Bacterias y hongos de los suelos desérticos del norte del África están presentes en los cielos del sur de Europa de forma continuada, independientemente de que se produzca o no un episodio de calima o de lluvia de barro.
Es la conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC) y del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) tras analizar el ADN de las muestras de lluvia recogidas desde 1987 hasta 2014 en el Montseny.
“Desde el siglo XVIII se tenía constancia de que, con determinados vientos, entraban masas de polvo africano, y se pensaba que los microorganismos del Sáhara aparecían solo cuando se producían esos episodios puntuales; ahora hemos constatado que se estaba equivocado y que además de esos episodios de alta intensidad y poca frecuencia estamos expuestos a esos microorganismos a través de otros procesos de baja intensidad y alta frecuencia”, explica a La Vanguardia el investigador del CSIC en el CEAB y director del estudio, Emilio Casamayor.
Puntualiza que la concentración de bacterias y hongos procedentes de los suelos desérticos de África no es la misma cuando entra una nube de polvo sahariano (“en que podemos estar hablando de más de un millón de microorganismos por metro cúbico”) que cuando no es así. “En los episodios de baja intensidad estamos hablando de concentraciones de entre 1.000 y 10.000 microorganismos por metro cúbico”, indica.
Los científicos ven necesario estudiar su impacto sobre la salud y su interacción con las plantas autóctonas
Casamayor precisa que eso no quiere decir que estos episodios de baja intensidad sean menos relevantes desde el punto de vista “colonizador” y de su impacto para la naturaleza y para la salud humana.
“Precisamente eso es lo que hemos de estudiar a partir de ahora: si desde el punto de vista de estos organismos colonizadores es más exitoso llegar millones y millones pero muy de vez en cuando, o llegar poquitos pero a menudo y reproducirse y perpetuarse”, apunta el investigador.
Un nuevo escenario
Polvo del Sahara en el Montseny
El estudio, publicado en la revista Environmental Microbiology, compara el ADN de las muestras de lluvia recogidas por la investigadora del CREAF Anna Ávila durante tres décadas en el Montseny con el de muestras de suelos de desiertos del norte de África y datos genéticos de otros suelos de todo el mundo. También recrea por ordenador el movimiento de las grandes masas de aire. Y concluye que el polvo del desierto, con microorganismos que permanecen vivos, viaja constantemente miles de kilómetros dentro de las corrientes de las capas altas de la atmósfera para, al final, ser arrastrados hacia la tierra a través de la lluvia o la nieve. Este fenómeno puede ayudar a establecer comunidades biológicas en ambientes remotos
Los ecólogos microbianos coinciden en una cosa, que tienen clara: la llegada y presencia de estos hongos y bacterias saharianas es cada vez más relevante debido al cambio climático.
“Estamos desecando cada vez más superficie terrestre debido a los cambios en el uso del agua y de los suelos, de modo que lo que sube a la atmósfera no es lo mismo de siempre; pero es que, además, los gases de efecto invernadero están cambiando el clima, la distribución de anticiclones y borrascas y los patrones de viento, y a la costa catalana, por ejemplo, llega cada vez más viento del sur, de África, donde esos microorganismos antes no llegaban”, explica Casamayor.
Asegura que, aunque los patógenos son una minoría muy pequeña entre esos microorganismos foráneos, los epidemiólogos deberían comenzar a analizar si hace falta que la población, al menos la vulnerable, adopte medidas preventivas cuando hay episodios de baja intensidad como ya se hace en días de calima.
Los investigadores creen que hay que estudiar el impacto que pueda tener la presencia de estas bacterias y hongos africanos en el aumento de alergias o la propagación de genes resistentes a los antibióticos, por ejemplo, así como su interacción con las plantas.