¿Todo es igual? ¡No!

¿Todo es igual? ¡No!

El resultado de las elecciones gallegas no es irrelevante. Obviamente, no lo es para Galicia, que ha tomado, libre y democráticamente, la decisión que le ha parecido más conveniente sobre cómo y por quién quiere ser gobernada los próximos cuatro años. Pero también los resultados se proyectan al conjunto de toda España, ya que las elecciones han venido precedidas por una campaña en la que muchas cuestiones de ámbito extraautonómico han tenido una presencia destacada.

No obstante, de entrada, cabe destacar el éxito del PP. Ha vuelto a ganar de forma contundente, con una mayoría absoluta avalada por una acción de gobierno que los ciudadanos gallegos comparten y aprueban. Esto, por sí solo, es muy significativo; ganar desde el gobierno no siempre es fácil y cuando lo es significa que las cosas se han hecho bien. La victoria del PP tiene acento gallego; no parece coherente hacer una lectura española. Se han repetido los resultados de hace cuatro años, en un momento en que la coyuntura española era diferente. Ahora, se ha ganado porque se ha gobernado bien; lo que pasa en Madrid no ha tenido nada –o muy poco– que ver.

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Lavandeira Jr. / Efe

En Galicia se ha puesto de manifiesto la existencia de dos grandes bloques: el del PP y el de los demás. Como desde hace muchos años. Con una sola e importante diferencia: el BNG se ha consolidado como fuerza decisiva del galleguismo. Mientras el PSOE hablaba de lo que pasa en España, el BNG ha dedicado su tiempo de campaña a hablar de Galicia. Con una visión progresista, pero de Galicia. Y muchos electores, cansados de verse considerados como el simple escenario de una confrontación ajena, han preferido Galicia. En cierta forma, estas elecciones las ha ganado Galicia.

Y el PSOE deberá reflexionar, y mucho. En primer lugar, deberá tomar nota de que sus socios de gobierno, Sumar y Podemos, tensionan la coalición en provecho de no se sabe qué. Critican lo que hacen ellos mismos, debilitan al PSOE y no sacan ningún provecho. Con un mensaje poco fundamentado no calan en la realidad social ni de Galicia ni de muchos otros lugares de España. Tienen todo el derecho a hacerlo; esta es una expresión de libertad. Pero un gobierno no es un laboratorio para experimentos. En un primer momento, la aventura puede interesar; cuando la insistencia no se traduce en realidades, la moda pasa. Ahora, su fracaso también lo ha pagado el PSOE. Una cosa es compartir una investidura; otra, compartir una acción de gobierno.

Mientras el PSOE hablaba de lo que pasa en España, el BNG ha hablado de Galicia

El BNG ha ocupado buena parte del espacio del PSOE. Con inteligencia se ha beneficiado de su colaboración, sin comprometerse ni con un estilo ni con una acción de gobierno. El objetivo era Galicia y lo ha servido con coherencia y tenacidad. De hecho, durante la campaña electoral, el PSOE se empeñó en presentar al BNG como el socio de referencia. Y la gente lo aceptó y prefirió votar al maestro en lugar del discípulo.

Es cierto que todo queda muy igual. Dos bloques estabilizados, con una diferente composición en el llamado bloque progresista. Pero no hay que equivocarse. No todo es igual; hay diferencias que se proyectan al conjunto de España. La percepción de una España muy radicalmente confrontada no parece que se haya reflejado en este resultado. Más participación, un punto más de pluralismo, poco eco del dramatismo que algunos han querido introducir. Un gobierno en Madrid que evidencia su fragilidad, presionado por condicionamientos que chirrían. Aquí, también, todo igual, pero más evidente. ¿Qué hay que hacer? Como mínimo aceptar las lecciones que la realidad impone. ¡Que no todo es igual!

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