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Lee Miller, un demonio con cara de ángel

En femenino

Sus desnudos enamoraron a Man Ray y Picasso, pero se negó a ser un objeto. Fue modelo, fotógrafa, periodista de moda y reportera de guerra

Un visitante contempla una foto de Lee Miller tomada por Man Ray durante una exposición en la National Portrait Gallery de Londres.

Dan Kitwood / Getty

Lee Miller (1907-77) posa desnuda sobre su cama con las piernas abiertas en actitud provocadora. La fotografía, una de las más desconocidas de la artista, sorprende no solo por su gran carga erótica, sino sobre todo por el autor: su padre. Theodore Miller, fotógrafo aficionado, empezó a retratar a su hija sin ropa cuando tenía 8 años. Estos desnudos, que calificaba de artísticos y a los que a veces se unían amigas de la joven, duraron hasta bien entrada la adolescencia.

La vida de Miller estuvo marcada por su espectacular belleza, y empezó con una infancia trágica: un cuidador contratado por la familia la violó a los 7 años, aunque hubo quien sospechó de su padre, tras ver las perturbadoras fotografías de la niña. Siempre fue una chica rebelde, famosa por ser expulsada de todos los colegios a los que iba, hasta que un despiste al cruzar la calle a los 20 años cambió su vida.

Condé Nast quedó tan impresionado por sus rasgos que poco después Miller ya era portada de ‘Vogue’

Un desconocido la salvó de ser atropellada en Manhattan. Su nombre: Condé Montrose Nast, fundador de la revista Vogue. Quedó tan impresionado por sus rasgos que unos meses después Miller ya era portada de la publicación, y en poco tiempo se convirtió en una de las modelos más famosas del país.

En 1928 protagonizó el primer anuncio de tampones, hasta entonces hechos con ilustraciones, y se erigió en musa del fotógrafo estrella del momento, Edward Steichen. En esta época conoció también a Charles Chaplin, uno de los cientos de amantes que le atribuyeron a lo largo de su vida.

Sin tapujos

Pero a Miller no le bastaba con posar y ser deseada. Soñaba con ser fotógrafa, y tenía claro a quién quería tener como maestro: su admirado Man Ray, el gran genio surrealista. No conocerle de nada y que viviera en París no fueron impedimentos para ella. En 1929 lo dejó todo, se plantó en el café de Montparnasse que él frecuentaba y se presentó sin rodeos: “Le dije directamente que era su nueva estudiante. Él dijo que no aceptaba alumnos, pero que, en cualquier caso, se iba a Biarritz de vacaciones. Yo le contesté: ‘Lo sé. Yo también voy’. Y lo hice”.

Salvador Dalí y Man Ray fueron dos de los muchos intelectuales con los que trató la modelo y fotógrafa.

Dominio público

Así empezó una relación profesional y sentimental que duró tres años y que cambió la historia de la fotografía. Juntos inventaron la solarización, una técnica que se haría célebre entre los vanguardistas. Pero la rivalidad entre ambos y, sobre todo, las infidelidades de Lee acabaron con la pareja. Su filosofía del sexo libre impactaba incluso a sus promiscuos amigos, como Hemingway , Dalí o Picasso . Man Ray quedó devastado tras la ruptura y estuvo a punto de suicidarse varias veces.

Desde el frente

Lee Miller se casó en dos ocasiones, la última con el artista Roland Penrose, con quien se fue a vivir a Londres y tuvo un hijo. Allí volvió a dar un giro a su carrera: empezó a escribir como corresponsal de Vogue especializada en moda hasta que, escandalizada por los estragos que la Segunda Guerra Mundial estaba causando en Europa, decidió marcharse al frente como reportera de guerra.

Lee Miller (la segunda por la dcha.) con otras mujeres corresponsales de guerra durante la Segunda Guerra Mundial en 1943.

Dominio público

Fue de las pocas mujeres que informaron desde primera línea y una de las primeras fotoperiodistas en entrar en el París recién liberado. Sus imágenes y crónicas para Vogue sobre los campos de concentración de Dachau y Buchenwald son escalofriantes: “Os ruego que me creáis. Esto es cierto”, escribió a sus compañeros de la revista al enviarles las fotografías de las atrocidades.

Se hundió en el alcohol, dejó de trabajar y dedicó sus últimos años a cocinar e inventar recetas eróticas

Su belleza le abrió muchas puertas entre los soldados aliados, tantas que logró colarse en la casa de Hitler en Baviera y meterse desnuda en la bañera del Führer, una de sus fotos más famosas.

El conflicto le dejó duras secuelas psicológicas de las que no pudo recuperarse. Se hundió en el alcohol, prácticamente dejó de trabajar y dedicó sus últimos años a cocinar e inventar recetas eróticas. Entre ellas, sus famosos “pechos rosas de coliflor”.

Murió de cáncer a los setenta años tras demostrar, como ella misma dijo, que no era simplemente una cara bonita: “Parecía un ángel, pero por dentro era un demonio”.

Este artículo se publicó en el número 546 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.