La familia. Todo el pesar del mundo cabe en una cocina silenciosa. En unas ropas que ya nadie utiliza. En una cama extrañamente grande. El cronista, que perdió tres cuartos de su vida a raíz del cáncer que le arrebató a su mujer, lo sabe bien. Pero él tuvo cuatro meses para prepararse. Y fue imposible. Y si fue imposible para él, cómo será para quienes han de asimilar el golpe en unas horas... Las familias de Germanwings.
El estupor, el dolor y la tristeza no han abandonado a quienes hace diez años perdieron a un ser querido a raíz de un acto criminal. Un copiloto enajenado, Andreas Lubitz, aprovechó la marcha del comandante al lavabo para encerrarse en la cabina y estrellar deliberadamente el Airbus A320-211 entre Seyne-les-Alpes y Le Vernet, en la Alta Provenza. A bordo iban otras 149 personas (54 españolas, la mayoría catalanas). El aparato cubría la ruta entre Barcelona y Düsseldorf.

La ofrenda floral de este domingo en El Prat
El 24 de marzo del 2015 Eduardo Ruiz tenía 70 años y dos nietos de 6 y 8, que aquel día perdieron a su padre. “Había salido a caminar. Ya en casa, entré en la web de un periódico, como siempre hago. Fue como si la silla se hundiera, como si la tierra me absorbiera. Y la vida comenzó a caer y caer, como el avión”. Eduardo y su familia, como otras muchas, han viajado este lunes a los Alpes para asistir al homenaje anual a las víctimas.
En esas conmemoraciones, explica otro asistente habitual, “lo que más sorprende es el silencio. Nos hemos llegado a congregar más de 300 personas. Muchas ya nos conocemos, después de tantos años. Estás allí, mirando la montaña, en un paisaje idílico si no trajera los recuerdos que trae. Y de pronto te das cuenta de que hay algo extraño. ¿Sabes qué es? El silencio. No es casual: todos tenemos un nudo en la garganta”.
“Es un silencio atronador”, confirma con un oxímoron perfecto Lourdes Bonet, que preside la asociación de familiares del vuelo GWI9525. Ella perdió en la tragedia (imposible escribir accidente) a una amiga, que dejó marido y dos hijas, una de las cuales, Cristina Subirats, es la secretaria de la entidad. “Todas las historias son terribles. En aquel avión viajaban dos bebés, recién casados… Y tres generaciones de una misma familia”.

Homenaje en los Alpes franceses a las víctimas del accidente aéreo de Germanwings
Fue el caso de una abuela, su hija y su nieta, las tres se llamaban Emma y vivían en Sant Cugat del Vallès. Otros hogares perdieron a tres miembros. Un matrimonio y su hija... O un empresario con un hijo, un sobrino y un empleado de su firma, NutriSport, fundada en Mataró y con sede en Argentona. También perdieron la vida una madre y su hija de 8 meses, que habían viajado a España para asistir a un entierro en Huesca.
Otros pasajeros del A320-211 eran amigos y compañeros de trabajo. Una empresa que perdió a tres empleados plantó en los jardines de su sede tres cipreses en su honor. “Dicen que el tiempo lo cura todo, pero no es verdad. Cuando escuchas o lees noticias sobre estas tragedias, piensas que son cosas que nunca te tocarán a ti, que siempre les pasarán a los demás. Y no. No estamos a salvo”, dice M., una viuda que prefiere el anonimato.
Muchos familiares han rehusado hablar con este cronista, uno de los tres enviados especiales de La Vanguardia a Le Vernet, junto al fotoperiodista Mané Espinosa y el redactor de la web Albert Domènech. Con amabilidad, pero firmeza, han dicho que no incluso personas que conocimos entonces y con las que mantenemos una relación cordial. Es comprensible. La llegada de la primavera les trae cada año muy malos recuerdos.

Una placa en homenaje a las víctimas en Le Vernet
Y la herida aún no está cicatrizada. Entre quienes acudieron al al homenaje que se celebró este domingo en la T2 del aeropuerto de Barcelona había varios menores que eran demasiado pequeños cuando estos actos comenzaron a celebrarse. Germanwings (que ahora se llama Eurowings) era la filial de bajo coste de Lufthansa. La compañía fleta cada 24 de marzo vuelos gratuitos para los familiares a la Alta Provenza.
La prensa se obnubila con los aniversarios. Por eso, el interés mediático del domingo en la T2 no tiene nada que ver con el de otros años, aunque el dolor “es siempre el mismo”, como explica Clara Martín, que hizo un parlamento precioso (su carta se puede leer íntegramente aquí), mientras una virtuosa del violonchelo y de otros instrumentos, Núria Conangla decía con la música lo que no se puede decir con palabras.
Lourdes Bonet resumió muy bien esos silencios: “Habéis pasado de vivir con nosotros a vivir en nosotros”. El acto contó con la presencia del president de la Generalitat, Salvador Illa, y uno de sus predecesores, Artur Mas, además del president del Parlament, Josep Rull, y otras autoridades políticas, consulares e institucionales (de Aena, Lufhthansa…). Los más importantes, sin embargo, eran los ausentes. Y los suyos, que depositaron en el monumento de la terminal 150 rosas en su honor.
Muchos tomaron un vuelo poco después de la ofrenda floral. Otros rechazaron la invitación y viajaron en coche. Un grupo de Aragón se desplazó en tren hasta Marsella. En esta ciudad se reunieron los expedicionarios y viajaron en autocar hasta un hotel de Aix-en-Provenze. Hoy saldrán hacia el cementerio de Le Vernet y divisarán desde un promontorio el lugar donde la tristeza invadió sus vidas. Allí, en la montaña.