Simone de Beauvoir, atrapada entre hombres
Feminismo
La escritora francesa Simone de Beauvoir es una de las figuras más reconocidas de la lucha por la igualdad de la mujer en el siglo XX. Pero no le fue fácil lidiar con sus contradicciones, incluida la relación con los hombres de su vida.
Marxista convencida, pero pasiva en la resistencia; oveja negra de la burguesía, pero acomodada a fin de cuentas; feminista, pero atrapada entre los hombres; bisexual, pero no abiertamente... Las contradicciones de la novelista y filósofa francesa Simone de Beauvoir, polémica en las formas y con un carácter nebuloso imposible de descifrar, se remontan a sus orígenes.
De Beauvoir nació en el seno de una familia católica y burguesa al borde de la ruina por culpa de las nefastas inversiones de su padre, abogado. Cuando ella contaba once años, se trasladó a un piso sin ascensor ni agua corriente. El padre encontró trabajo como vendedor de publicidad en un diario, pero la pérdida de su estatus lo sumió en una depresión, que ahogaba en alcohol y burdeles. La madre aguantaba el tipo a duras penas.
Adiós al hogar
Pese a esta lamentable situación, ella y su hermana Hélène siguieron recibiendo una educación elitista y privada. Pero De Beauvoir pronto se rebeló contra las imposiciones. En sus memorias relata cuándo perdió la fe: a los quince años, una noche en que se asomó a la ventana y se dijo que ya no creía en Dios.
Sartre fue su pasaporte a los círculos intelectuales parisinos
Simone también dio la espalda a su familia y entorno social. La joven solitaria se refugió en la escritura y, ya independizada, cursó estudios de Filosofía. En la universidad conoció al que sería su compañero durante más de medio siglo, Jean-Paul Sartre. Él fue su pasaporte a los círculos intelectuales parisinos y su contacto con el nuevo pensamiento existencialista, paradigma de la libertad en su generación.
Sin imposiciones
Tras graduarse en 1929, trabajó como profesora de Filosofía en varias ciudades hasta que un velado escándalo sexual (seducir a una alumna) la obligó a abandonar la docencia. El disgusto duró poco. Aquel mismo año, 1943, saboreó el éxito con su primera novela, La invitada, lo que la animó a centrarse en la escritura.
Poco después empezó a colaborar en la revista política que dirigía Sartre, Les temps modernes, y realizó con él una serie de viajes por Cuba, Rusia, China y Vietnam en defensa del comunismo. A su paso por EE.UU., donde impartía clases, inició una relación apasionada con el escritor Nelson Algren que se prolongaría casi diecisiete años. Una de las muchas consentidas por el pensador.
La Beauvoir reivindicativa
“No se nace mujer, se llega a serlo”, afirma la escritora en El segundo sexo (1949), su obra más polémica y la que le valió su puesto en la historia. Beauvoir reivindica para la mujer un modelo social y familiar alternativo, y aboga por la independencia económica para desvincularse del hombre.
La publicación de este ensayo sacudió Francia, un país que había inaugurado el voto femenino hacía cuatro años y cuya población había quedado tan mermada por la guerra que se adjudicó a la mujer la misión de dar hijos a la patria.
En la década de los cincuenta recibió el Premio Goncourt por la novela Los mandarines
Sobre el libro, un éxito de ventas, llovieron piedras: el Partido Comunista lo tachó de “familiarista”, y los conservadores, de “antipatriótico”. Tuvieron que pasar veinte años para que el Movimiento Francés de Liberación de las Mujeres lo adoptara como libro de cabecera.
Libre y comprometida
Paradójicamente, Simone no sabía vivir sin amor. En los cincuenta inició una relación con el comunista Claude Lanzmann, diecisiete años menor que ella y el único hombre con el que convivió. En aquella década recibió el prestigioso Premio Goncourt por la novela Los mandarines.
Los sesenta supusieron para la pareja Sartre-Beauvoir una militancia más estrecha: se manifestaron en contra del colonialismo en Argelia y de la guerra de Vietnam , y participaron en el Mayo del 68.
En 1971 Simone volvió a ser noticia al firmar el Manifiesto de las 343, donde reconocía, junto al resto de las mujeres que lo suscribían, haber abortado, una práctica por entonces ilegal.
En aquella época, la salud de Sartre empezó a empeorar, y De Beauvoir no se separó de él hasta la muerte del pensador, en 1980. Un año después vio la luz su último libro, el único que Sartre no leyó, La ceremonia del adiós, un crudo homenaje a su compañero.
Tras su desaparición en 1986 a causa de una neumonía, Simone fue enterrada en la misma tumba de Sartre y con el anillo que Algren le regaló al poco de conocerla. De Beauvoir fue una mujer revolucionaria a quien “la verdad y el futuro”, según afirmó, “han dado la razón”... en algunos aspectos.
Este artículo se publicó en el número 486 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.