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Juan Luis Vives, el humanista desconocido

Renacimiento

Amigo de Erasmo de Róterdam y Tomás Moro, consultado por Carlos V y Enrique VIII... ¿Cómo es que nos suena tan poco?

Retrato del humanista valenciano Juan Luis Vives.

Ipsumpix / Corbis via Getty Images

Mantuvo una estrecha relación con algunos de los mayores humanistas de la Europa del Renacimiento, como Erasmo de Róterdam y Tomás Moro. Dio consejos a un papa, Adriano VI, y también a monarcas como Carlos V, Francisco I, Enrique VIII y Catalina de Aragón. En la actualidad, sin embargo, no recordamos como se merece a Juan Luis Vives (Valencia, 1492-Brujas, 1540), un genio de talla internacional.

La obra de Vives da mucho juego en muchos sentidos. Se le ha visto, por ejemplo, como un precursor del pensamiento europeísta. Esta era la opinión que defendió el historiador italiano Mario Sancipriano en los años cincuenta, en la época de la construcción del Mercado Común.

El profesor de Filología Latina Francisco Calero, en una introducción a sus obras, sostiene que el pensador valenciano fue el humanista que en más ocasiones utilizó la palabra Europa en un sentido no geográfico. En cambio, Erasmo no lo emplea con ese significado ni una sola vez, y eso no ha impedido que se le considere “prototipo del hombre europeo”.

Perseguidos

La sombra de la Inquisición se proyecta sobre su vida desde el principio. En 1492 los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos, y él pertenecía a una familia de este origen, convertida poco antes al catolicismo. Eso la hacía sospechosa a ojos de los denominados “cristianos viejos”, que tendían a cuestionar la sinceridad de sus nuevos correligionarios.

La Sorbona en la actualidad. En el siglo XVI estudió en sus dependencias Juan Luis Vives.

Karl Blackwell / Getty

Pese al cambio de religión, el Santo Oficio iba a ensañarse con los Vives. Primero procesó a Miguel, un primo de Juan Luis, al que acusó de ejercer como rabino en una sinagoga clandestina. Para evitar problemas, el futuro humanista decidió ir a estudiar al extranjero. Tuvo así la oportunidad de asistir a la universidad parisina de la Sorbona, que en esos momentos contaba con numerosos docentes españoles.

El drama de la persecución no acabó aquí. En 1524, su padre, Luis Vives, murió en la hoguera. Sus hermanas reclamaron entonces la dote de la madre, Blanca March, fallecida años antes y pariente del poeta Ausiàs March. Este dinero se hallaba entre los bienes confiscados a su marido. Para evitar satisfacer el pago, la Inquisición procesó a Blanca por herejía. Su cadáver iba a ser exhumado y pasto de las llamas.

Rechazó una oferta para enseñar en la Universidad de Alcalá de Henares y se instaló en Oxford

Con estos antecedentes, resulta más que comprensible que nuestro hombre rechazara una oferta para enseñar en la Universidad de Alcalá de Henares. Temía por su seguridad personal. Por entonces ya se había establecido en Inglaterra, donde era una figura respetada, que impartía clases en el colegio de Corpus Christi, perteneciente a la Universidad de Oxford.

Estaba, pues, lejos del alcance del Santo Oficio, pero, por razones que se desconocen, no dijo nada para condenar las atrocidades que había sufrido su familia. Se dedicó, por el contrario, a refutar los errores del judaísmo. No obstante, podemos intuir sus sentimientos gracias al elogio que dedica a su progenitora en su tratado sobre la mujer cristiana: “No hubo madre que amara con mayor ternura a su hijo”.

Por el asistencialismo

Su prestigio como sabio le abrió las puertas de las altas esferas: se convirtió en una figura próxima a la reina Catalina de Aragón y al político y humanista Tomás Moro. Su relación con este último no ha recibido gran atención por parte de la historiografía, pero Enrique García Hernán le dedicó un importante estudio en Vives y Moro (Cátedra, 2016).

La suya, como dice este historiador, fue una “amistad en tiempos difíciles”. Los dos intelectuales estaban unidos por inquietudes comunes. Creían que el humanismo había entrado en declive porque sus representantes, en lugar de pensar con independencia, se habían puesto al servicio de los políticos.

Retrato familiar de Tomás Moro, humanista muy próximo a Juan Luis Vives.

Dominio público

En 1526, durante una breve estancia en Brujas, escribió el Tratado del socorro de los pobres. Por esta obra, en la que se propugnaba la intervención del poder público en beneficio de los desfavorecidos, se le considera el precursor de los servicios sociales en Europa.

Las autoridades tenían que procurar que todo el mundo, dentro del territorio en su jurisdicción, se encontrara libre del hambre y de la miseria: “Debe ser particular desvelo de los que gobiernan cuidar, y poner todo esfuerzo en que unos sirvan a otros de socorro, nadie sea oprimido, nadie injuriado, nadie reciba daño injusto, y que al que es más débil asista el que es más poderoso”.

Perdido el favor

De nuevo en Inglaterra, su proximidad a la corte le convirtió en el profesor de latín de María Tudor, futura reina. Su posición no le iba a mantener a resguardo de las turbulencias que se avecinaban, en plena crisis por el proceso de divorcio que había iniciado Enrique VIII. Ante la oposición de Roma a conceder su separación de Catalina, el monarca se proclamó cabeza de la Iglesia en Inglaterra. El cisma ya no tendría vuelta atrás.

Catalina de Aragón suplicando en el juicio contra ella auspiciado por Enrique VIII. Cuadro de Henry Nelson O'Neil.

Dominio público

Al comprender que Enrique no iba a cambiar de opinión, Vives trató de convencer a Catalina para que permaneciera en silencio. ¿Para qué hablar si no iba a lograr nada? El consejo tuvo un efecto adverso: le enajenó tanto la simpatía del rey como la de la reina. Ambos querían que Vives defendiera activamente su postura, así que se sintieron defraudados cuando no fue el caso.

El valenciano vio entonces cómo se le retiraba la pensión que le permitía sobrevivir. Si antes había tenido que huir de España para evitar males mayores, ahora en Inglaterra tenía que hacer lo mismo.

La ejecución en 1535 de Tomás Moro, partidario de la obediencia al papado, demostró lo bien fundado de sus temores. Conmocionado ante la muerte de su viejo amigo, hizo lo posible por difundir su imagen de mártir del catolicismo.

Al advertir que la Reforma protestante no era una simple disputa teológica, Vives propuso un concilio

Vives dedicó sus últimos años a la filosofía moral y la pedagogía. Su libro sobre la enseñanza del latín, de enorme éxito, conoció numerosas reediciones. Murió en Brujas, tras una etapa marcada por la mala salud.

En busca de la coherencia

La obra de Vives resulta atractiva por muchas razones. Nos hallamos ante un testigo del fuerte desgarro que supuso para la cristiandad la Reforma protestante, en un tiempo en que los asuntos religiosos no podían separarse de los políticos.

En un principio se figuró que la discordia no iba a ir más allá de una disputa teológica. Al darse cuenta del error, propuso como remedio la convocatoria de un concilio que ayudara a cicatrizar las heridas. Esta medida demuestra un cierto talante democrático: no pensaba que el pontífice, por ser el jefe de la Iglesia, tuviera que dirigirla atendiendo solo a su voluntad.

El papa Alejandro VI (Rodrigo de Borja), a quien Juan Luis Vives escribió denunciando las inconsistencias de los católicos.

Wikimedia Commons

Cristiano ferviente, criticó con dureza las múltiples inconsecuencias de los católicos de su tiempo, poco fieles en sus actos a sus principios doctrinales. En un escrito dirigido a Alejandro VI expresa su denuncia en términos de gran intensidad: “Si alguien compara lo que Cristo nos mandó con lo que estamos haciendo, juraría que estamos representando una comedia fingida y ridícula cuando asistimos a la misa, y cuando queremos que se nos llame y se nos tenga por cristianos”. Con estas palabras se refería a la actitud de aquellos que predicaban la caridad, pero después protagonizaban disputas violentas contra sus hermanos en la fe.

Otro de sus aspectos innovadores es su pacifismo. Abogó repetidas veces por la paz entre los reyes cristianos, entregados a unos conflictos que solo producían desolación y muerte. En su opinión, las discusiones sobre si una guerra era o no justa no conducían a nada. En la práctica, cada soberano tendía a llenarse de razones para justificar su ambición: “Los pretextos y excusas nunca faltan, mientras no falten los recursos y la ocasión”.

A Enrique VIII le dice que el pueblo no tiene culpa si él emprende una guerra por capricho

Vives no duda en plantear así las cosas incluso cuando se dirige al rey Enrique VIII. Con valentía, le dice que el pueblo no tiene la culpa si el príncipe que lo gobierna emprende una guerra por capricho.

El pacifismo de Vives tiene una limitación: la que se refiere a los musulmanes. Hombre de su tiempo, a fin de cuentas, creía firmemente que los cristianos tenían que unirse contra los turcos.

Dos siglos en el cajón

Los estudiosos han destacado su contribución a campos del saber como la filosofía, la filología, el derecho o la medicina. ¿Hay que extender su aportación a la literatura? Esta es la opinión de Francisco Calero, que le ha atribuido la autoría de diversos textos, entre ellos, el Lazarillo de Tormes.

Estatua de Juan Luis Vives que se puede contemplar en Valencia.

Dominio público

Calero se basa en la comparación entre este clásico de la novela picaresca y los títulos de Vives, pero las similitudes que aprecia no se corresponden con características específicas del valenciano, sino con el estilo de la época. Otros investigadores creen que no es verosímil que un hombre que escribía solo en latín y despreciaba la ficción, por considerarla “mentirosa e inmoral”, escribiera una obra de ese tipo.

Tras su muerte, Vives permaneció muchos años en el olvido. Aunque fue una personalidad de relevancia europea, en España hubo que esperar hasta el siglo XVIII para que se empezara a rescatar su figura.

En la actualidad, la crítica valora la potencia de su pensamiento y la elegancia de su estilo, a la vez que destaca sus conexiones con los personajes más prestigiosos de su época. A pie de calle, sin embargo, apenas se le conoce. En otro país probablemente ya habría sido objeto de novelas, películas y series de televisión.