasta aquí. Ahora ya no estoy para estos inventos, mi mujer Patricia y mi hijo Pol, no se merecen pasar más sustos.
Buscamos la felicidad en todo lo externo, pero está en uno mismo
¿Las crisis vinieron porque pecaste de ingenuo por la edad?
La primera vez, te han tomado el pelo. La segunda, no has estado al tanto. Y, la tercera, es que eres idiota. Entonces, has de decidir dedicarte a otra cosa o cambiar la manera de actuar. No se puede culpar constantemente al resto, hay que asumir las responsabilidades.
¿Eres más feliz ahora que hace veinte años?
Más feliz, sí. Buscamos la felicidad dónde no está y por eso no la encontramos. La buscamos en todo lo externo, en la seguridad, la fama, el respeto. Pero aquí no está, está en uno mismo. La de verdad dura y perdura cuando estás satisfecho. No hace falta que sigas buscando nada más. Encontrar el equilibrio es lo más difícil. Cuando lo encuentras, eres feliz de verdad. Si además lo puedes transmitir y ayudar a tu entorno, entonces eres mucho más feliz. No se vale saber bien la teoría y no aplicarla. Muchas veces mi hijo Pol o mi mujer Patricia, me sueltan: “¿Qué pasa, no hemos meditado hoy?”, o “Esto que acabas de decir ahora es muy budista, ¡sí, señor!”. Esto da mucha rabia, y te pone las pilas (ríe)
Creamos un pastel para celebrar los errores. Me pareció una idea genial
¿Se ha de celebrar todo, incluso los errores?
Con el inventor Pep Torres creamos un pastel para celebrar los errores. Me pareció una idea genial y necesaria, que llegó incluso a oídos de Harvard que contactaron con nosotros. Cuando se produce un error, puedes buscar culpables y poner sanciones o analizar el error para que no se vuelva a repetir. Nosotros decidimos que se tenía que celebrar con un pastel que bautizamos como miscake.
El Dalái Lama dice que lo que más le llama la atención de nuestra sociedad es que perdemos la salud para ganar dinero y gastamos el dinero para recuperarla. ¿Te has encontrado en este punto?
Hace 10 años sufrí un ataque al corazón. En aquella época fumaba, bebía, sufría estrés, tenía exceso de peso y más de 50 años. Mi corazón “petó”. Aprendí y actualmente gozo de buena salud.
¿Te has planteado la reencarnación?
¡Venimos de tantas vidas anteriores, que no sabemos el mal que hemos podido llegar a hacer! Por eso es importante purificarse. Eso no quita que en el día a día cometas errores, y le hables mal a alguien o tengas un mal pensamiento. El desánimo, el mal humor, criticar, envidiar no son actos muy graves como matar o violar, pero van haciendo mella.
Una mente sabia no critica, alaba las virtudes de los demás
¿Por qué nos gusta tanto criticar?
Es la manera de huir de tu responsabilidad. La felicidad es responsabilidad de cada uno. Nadie tiene el poder de desestabilizarnos, ni de hacernos daño si nosotros no lo dejamos. Pero es una responsabilidad que acostumbramos a pasar a los otros. No hay que confundirse: el coche lo pilotamos nosotros, nada de dejar el volante a otro para mirar el paisaje, porque si nos la pegamos será nuestra responsabilidad. Una mente sabia no critica, alaba las virtudes de los demás.
¿Cómo pasarías mejor tu eternidad como Willy Wonka de “La Fábrica de chocolate”o como Peter Pan?
Los dos tienen muchos puntos en común. He sido Willy Wonka, he sido Peter Pan y ahora soy budista.
¿La gente compra pasteles de su infancia para recordar cuando eran pequeños y recuperar aquella alegría?
Precisamente ahora estamos trabajando con distintos departamentos de Inteligencia Artificial de la universidad La Salle para saber qué mueve a chavales de 17, 18, 19 o 20 años a consumir pastelería. En Cataluña, los domingos siempre habíamos sido de misa, vermut, comida familiar y pastelería. Ya no se lleva. En cambio llevamos celebrando hace tres años los Merry Days en Casa SEAT, convirtiendo el espacio en un mundo de pastelería y es un éxito. Allí se repite la mítica imagen del niño con la cara pegada al escaparate de pasteles, con la boca abierta. Pasa lo mismo con los padres y los abuelos. En el caso de los mayores, imagino que los pasteles les transportan a su infancia.
No sé decir mentiras porque tengo mala memoria y me pillan enseguida. Además dentro del budismo está muy mal visto
¿Hay mucha gente mayor comprando pasteles a escondidas?
Sobre todo los diabéticos (ríe). Aparecen y empiezan a pedir y como los conozco les digo “Pero, ¿tú no eres diabético?”. Entonces responden que sí, que eso se lo comen en la pastelería y que luego aparecen en casa solo con pasteles para diabéticos. Me piden mantener el secreto.
¿Qué haces tú a escondidas?
No sé decir mentiras porque tengo mala memoria y me pillan enseguida. Además la mentira dentro del budismo está muy mal vista, es de cobardes. Otra cosa son las mentiras piadosas, para evitar dañar a alguien.
Vas a un médico, que no sabe que eres pastelero, y te dice que a partir de ahora ya no puedes tomar nada de azúcar. ¿Qué haces?
Dejaría de tomar azúcar porque la salud es importante. Por suerte, hoy en día en la pastelería se pueden comer pasteles sin azúcar. Mi padre fue pionero en este ámbito por necesidad, el médico le dijo que era diabético, pero también comía lo que no debía escondidas. Llegaba del Club Natació Barcelona, entraba por el obrador y lo descubríamos con la camisa llena de migajas de xuxo o de croissant (ríe).
La gente que viene a Escribà viene pecar. Después de toda la semana trabajando, necesitamos nuestro homenaje
“La revolución de la glucosa” es un libro de éxito en el que su autora defiende que somos una sociedad adicta al azúcar. ¿Tus pasteles deberían llevar una etiqueta que dijera “consuma con moderación”?
Has de saber controlarte y volver a comer como comían nuestros abuelos: poquito, equilibrado y variado. Nosotros trabajamos los sin gluten, los bajo en azúcar de Escribà Dreams. Cuando se puso de moda lo vegano, hicimos un postre vegano que tuvimos que retirar porque no se consumía. Igual de bueno que los otros y con el mismo precio. Llegué a la conclusión de que la gente que viene a Escribà viene pecar. Después de toda la semana trabajando, necesitamos nuestro homenaje. Queremos el doble de azúcar, y un buen tazón de chocolate para mojar el melindro. El mejor pastelero del mundo, Pierre Hermé, me dijo un día: “Nosotros somos pasteleros, no somos farmacéuticos”. Y comulgo bastante con él.
¿En tu entierro habrá pasteles con piruleta de chocolate?
Mi equipo dice que me harán un ataúd de Porexpan con merengue y brochetas (ríe). Mi adiós ha de ser un día más. Tal como me estoy preparando, pueden estar tranquilos porque me iré a un mundo mejor. No quiero que la gente sienta pena. Han de tener claro que soy una persona que siempre he hecho lo que me ha dado la gana, unas veces me ha salido bien, y otras mal.