El Gijón de Jovellanos
Pocas ciudades deben tanto a un solo hombre. Jovellanos mejoró el trazado de Gijón, impulsó sus infraestructuras y la convirtió en referente de la Ilustración.
Gijón le debe mucho a Jovellanos. La ciudad asturiana, muy alejada en el siglo XVIII de la corte y los centros de poder españoles, fue el campo de pruebas perfecto para que Jovellanos pusiera en práctica sus planteamientos reformistas e intentara hacer realidad su proyecto ilustrado. La ciudad donde nació Baltasar Melchor Gaspar María de Jovellanos la víspera del día de Reyes de 1744 era muy diferente a la actual. A mediados del siglo XVIII era una pequeña villa portuaria que apenas desbordaba los límites de su actual casco antiguo.
Hijo de una familia hidalga, pero no acaudalada, estudió en Oviedo, Ávila y Alcalá de Henares. Cuando regresó en 1790 a Gijón, era un auténtico ilustrado español, político y magistrado de renombre en la corte de Carlos III, miembro de las Reales Academias, brillante ensayista sobre política económica, poeta y escritor de obras teatrales.
El estallido de la Revolución Francesa hizo que Jovellanos acabara perseguido por sus ideas ilustradas, a pesar de ser un patriota leal a la Corona, y fuera desterrado a su ciudad natal.
Un nudo logístico
El modelo que sirvió de guía para llevar a cabo la expansión de la ciudad fue un Plan de Mejoras presentado por Jovellanos en 1782. El Plan de Mejoras incluía el diseño de una trama viaria casi radial, con calles trazadas a cordel; la desecación y el saneamiento de zonas pantanosas, que eran un riesgo para la higiene pública; la construcción de un paseo arbolado, con ejemplares que él mismo costeó y trajo desde Aranjuez; y el levantamiento de un muro de contención que puede verse hoy en el paseo de la playa de San Lorenzo.
Jovellanos también sabía que la mejora de las comunicaciones terrestres era fundamental para el progreso de Asturias.
Su modelo de ensanche, que todavía hoy caracteriza el centro de la ciudad, es uno de los pocos ejemplos de urbanismo ilustrado que se proyectaron en España y el precedente de los que se acometerían durante el siglo XIX.
Jovellanos también sabía que la mejora de las comunicaciones terrestres era fundamental para el progreso de Asturias, hasta ese momento muy aislada de la Meseta por lo accidentado de su orografía. El principado necesitaba una moderna carretera que permitiera surtir a Castilla de los productos de ultramar que llegaban a Gijón. El trazado elegido, a través del puerto de Pajares, es el mismo que hoy enlaza de forma más rápida el principado con León y Madrid.
El despegue indutrial
Cuando Jovellanos llega desterrado a su ciudad natal, lo hace portando una orden regia: inspeccionar las potencialidades de los yacimientos carboníferos de Asturias y elaborar un plan estratégico sobre el sector. La confección de este informe fue la semilla que permitió la industrialización de Gijón y de gran parte del principado.
El carbón era el combustible que estaba alimentando los motores de la Revolución Industrial, y España no podía quedarse al margen. Jovellanos hizo dos propuestas. Por un lado, la necesidad de mejorar los caminos para transportar el mineral de forma más rápida y eficiente desde las minas hasta los puertos. Y, por otro, la conveniencia de crear una escuela de náutica y mineralogía para promover “el cultivo y comercio del carbón creando hábiles mineros y diestros pilotos”. Solo la segunda se llevó a cabo como él proponía. Sería el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía.
Durante los meses que fue ministro, Jovellanos intentó reformar la justicia y disminuir la influencia de la Inquisición, pero le fue imposible.
En 1797 tuvo que regresar a la corte. Como consecuencia de un tímido reformismo provocado por la alianza entre el primer ministro Godoy y la Francia revolucionaria, el ilustrado proscrito fue, para su asombro, nombrado ministro. Durante los nueve meses que permaneció en el cargo, Jovellanos intentó reformar la justicia y disminuir la influencia de la Inquisición. Le fue imposible. Tras ser cesado de su cargo, volvió a Gijón.
En 1801, una escolta armada lo detuvo y lo trasladó a Mallorca. Allí permanecerá preso durante siete años, sin formación de causa ni imputación alguna. Fue liberado unos días después del motín de Aranjuez, que precipitó la caída de Godoy.
Fiel a su país, Jovellanos, que era reformista pero no revolucionario, se comprometerá con la Junta asturiana para ser su representante en la Junta Central, el órgano de gobierno de la España libre. Regresó a Gijón, liberada de las tropas napoleónicas, pero los franceses reconquistaron la ciudad y tuvo que huir por mar a Galicia. Una tormenta le obligó a desembarcar en el pequeño pueblo pesquero de Puerto de Vega (Navia). Enfermo de pulmonía, permanece allí hasta que muere el 29 de noviembre.
Al acabar la guerra con los franceses, su ciudad emprenderá durante el siglo XIX una etapa de crecimiento industrial y urbanístico desarrollado a la luz del camino que había trazado el ilustrado. Poco a poco, con el paso de los años, se irá popularizando un dicho entre sus gentes: “Gijón le debe el mar a Dios y el resto a Jovellanos”.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 566 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.
En 1794 se inauguró la escuela con el nombre de Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía. Su segunda sede y la definitiva se terminó de construir a finales del siglo XIX. La implicación del ilustrado gijonés en el Instituto fue absoluta. Ayudó a seleccionar al profesorado, impulsó la formación de una biblioteca y un museo de mineralogía, dio clases de Humanidades (como buen ilustrado, le preocupaba la formación humanística de los alumnos, no solo la técnica) y se preocupó lo indecible por su sostenimiento económico. Pero quizá el trabajo más relevante que realizó fue la redacción del plan de estudios, que fue uno de los más avanzados de su tiempo. Sin embargo, una institución tan moderna no iba a escapar de la persecución de la Inquisición. La institución eclesiástica no veía con buenos ojos los métodos pedagógicos tan heterodoxos que se aplicaban en la escuela ni lo heterogéneo de su alumnado. Foto: Wikimedia Commons / Nwalme / CC BY-SA 3.0.
Ubicada en pleno casco histórico (en el barrio conocido con el nombre de Cimavilla), la casa natal de Jovellanos es uno de los edificios señoriales más antiguos de Gijón (se construyó en 1548). Consta de dos torres unidas por un bloque-vivienda y un patio interior. En la actualidad alberga una colección de pintura y cuenta con dos habitaciones dedicadas al ilustrado.
El concurrido paseo marítimo de la playa de San Lorenzo no fue proyectado por Jovellanos, pero sí el muro de contención que separa la ciudad del arenal. Lo incluyó en su Plan de Mejoras para evitar que la acción del mar y la arena impidieran el crecimiento de Gijón hacia el sureste. Foto: Vía Flickr.
Tras siete años de cautiverio y otros cuatro años de compromiso político con la Junta asturiana, en plena guerra contra Napoleón, el 6 de agosto de 1810 pisó otra vez Gijón. El recibimiento que tuvo fue entusiasta. La ciudad salió a la calle para recibir a su más ilustre vecino entre vítores y muestras de cariño. La plaza del Seis de Agosto y una escultura ubicada en el centro conmemoran hoy en Gijón ese recibimiento. Foto: Vía Flickr.
La situación del puerto gijonés, en el centro de la costa asturiana y con una comunicación rápida con Oviedo y Castilla (carreteras que estaban construyéndose en ese momento), era la óptima para transportar las mercancías de forma eficaz. Aun así, Jovellanos era muy consciente de las limitaciones del puerto y sabía que a la larga habría que reubicarlo. La zona que eligió es precisamente la que hoy alberga El Musel, el puerto comercial de Gijón, construido a finales del siglo XIX.