El terremoto por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca está teniendo las primeras sacudidas en Bruselas. Después de años de enfrentamiento entre las grandes empresas tecnológicas del mundo y los reguladores comunitarios, ahora los gigantes digitales se sienten alentados por el presidente electo de EE.UU. Las placas tectónicas están cambiando. Elon Musk, dueño de X y el hombre más rico del mundo, ya era considerado el enfant terrible que desafiaba abiertamente las reglas del juego en Europa. Pero otras empresas, como Meta, Apple o Aplhabet (Google), por lo menos en público, pretendían adaptarse a la normativa europea que regula los derechos de los ciudadanos.
Las declaraciones recientes de Mark Zuckerberg denunciando la falta de libertad de expresión en Europa marcan un nuevo paradigma de la escalada: con Trump en la Casa Blanca, se sienten empoderados para la guerra abierta. Ahora, los gigantes tecnológicos estadounidenses denuncian que la regulación frena la innovación, y Zuckerberg incluso ha pedido a Trump que impida a la UE multar a las empresas tecnológicas estadounidenses, considerando las normas de competencia “casi como un arancel”.
La UE considera que las plataformas 45 millones de usuarios deben ser sometidas a escrutinio
El debate es tan candente que formará parte del próximo pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo. “No podemos tener dobles estándares. Si las injerencias vienen de Rusia o China, lo tenemos muy claro, pero esto nos está costando”, advierte la eurodiputada del PSC Laura Ballarín. En la Eurocámara, sin embargo, también hay fervientes seguidores de Musk. El grupo ultraderechista Patriotas por Europa le propuso como premio Sájarov y ahora incluso un eurodiputado del Partido Popular Europeo recoge firmas para promocionarle como premio Nobel de la Paz.
Es difícil encontrar el germen de la situación actual. Una de las causas podría ser la regulación europea del 2016 relativa a la protección de datos, que forzaba a las compañías a pedir consentimiento a los usuarios. Pero todo se ha acelerado con la entrada en vigor de las dos herramientas más poderosas creadas por la UE para regular un mercado muy complicado: la ley de Mercados Digitales (DMA) y la ley de Servicios Digitales (DSA), un instrumento con el potencial de ser más eficaz –y más veloz– que la aplicación de las normas tradicionales de la competencia para abordar posibles casos de abusos de posición dominante en el sector tecnológico y garantizar un terreno de juego justo.
La Comisión rechaza las acusaciones de retrasar las pesquisas ante el miedo a EE.UU.
Desde que se pusieron en marcha el año pasado se han abierto casi una cincuentena de investigaciones por infracciones que tienen que ver con el modo con que los llamados guardianes del acceso de la red solicitan el consentimiento de sus usuarios para diferentes decisiones, las reglas aplicadas a desarrolladores terceros en las tiendas de apps o el trato de los productos propios respecto a los que ofrecen empresas rivales. Las sanciones son numerosas –de hasta el 6% de la facturación–, pero el objetivo real ante rivales con un enorme poder económico para pagarlas es que acaten los límites europeos. Las irregularidades detectadas son variadas. Por ejemplo, Meta es señalada por quebrantar las reglas europeas sobre la protección de datos personales con un sistema de publicidad personalizada que ofrece solamente suscribir un abono con estas plataformas si uno no quiere que su información personal sea utilizada con fines publicitarios, sin dar una opción real a los usuarios. O Apple, acusada de violar las normas de la competencia con los requisitos de acceso a su app store para desarrolladores de aplicaciones.
Por el momento solo se han cerrado dos casos, en ambos con dos grandes operadores, la china TikTok y la estadounidense LinkedIn, dejando de ofrecer un producto que no cumplía con los estándares europeos. Otra de estas investigaciones, la que tiene que ver con X, es la que está más avanzada. Concierne al acceso a los investigadores independientes, a los anuncios y a la verificación de los usuarios, y la Comisión ya ha concluido que X vulneraba la DSA, pero de momento todavía está abierta, en el proceso de pedir más información a la empresa, sin que haya un límite temporal establecido para saber cuándo se cerrará. El viernes, Bruselas anunció que ampliaba la investigación para exigir documentación por dudas sobre el sistema de recomendación de la plataforma.
Sin embargo, el Financial Times publicó esta semana, citando fuentes internas, que la UE está reevaluando sus investigaciones sobre empresas como Apple, Meta y Google, algo que podría llevar a la Comisión Europea a reducir o modificar el alcance de estas investigaciones. Según este periódico, todas las decisiones y potenciales multas se podrían pausar a la espera de que se complete esta revisión. Después, la vicepresidenta de la Comisión Henna Virkkunen rechazó estas acusaciones y prometió que “no ha habido ningún retraso” y que están aplicando “plenamente la DMA y la DSA”.
Lo que sucede es una tormenta perfecta, porque la llegada de Trump coincide con una Comisión que todavía está empezando y que, por el momento, está optando por la máxima prudencia para no despertar la furia al otro lado del Atlántico. Ahora al frente está Virkkunen, y no el francés Thierry Breton, que había sido una pesadilla para Musk y sus compañeros a la hora de reforzar las regulaciones europeas. Al mismo tiempo, estas herramientas europeas son tan nuevas que lo que suceda ahora será una verdadera prueba de fuego para ver si funcionan. Muchos de estos gigantes digitales, con recursos de sobra para los mejores abogados, están buscando las posibilidades de escapar de estas normativas para crear precedentes.
“Ralentizar o pausar las investigaciones sería un gran error por parte de la Comisión Europea, porque sería permitir que estas empresas utilicen el gran poder que tienen para ir contra nuestras democracias. Si la Unión Europea lo hace por miedo a Trump, el acoso nunca terminará”, indica Jan Penfrat, asesor político en la regulación de las plataformas para EDRi, que defiende los derechos digitales en Europa. “Todo nuestro debate público depende de la buena voluntad de un par de personas en Silicon Valley. Espero que como UE intentemos crear un sistema de infraestructuras sociales independientes, incluyendo las redes, para no depender de la misericordia de un billonario razonable”, concluye Penfrat.