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Los ‘asesinos de Corazones Solitarios’, la pareja que usaba un primitivo Tinder para matar a sus víctimas

Las caras del mal

Los ‘asesinos de Corazones Solitarios’, la pareja que usaba un primitivo Tinder para matar a sus víctimas

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Janet Fay recibió la carta de un tal Charles Martin con gran entusiasmo. La mujer, viuda desde hacía unos años, había puesto un anuncio en el periódico en busca de pareja formal. Era el Tinder de la época. Así que cuando conoció a su pretendiente y este se declaró, no dudó en aceptar su petición de matrimonio. Sin embargo, había un impedimento: la hermana de Charles. Martha protagonizó episodios de celos tan fuertes que el último acabó con la vida de Janet. La mató a martillazos.

Lo que no sabía la víctima es que Charles en realidad se llamaba Raymond Martínez y que Martha Beck era su verdadera esposa. Ambos eran estafadores profesionales que urdían un plan para que el casanova conquistara a mujeres adineradas y así, sacarles el dinero una vez muertas. Esta pareja, apodada como ‘los asesinos de Corazones Solitarios’, dejó a su paso, al menos, tres cadáveres.

El accidente

Ramón Martínez Fernández, más conocido como Raymond, nació el 17 de diciembre de 1914 en Hawai. Hijo de padres españoles, la familia primero se mudó a Connecticut, para en 1932, regresar a España, concretamente a la población de Órgiva (Granada). Se instalaron durante varios años, el padre llegó a ser investido como alcalde y el joven sirvió en la Marina Mercante de España y en la Inteligencia Británica durante la Segunda Guerra Mundial.

El norteamericano se casó con Encarnación Robles, tuvieron cuatro hijos, pero poco después los abandonó con la excusa de buscar trabajo fuera de España. En diciembre de 1945 emprendió rumbo a los Estados Unidos y durante el trayecto en barco sufrió un importante accidente. Según algunos expertos, esto pudo originar un cambio en su comportamiento social y sexual.

Raymond Fernández, foto de archivo

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Todo ocurrió cuando una compuerta de acero cayó sobre él fracturándole el cráneo. En el informe que realizaron sobre el accidente, los médicos concluyeron que Raymond “puede haber sufrido una alteración de la personalidad hasta tal punto que se haya dañado su juicio moral. Así, aunque legalmente esté cuerdo, y su razón no haya sufrido daños, puede haberse convertido en un monstruo”. Parece ser que antes del incidente, este joven de 31 años tenía un carácter afable y era fiel a su mujer, pero tras varias semanas hospitalizado comenzó a mostrar un deseo sexual irrefrenable.

Según sus propias palabras, el donjuán llegó a seducir a más de cien mujeres sin importarle la edad o el físico. Además, empezó a delinquir perpetrando varios robos. “No podía evitarlo, no sé por qué”, dijo en el juicio que se celebró en abril de 1946 y por el que cumplió un año de prisión en Tallahassee (Florida).

Raymond Fernández, una vez detenido

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Fue en su etapa carcelaria donde también encontró un apoyo espiritual. Su obsesión por el vudú y la magia negra le hizo creer que podía influir en las personas a través de la hipnosis y en su propio beneficio. Por ejemplo, lo puso en práctica con el juez que lo condenó y poco después, le redujo la pena y logró quedar libre. Raymond fardaba de tener “poderes mágicos” y más cuando sus conquistas femeninas fueron en aumento.

En 1947, una vez instalado en Nueva York, inició su particular ritual de seducción. A través de los llamados clubes de ‘Corazones Solitarios’ (una especie de agencia matrimonial), que se anunciaban en revistas y periódicos, se hizo con la dirección de mujeres solas o viudas de mediana edad en busca de un romance. En las cartas lograba captar su atención y añadía unos “polvos mágicos” como ritual de magia negra.

Jane Thompson, una de las víctimas de los 'asesinos de Corazones Solitarios'

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Una vez en persona y ya desde la primera cita, las mujeres caían rendidas a sus encantos. Aparte de por el supuesto rito oculto en las misivas, por esa mirada hipnótica de la que estaba tan orgulloso. Muchas de ellas sucumbieron a tener relaciones sexuales el mismo día que lo conocían, e incluso, agasajarlo con dinero o regalos caros. Ninguna parecía resistirse.

Así fue cómo Raymond vio en estos encuentros un filón para crearse un personaje y cometer robos y estafas. Su primera víctima fue Jane Lucilla Wilson Thompson, a la que convenció para que le acompañase en su viaje a España y presentarle así a su todavía esposa. La situación, de lo más surrealista, se saldó con la muerte de la norteamericana en extrañas circunstancias: falleció de un ataque al corazón derivado de una gastroenteritis. La noche anterior protagonizó una fuerte bronca con Martínez y tras amenazarlo con marcharse sola a Estados Unidos, Lucilla murió.

Martha Beck, integrante de los 'asesinos de Corazones Solitarios'

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Al día siguiente, Raymond zarpó de regreso a Nueva York. Nadie sospechó que pudiese tener algo que ver con el fallecimiento de su acompañante. Fueron meses después cuando la Policía española, alertada por una conocida de Lucilla, descubrió que el mujeriego había adquirido una potente droga, la Digitalis purpurea , que afecta al funcionamiento cardíaco.

Pero ya era tarde, Martínez ya había tomado posesión de su herencia con un testamento que él mismo falsificó. Cuando el delincuente se lo enseñó a la madre de Lucilla, esta lo dio por bueno y le entregó todos sus bienes. Además, el galán continuó escribiéndose con más mujeres solitarias. Entre los anuncios que contestó, el de Martha Beck.

Martha y su hombre ideal

Martha Beck, cuyo nombre real era Martha Jule Seabrook, nació el 6 de mayo de 1920 en Milton (Florida). Desde pequeña mostró una personalidad triste y retraída debido a sus problemas de sobrepeso. Sus compañeros de clase se metían con ella y cuando pasó a una pubertad prematura a causa de un desarrollo temprano, sufrió el acoso de algunos hombres. Entre ellos, el de su propio hermano que trató de violarla. Cuando la niña se lo contó a su madre, esta reaccionó violentamente y la golpeó con fuerza. Jamás la creyó y le hizo responsable de lo sucedido. Aquello desencadenó en la marcha del padre cuando Beth tenía diez años.

Terminó el colegio, estudio enfermería y buscó trabajo, pero nadie la contrataba. Así que acabó en una funeraria donde amortajaba a los cadáveres. Tras un episodio de depresión nerviosa, Martha se mudó a California, la ficharon en un hospital militar y se quedó embarazada. El padre no quiso saber nada del bebé y ella optó por mentir a su familia y contar que su marido murió en la Campaña del Pacífico.

Martha Beck, una vez detenida

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Desde ese momento, su vida sentimental fue de lo más profusa quedándose de nuevo embarazada de un conductor de autobús con quien tuvo un fugaz matrimonio de seis meses. Fue por esta época, en 1947, cuando fantaseando con un romance de película puso un anuncio en el periódico. Uno de los hombres que respondió fue Raymond Martínez.

“Físicamente era una mujer que deseaba ser amada tanto como cualquier otra pero sin haber madurado plenamente aún y sin tener el más mínimo conocimiento sobre el sexo”, escribió Wenzell Brown en su libro ‘Introduction to Murder’. Así que cuando conoció a este donjuán creyó que había encontrado al hombre ideal.

Detención de Raymond Fernández y Martha Beck

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Él no pensó lo mismo cuando la visitó en Florida. No porque hubiese estado casada dos veces o fuese madre de dos hijos, sino porque físicamente no le atraía nada. Aunque esto hubiese sido menos traba si económicamente fuese más boyante, que no era el caso. Con estas, Raymond decidió marcharse, pero Martha trató retenerlo escribiéndole una carta de amor. Sus palabras no hicieron mella en este estafador y le instó a que no se volviesen a ver más.

Aquello supuso un mazazo para Martha que intentó suicidarse metiendo la cabeza en el horno. Antes, escribió a Raymond una nota de despedida. Cuando este la recibió, se puso en contacto con ella y la invitó a Nueva York. Pasaron unos días maravillosos y con el tiempo terminaron viviendo juntos. Pero puso una única condición: que él continuase con sus conquistas y estafas. Ella aceptó y se convirtió en su cómplice.

Pareja en el amor y el crimen

Martha envió a sus hijos al Ejército de Salvación, se casó con Raymond e iniciaron su carrera criminal en pareja. El modus operandi era el siguiente: él respondía los anuncios de las víctimas, las seducía hasta que les pedía matrimonio, y una vez casados (él cometía bigamia), Martha se hacía pasar por su hermana y se marchaba a vivir con ellos. Después, ideaban la forma de que Raymond se quedase con todas las propiedades y entre los dos asesinaban a las mujeres.

‘Los asesinos de los Corazones Solitarios’ engañaron a dos viudas, Esther Henne y Myrtle Young, a las que desfalcaron miles de dólares y varios bienes. Esta última falleció de hemorragia cerebral en agosto de 1948 tras ingerir un frasco de pastillas después de discutir con la “cuñada” Martha. Ninguno trató de salvar a Myrtle al quedarse inconsciente.

Myrtle Young, una de las víctimas de los 'asesinos de los Corazones Solitarios'

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Esas mismas navidades y después de gastarse todo el dinero robado a su última víctima, la pareja buscó un nuevo objetivo. Se trataba de la viuda Janet Fay, a la que Martha mató a martillazos en un ataque de celos. Raymond, que se hizo pasar por Charles Martin, culminó el asesinato estrangulándola y metieron su cadáver en un baúl. Lo enterraron en el sótano de otra casa pero ante las sospechas de la familia, decidieron marcharse de Long Island.

Huyeron en dirección a Michigan donde vivía otra de las conquistas de Raymond. Delphine Downing, una viuda de 41 años y madre de una niña de dos, quería conocer al galán y este se presentó en su casa junto a su “hermana”. Era febrero de 1949.

Ryamond Fernández y Martha Beck junto a su abogado (centro)

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Aunque Martha trataba de disimular sus recelos ante la nueva novia de su marido, Delphine se percató de que algo raro sucedía. Así que la asesina la drogó con somníferos y Raymond trató de asfixiarla. Al no conseguirlo, terminó descerrajándole un tiro en la cabeza. La misma suerte corrió la hija de Delphine, a la que Martha ahogó en un estanque. El matrimonio enterró los cuerpos en el sótano, pero cuando pretendían huir los vecinos alertaron de la desaparición de madre e hija y la Policía se personó en el apartamento. Los detuvieron ipso facto.

“¡No soy un asesino promedio!”, exclamó Raymond durante el interrogatorio. “Tengo una habilidad con las mujeres, un poder sobre ellas”, aseguró. Durante varias horas, el detenido relató algunas de las estafas y los posteriores crímenes. El tribunal los acusó de 17 muertes pero solo pudieron demostrarse tres.

Los 'asesinos de los Corazones Solitarios' rumbo a la cárcel

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La prensa siguió al minuto el desarrollo del juicio y los bautizó como ‘los asesinos de Corazones Solitarios’. Fueron cuarenta y cuatro días en los que Beck y Fernández trataron de disculpar sus acciones. Finalmente, los condenaron a la pena de muerte.

Hasta el día de la ejecución por silla eléctrica, los condenados se enviaron numerosos mensajes de amor. “Me gustaría gritarle al mundo el amor que siento por ti”, escribió Raymond. “Ahora sé que Raymond me quiere y puedo afrontar la muerte con alegría”, dijo Martha a una enfermera tras leer la misiva.

Ryamond Fernández y Martha Beck se besan tras una de las sesiones del juicio (marzo 1949)

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El 8 de marzo, los ‘asesinos de Corazones Solitarios’ fueron electrocutados en la prisión de Sing Sing. Horas antes, la propia Beck dijo: “Mi historia es una historia de amor. Pero sólo aquellos torturados por el amor pueden saber lo que quiero decir [...] El encarcelamiento solo ha fortalecido mis sentimientos por Raymond”.

De hecho, su historia fue tan importante en la crónica negra norteamericana que ha servido como fuente de inspiración cinematográfica. Uno de los filmes más destacados: ‘The Honeymoon Killers’ de 1970.