El trumpismo contamina

El trumpismo contamina

El posible retorno de Trump a la presidencia de EE.UU. no es una cuestión menor. No se podrá discutir, en principio, la legitimidad. Es decir, los electores norteamericanos habrán manifestado su voluntad de ser gobernados por una persona que no parece identificarse con los valores de la democracia tal como la definieron los padres fundadores de Estados Unidos. Efectivamente, no es un tema menor; tiene un gran significado y nos afecta a todos. Lejos, muy lejos, de su geografía, nos podemos ver gravemente afectados por sus decisiones, por su comportamiento.

Trump es, sobre todo, un símbolo. Evidencia una tendencia populista, reaccionaria y de vocación autocrática que se proyecta al mundo entero. De hecho, otros líderes le están precediendo en esta línea de actuación. En Europa, en Latinoamérica y en otros espacios del mundo de hoy, el trumpismo se instala, crece, marca políticas, ambiciones, nuevos equilibrios. Y Trump, como presidente, avala o consolida esta tendencia. La hace más real, más peligrosa.

FILE PHOTO: FILE PHOTO: Former U.S. President and Republican presidential candidate Donald Trump gestures as he speaks during a rally ahead of the New Hampshire primary election in Concord, New Hampshire, U.S. January 19, 2024. REUTERS/Elizabeth Frantz/File Photo

 

Reuters

La primera pregunta que hay que formularse ante esta situación es ¿qué hemos hecho tan mal como para que esto sea posible? Seguramente, muchas cosas y todas ellas a la vez. Y, también posiblemente, muchas de estas cosas se han iniciado con comportamientos y actitudes de escasa relevancia inicial: descalificaciones frívolas, lenguaje poco respetuoso, menosprecio de las instituciones, políticas insolidarias, construir la demonización del adversario para convertirlo en el enemigo contra lo que todo es posible. Esto ha pasado en EE.UU., pero también en Europa y en muchos otros países. Polarizar para dividir, para legitimar la falta de respeto como expresión de una forma de defensa de un supremacismo ideológico empobrecedor y perseguidor.

Sabemos cómo empieza la posible victoria de Trump. ¿Sabemos cómo evitarla? Esta es una tarea que corresponde fundamentalmente a los ciudadanos de EE.UU. Pero hay que poner difícil la victoria desde aquí, desde casa, desde Europa. Una Europa más aferrada a sus valores se constituye en un ejemplo que ayudaría o podría ayudar a la reflexión de los votantes estadounidenses. Una Europa más solidaria, que no se desentendiera de la suerte de Ucrania, ni del Próximo Oriente, que no abandone el objetivo de la paz en el mundo por razones simplemente económicas. Una Europa más comprometida en la lucha contra las desigualdades. Una Europa que enaltezca la cultura del pacto, que encuentre en el acuerdo la herramienta que da estabilidad al pluralismo.

Es muy evidente el riesgo de la victoria Trump para que lo ignoremos o nos sorprenda

Es muy evidente el riesgo que representa Trump para que lo ignoremos o nos sorprenda si la fatalidad de su victoria se confirma. No es difícil aceptar que muchos de los problemas que nos acompañan en este momento no tienen, ni de lejos, la trascendencia y las consecuencias que la victoria de Trump. Cerrarnos en las pequeñas fronteras de la tribu agrava la situación. Conformarnos con desigualdades irritantes ayuda al populismo trumpista. Menospreciar el sentido institucional estimula el sueño de los que añoran las imágenes del asalto al Congreso de Washington. Instalarse en el extremismo frívolo alimenta el menosprecio trumpista por los derechos de las personas, el valor de la diferencia, el gusto por la discrepancia; la solidaridad como compromiso social.

El trumpismo no es un problema para EE.UU.; lo es también para todos nosotros.

Lee también
Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...