¿Hubo Ilustración en España?
Los expertos responden
Es común considerar que la Ilustración pasó de puntillas por nuestro país. Preguntamos a seis historiadores por el alcance del movimiento en España
¿Existió en España una Ilustración comparable a la que se dio en el resto de Europa? Tras la pérdida de su imperio europeo en el Tratado de Utrecht (1712), España, bajo la dinastía borbónica, intentó compensar el atraso que la separaba del resto de Europa. Las nuevas ideas, procedentes sobre todo de Francia, anteponían el conocimiento obtenido a través de la razón a los dogmas heredados de otros tiempos.
El camino a la modernidad, sin embargo, no iba a ser fácil. La monarquía hispana trató de abrirse al espíritu de la época sin romper con la tradición ni perder el apoyo de las clases privilegiadas, la aristocracia y el clero. Historia y Vida ha pedido a seis especialistas su opinión acerca de si España se integró en la corriente general del siglo XVIII o siguió, por el contrario, un camino diferente en mayor o menor grado.
La Ilustración no ocupó íntegramente el “múltiple” siglo XVIII. Muy al contrario, existieron otras formas de pensamiento a menudo despreciadas como meras reminiscencias del pasado. Sin embargo, el término se aplica como si una ideología y un pensamiento único se hubieran enseñoreado de la diversidad espacial, política y cultural europea.
La Ilustración española apenas fue utópica y ciertamente no fue innovadora ni extremista. Menos original y brillante que la francesa, no desembocó en una violenta revolución. Frente a la crítica destructiva del pasado, la Ilustración española ejerció un racionalismo crítico vinculado a la reforma y siempre alejado de la transformación radical revolucionaria.
La Ilustración española insertó los dictámenes de la razón en las realidades reductibles y permeables a las reformas
Mientras que la Ilustración francesa, en buena tradición cartesiana, tuvo como axioma “que la realidad se debe ajustar a los dictámenes de la razón”, la Ilustración española insertó los dictámenes de la razón en las realidades reductibles y permeables a las reformas. Una actitud condicionada tanto por convicciones intelectuales como por las cautelas respecto de los peligros que podía implicar romper con la tradición.
Es un mantra repetido por el paleo-progresismo que en España no hubo Ilustración, como tampoco habría habido burguesía ni se habría alcanzado la modernidad. Tuvimos una Ilustración limitada, elitista, protagonizada sobre todo por la nobleza y el clero. Sin embargo, los datos de alfabetización de la España de la época son homologables a los de otros países europeos.
Cierto que la Ilustración española es de segunda división comparada con la Francia de Montesquieu o Voltaire. Pero si hacemos la comparación con otros países, como Italia y Alemania, nuestro complejo de inferioridad disminuye. A la Francia del siglo XVIII la hemos mitificado mucho, sobre todo en el tema de la organización territorial del estado. Parece, en ocasiones, que todos nuestros problemas se reduzcan a no ser como ellos.
Pero la Ilustración española no es despreciable. No pudo culminar sus expectativas por el contexto europeo. Tras 1789, lo que encontramos es el miedo a la revolución expresado en el pánico de Floridablanca, el terror del gran ministro a unos cambios súbitos y radicales.
Existió Ilustración en España, como existió también burguesía (y revolución burguesa) y Renacimiento y feudalismo. La negación de la existencia de todo lo que normalice la historia de España es producto de nuestra visión negativa del pasado, pero también de las constantes advertencias de la Iglesia española sobre los peligros del extranjero y del interés de los reaccionarios por construir una España eterna desde Túbal.
Hubo Ilustración en España y, como en toda Europa, estuvo condicionada por la envergadura de los obstáculos a vencer. En los países del sur, la Ilustración encontró más resistencias, pues la revolución científica del siglo XVII llegó mal y tarde. Feijoo decía que la Matemática era la “ciencia forastera” en España, pero luego tuvimos grandes matemáticos, como Jorge Juan; Bowles añadió que no había visto un solo libro de Química en su viaje a España, pero luego hubo tres españoles que descubrieron un elemento químico: Ulloa, el platino; Delhúyar, el wolframio; y Del Río, el eritronio.
Los logros de la Ilustración española son innegables, por más que haya siempre un lamento en nuestros ilustrados
Rousseau, que tuvo amigos españoles –Carrión, Altuna–, elogió el modo de viajar de nuestros compatriotas, atentos a toda novedad. Fueron miles los españoles que viajaron fuera a “ilustrarse” y hasta se llegó a consolidar un plan para pensionar estudiosos con sede en la embajada de París. También muchos extranjeros desempeñaron cargos de importancia en las academias, en las artes y las ciencias en España.
Los logros de la Ilustración española son innegables, por más que haya siempre un lamento, un quiero y no puedo, en nuestros ilustrados, que fueron conscientes del atraso con que comenzó en España el combate de las Luces contra la burricie y de los riesgos que –antes y ahora– debían correr los defensores de la verdad.
En el capítulo de la Ilustración, como en todos los demás, España no fue diferente. La Ilustración es un fenómeno europeo (e incluso atlántico, pues en muchos casos se implantó en América). España siguió las pautas generales en ese sentido, aunque quizá fue a la zaga de los países más avanzados: sus creaciones culturales fueron en buena parte dirigidas desde el poder (academias, consulados, centros de investigación oficiales), tuvo un carácter más utilitario que humanista y no produjo tantos nombres comparables a las grandes lumbreras europeas (Montesquieu, Voltaire, Hume, Beccaria, Smith, Linneo, Mozart), pero tampoco dejó de obtener logros muy notables (nuevas poblaciones de Olavide, avances en medicina y en ciencias experimentales, expediciones científicas, ensayos de Jovellanos, historia económica de Capmany, teatro de Moratín, pintura de Goya...).
Sí existió en España Ilustración. Actualmente se tiende a valorar el movimiento de las Luces como un movimiento plural, con diversas facetas culturales, sociales, económicas y políticas, y a contemplar los diversos perfiles que adoptó en los diferentes países, así como las transformaciones que experimentó a través de los años.
La guerra de la Independencia causó el colapso del reformismo y de muchos avances conseguidos en el XVIII
Se considera, pues, que no hubo un modelo único de Ilustración. Interesa ver sus modalidades y las influencias diversas entre las diversas figuras ilustradas y entre los diversos países, así como sus limitaciones y contradicciones, que también fueron múltiples. En España hubo Ilustración y con resultados muy positivos en muchos aspectos, especialmente en los sociales, económicos y culturales, incluso políticos.
El impacto de la Revolución Americana y de la Revolución Francesa provocó la crisis del movimiento ilustrado en España, como en otros países. Pero fue sobre todo la guerra de la Independencia la que causó el colapso del reformismo y de muchos de los avances conseguidos en el siglo XVIII.
España no está ni en la Luna ni en otro continente que eI europeo. Los progresos que se hicieron en el siglo XVIII penetraron también en el país. Tecnología civil y militar, medidas urbanísticas, mejora de la enseñanza, nuevos conocimientos en medicina, astronomía y agricultura siguieron los mismos pasos que en el resto de Europa. Las ideas filosóficas más radicales en torno a la sociedad y la legislación: igualdad de fortunas, seguridad del derecho, libertad de expresión, abolición de la esclavitud y de la tortura, también las defendieron algunos españoles.
La cuestión interesante no es la de determinar si la Ilustración obtuvo entonces suficiente respaldo social, sino la de saber por qué ahora no se enseñan sus principios en colegios y universidades y por qué sigue existiendo tanta superstición, fanatismo e intolerancia y tanta ausencia de pensamiento crítico y cosmopolita en estos tiempos. No hay nada menos ilustrado que poner la identidad como principio de convivencia en lugar de la diversidad de opiniones y costumbres. Ni a reaccionarios ni a progresistas actuales les interesa la Ilustración.