Cómo inventar y contar grandes cuentos que hagan disfrutar a los niños (o a los adultos)
familia y crianza
La hora del cuento es mágica y puede ser de gran ayuda para el desarrollo cognitivo de los más pequeños
Ser creativo ¿es cuestión de edad o de actitud?
"Cuéntame un cuento. Pero uno tuyo, no del libro". Confieso que la primera vez que escuché a mi hija pronunciar estas palabras, hace ya algunos años, sentí miedo. Como escritora, estoy acostumbrada a inventar historias. Pero lo que ella me pedía, improvisar una sin el refugio de mi mesa de trabajo y del folio en blanco, era algo que no había hecho jamás.
No recuerdo el cuento que le conté aquella primera noche, pero sí algunos de los que vinieron después. Un par de ellos se volvieron célebres en casa, y los repetimos tantas veces que casi pasaron a formar parte de otros rituales nocturnos, como la cancioncita que usábamos para lavarnos los dientes o el vaso de leche caliente con miel de antes de dormir. Incluso llegamos a inventar toda una saga cuya protagonista compartía el mismo nombre y ciertos atributos del carácter de mi hija.
La hora del cuento es uno de los momentos más mágicos para los niños… y también para los padres. Los más pequeños adoran escuchar una buena historia, una actividad especial que fomenta el vínculo familiar y que no puede compararse con otros entretenimientos tales como ver películas, series o escuchar audios.
Un excecelente vehículo de aprendizaje
Según los expertos, los cuentos son también excelentes vehículos de aprendizaje que fomentan, entre otros aspectos, tanto la capacidad de los más pequeños para generar sus propias imágenes mentales, como sus niveles de concentración y capacidad de escucha. Todo ello repercute en una mejora sustancial de su desarrollo cognitivo.
Tamara Chubarovsky, experta en lenguaje, desarrollo infantil y una figura reconocida en el ámbito de la educación Waldorf, puntualiza que es importante que, a la hora de narrar un cuento, el adulto conozca una serie de claves que harán que la narración sea atractiva y que, de paso, ayudarán a fomentar los citados beneficios cognitivos.
Requisitos del buen narradorPara Tamara Chubarovsky, los requisitos para convertirnos en buenos narradores son:
1
Emplear la memoria. Cuando narramos de manera libre conectamos mucho mejor con los niños y, además, esto nos permite un mayor manejo de nuestra expresividad y gestos.
A veces es necesario aprenderse un texto de manera textual e íntegra, pero otras veces no. En el caso de cuentos que van rimados sí es necesario, pero cuando la narración es más libre, podemos utilizar una técnica para aprendernos el cuento que detalla esta experta.
"En vez de aprendernos el texto palabra por palabra, yo propongo que lo que hagamos es describir imágenes. Para ello, memorizaremos cada secuencia como si de fotogramas de películas se tratase. Me haré una foto mental de cada escena: Caperucita yendo por el bosque, Caperucita abriendo la puerta al lobo, etcétera. Y lo haremos en el sentido del propio desarrollo del cuento, o también en sentido inverso".
2
Narrar un solo cuento cada vez. Si narramos varios cuentos en un corto periodo de tiempo, provocaremos que las imágenes de todos ellos se vayan solapando y entremezclando. Finalmente, las más antiguas se borrarán de la mente del niño cuando comenzamos a narrarle una nueva historia. "Pocas imágenes y de calidad. Ahí está la clave para que un cuento vaya más allá de entretener y mantener ocupados a los niños, y sirva para potenciar su desarrollo cognitivo", afirma esta especialista.
3
Describir detalladamente las imágenes que narras. Si queremos generar imágenes de calidad, debemos ser capaces de describir detalladamente cada una de ellas. Es decir, no saltaremos de una imagen a otra, sino que nos centraremos en una y, como si estuviéramos describiendo un cuadro, utilizaremos una narrativa calmada para que al niño le dé tiempo a “pintarlo interiormente” o imaginarlo.
Por otro lado, también es importante que empleemos un tiempo en contextualizar o describir al niño el entorno donde se va a desarrollar el cuento. De esta manera facilitaremos que integre esas imágenes de una manera más sencilla y natural.
4
Emplear gestos de las manos o pequeños muñecos. "Existe una regla básica: a mayor simplicidad del elemento exterior, mayor será la creación interior de imágenes", afirma.
Para entenderlo mejor, aporta un ejemplo muy claro. "Cuando mostramos una película a un niño, todas las imágenes que percibe son exteriores, terminadas, es decir, cuentan con todo detalle. Este tipo de imágenes anula su capacidad de creación propia, porque la imagen viene de fuera y no hay que crear absolutamente nada. Si, por el contrario, únicamente describo y no le muestro ningún elemento externo, mayor será el reto del niño para generar esa imagen".
También es importante recordar que los niños no nacen con esta capacidad. Es alrededor de los 6 años, en general, cuando alcanzan la suficiente madurez para poder escuchar una narración sin ningún tipo de soporte visual . "Esta capacidad de abstracción es sinónimo de madurez escolar. Por eso es importante que durante los años anteriores (a partir de los dos o tres años) seamos capaces de acompañar a los niños con estos elementos simples que apoyen esta visualización pero no interfieran negativamente en su desarrollo", concluye.
5
Manejar correctamente la voz. Es muy habitual que a la hora de narrar un cuento empleemos, sin darnos cuenta, unos cambios de tono para “simular” la voz de un lobo o la risa de una bruja. Si exageramos demasiado este tipo de recurso provocaremos una interferencia importante, ya que esto llamará la atención del niño en exceso, nos convertirá a nosotros en protagonistas y, por consiguiente, reducirá o “cortocircuitará” su propia capacidad para generar esas imágenes mentales.
El tono, por tanto, debe ser neutral, objetivo, aunque siempre expresivo. Porque si es demasiado monótono, esto también dificultará la aparición de imágenes. En definitiva, el correcto manejo de nuestra voz es clave para promover la capacidad de los niños de crear sus propias imágenes mentales.
¿Y qué hacer cuando, como me sucedió a mí, el niño o la niña nos pide de repente una historia inventada? "¿De dónde la sacamos?", se puede preguntar algún padre o madre primerizo e impresionable.
Lo primero que debemos hacer es alegrarnos por ello. Los seres humanos necesitamos historias, tanto los niños como los adultos. Los cuentos nos ayudan a encontrar sentido a la realidad, fomentan la conexión y promueven la empatía. Así que, si su pequeño quiere cuentos, ¡maravilloso!
Algunas ideas para inventarnos unos cuantos, y de paso, disfrutar con ello, pueden ser:
1. Echar mano de objetos cotidianos que tengamos cerca. Recuerdo que cierta vez inventé un cuento acerca de un cepillo de dientes que perdía a su compañero de vaso. Las aventuras de Flossy fueron muy demandadas durante varias semanas. Otra idea puede ser pedirle a nuestra hija o hijo que escoja algunos de sus juguetes u otros objetos que le apetezcan, y con ellos armar un buen argumento.
2. Recordar los básicos. Un buen cuento no puede consistir en meras descripciones o enumeraciones: "Érase una vez una niña que vivía en el bosque. Una vez, la niña fue a la escuela. Otra vez, la niña fue a casa de su abuela…".
Las buenas historias deben contener siempre un planteamiento, un nudo (o problema a resolver) y un desenlace.
3. No pasarse con la moralina. Algunos progenitores aprovechan sus historias para introducir ciertas ideas como: "Y así, Anita aprendió lo importante que era lavarse los dientes todas las noches y comerse el plato entero de brócoli". Antes de caer en esa tentación quizá vale la pena recordar que los niños, aunque sean pequeños, no son tontos. Y si queremos que nos sigan pidiendo cuentos, más vale que privilegiemos una buena narración, divertida y llena de aventuras, por encima de mensajes más o menos subliminales que nos pueda parecer oportuno inocularles.
4. Hacer pausas inspiratorias. Si la idea de tener que contar de corrido toda una historia inventada te asusta, acuérdate del poder de las pausas. Parar a mitad de una historia puede ser un gran recurso para crear expectación. Aprovecha para preguntarle a tu hijo qué cree que pasará a continuación. Respira, siente hacia dónde te llevan tus personajes. Quizá incluso la intervención de tu pequeño te dé ideas para darle un buen giro a tu historia.
5. Implicar al interlocutor. Una de las ventajas de las historias inventadas es que puedes hacer los cambios que quieras sobre la marcha. ¿Que tu hijo quiere que el protagonista sea piloto de carreras en lugar de cantante? Pues lo cambias. ¿Que el viaje por el prado verde se convierte de repente en una travesía por el mar? Estupendo, siempre quisiste hacer un crucero. ¡Imaginación al poder! Se puede cambiar la escena, el ritmo, la localización, los personajes…
La ventaja
En las historias inventadas puedes hacer cambios sobre la marcha
Pedirle al niño que intervenga y nos dé su opinión también le ayudará a ser más creativo y a ordenar sus ideas. Otra idea para hacerles más partícipes del cuento puede ser pedirles una respuesta, o que repitan una frase, como cuando cantamos. Se les puede pedir, por ejemplo, que completen el final de una frase que dejamos en suspenso. Sus aportaciones enriquecerán la historia y harán que se implique mucho más en la actividad.