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5 afrancesados en busca de la modernización

Para los partidarios de Fernando VII, eran unos traidores que apoyaban al invasor. Ellos, por su parte, creían que España necesitaba modernizarse a través de reformas profundas.

La promulgación de la Constitución de 1812, obra de Salvador Viniegra.

Afrancesados cinco Constitución

La palabra afrancesado se empleaba ya en España durante el reinado de Carlos III, a mediados del siglo XVIII. Se le atribuía el significado de “aquel que imita con afectación las costumbres o modas de los franceses”, lo cual constituía casi una norma entre la clases cultivadas de la época. De hecho, la tendencia era común al resto de la intelectualidad europea, bajo la influencia del espíritu ilustrado francés.

Tras la revolución de 1789 en el país vecino, el afrancesamiento cultural –que tenía, hasta cierto punto, derivaciones políticas– tuvo sus seguidores en la España de Carlos IV. Sin embargo, con la invasión napoleónica de la península y la subida al trono de José I el término adquiere un nuevo matiz. A partir de ese momento se convierte en sinónimo de colaboracionista con el invasor.

Como tal, aun veladamente, se lo refleja incluso en los diccionarios: “El español que en la guerra llamada de la independencia siguió el partido francés”. La evolución de los acontecimientos terminó por ampliar el sentido de esta expresión.

Los sectores más conservadores, defensores de la monarquía absolutista (que encarnaba Fernando VII, entonces en el exilio), lo utilizaron como arma arrojadiza no solo contra los colaboracionistas, sino en general contra todo aquel que defendiese un sistema de reformas para la modernización de España.

Entre los afrancesados de la España de la época hubo intelectuales de primer nivel. Estos son cinco de los más destacados:

Félix Amat (1750-1824)

TERCEROS

Obispo. Fue canónigo magistral de Tarragona, visitador regio de la Real Casa y Colegiata de Roncesvalles, abad del Real Sitio de San Ildefonso, arzobispo in pártibus de Palmira y confesor de Carlos IV. Al regreso de Fernando VII renunció a sus cargos y se retiró a Cataluña.

Leandro Fernández de Moratín (1760-1828)

TERCEROS

Escritor. Autor, entre otras obras, de la comedia El sí de las niñas. Protegido por Godoy, vivió en París el inicio de la Revolución Francesa y se convirtió en partidario de sus presupuestos. Durante el reinado de José I desempeñó el cargo de bibliotecario mayor.

La política fernandina le obligó a exiliarse a Burdeos, donde entabló relación con Goya, y París, donde murió.

Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828)

TERCEROS

Pintor de cámara en la corte de Carlos III y de Carlos IV. Ni ello ni sus pinturas sobre la invasión francesa impidieron que José I le encargara su retrato y le concediera la Real Orden de España.

Su colaboracionismo fue disculpado por Fernando VII. No ocurrió lo mismo con sus ideas liberales, y en 1824 la represión absolutista le obligó a huir a Francia, donde murió.

Juan Antonio Llorente (1756-1823)

TERCEROS

Sacerdote e historiador. Participó en la asamblea de Bayona y fue nombrado consejero de Estado por José I. Como tal, tuvo a su cargo la tarea de supervisar la disolución del Santo Oficio y la supresión de las órdenes monásticas. La subida al trono de Fernando VII le obligó a exiliarse.

Juan Antonio Meléndez Valdés (1754-1817)

TERCEROS

Escritor y magistrado español. Participó en los intentos reformistas de Godoy y, en 1797, fue fiscal general de Madrid. Durante el gobierno de José I se le nombró presidente de la Junta de Instrucción Pública y consejero de Estado. Se exilió a Francia.

Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 437 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com .