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Caminos de ronda y calas extraordinarias, sorpresas (inesperadas) de Lloret de Mar

Costa Brava

Los nueve kilómetros de costa de la localidad, situada entre Blanes y Tossa, abren la puerta a numerosas actividades

Los caminos de ronda perfectamente integrados en el paisaje de la Costa Brava

Armando Cerra

Todo el litoral catalán se convierte en una sucesión de caminos y sendas que se agrupan en el sendero mediterráneo GR-92. Un itinerario que acoge más de 580 kilómetros desde Portbou hasta la zona meridional del delta del Ebro. O sea que hay excursiones para todos los gustos, aunque parece evidente que una de las áreas más frecuentadas es la Costa Brava, donde cada recodo del camino proporciona una nueva cala, un acantilado tan agreste como hermoso, una roca de formas caprichosas o un bosquete peinado con saña por los fuertes vientos habituales.

Pues bien, un estupendo resumen de todo ello se da cita en un solo municipio. En los apenas nueve kilómetros de costa de Lloret de Mar aparecen muestras de esos elementos del paisaje y alguna que otra sorpresa en forma de monumento histórico o delicatessen gastronómica. En definitiva, que si se viaja a este enclave de Girona es tan imprescindible llevarse el traje de baño como el calzado cómodo para recorrer los caminos de ronda que parten desde el centro de la población. Tanto hacia el sur, hacia Blanes, como al norte para llegar a Tossa de Mar.

Sa Caleta y el Castell de Santa Maria, iconos de Lloret de Mar

Armando Cerra

Este último tiene un inicio espectacular. Tras atravesar el kilómetro y medio de longitud que tiene la playa Gran de Lloret, se alcanza en su último tramo Sa Caleta. Una pequeña cala de apenas cien metros muy usada por los pescadores para dejar sus barcas sobre la arena. Es una de las estampas más típicas de la localidad no solo por la arena, las rocas que delimitan la cala y las aguas transparentes del mar. También porque Sa Caleta está ubicada justo debajo del Castell de Santa Maria.

Pese a su aspecto, jamás sirvió para defender a la población y ni siquiera tiene la edad antigua que aparenta. El Castell de Santa Maria se construyó hace menos de un siglo, en la década de los 30. Y fue el empeño de un industrial barcelonés que se construyó aquí una residencia veraniega evocando el castillo que aparecía en el logo de su fábrica de galletas. Pero ahora su estética es indisoluble de la imagen de Lloret y tras décadas de uso privado, se ha abierto al público con una exposición inmersiva que persigue concienciar sobre lo que cada uno podemos hacer para mejorar la salud del medio ambiente.

La playa de Sa Boadella es la preferida para practicar el naturismo en Lloret

A los pies del propio castillo discurre el camino de ronda que se dirige hacia Tossa. Un trazado que es un sube y baja continuo pero que permite tomarse descansos tan fantásticos como darse un chapuzón en la cala dels Frares o en cala d’en Trons. O si se prefiere se puede llegar de un tirón hasta cala Canyelles, una de las joyas del litoral lloretense y donde se encuentra el único puerto deportivo del municipio.

En ese puerto, la empresa local Kayak Adventure propone una actividad fantástica para visualizar desde el mar la belleza de la Costa Brava. Partiendo de cala Canyelles se recorre toda la playa que le da nombre y de pronto se llega a las inmediaciones del acantilado donde es posible navegar entre rocas, adentrarse en alguna que otra cueva que siempre han conocido los lugareños e incluso se descubren a simple vista unos fondos submarinos repletos de sorpresas como los tomates de mar.

Remando en kayak desde cala Canyelles

Kayak Adventure

Tanto ejercicio físico remando y caminando para llegar aquí despierta el hambre de cualquiera, de manera que sin dejar cala Canyelles se pueden reponer fuerzas en el Gammarus Beach Club, donde el concepto del chiringuito con vistas a la playa se ha llevado a otro nivel. Un buen lugar para acabar el paseo, ya que si se sigue el recorrido por el camino de ronda pronto se adentra en el municipio de Tossa de Mar.

Retornando de nuevo hasta Lloret se puede emprender la ruta hacia Blanes, o sea en dirección sur. Y los puntos destacados comienzan muy pronto, ya que al poco de dejar atrás la playa Gran se dispone de una de las mejores vistas de la población desde el monumento a la Mujer Marinera. No es raro en este mismo emplazamiento hubiera un búnker de la Guardia Civil. Y tampoco es extraño que a unos pasos más allá abran las terrazas del chiringuito Cala Banys, uno de los más frescos y queridos por los lugareños, sobre todo para pasar las primeras horas de la noche.

Monumento a la Mujer Marinera con vistas a la playa Gran de Lloret

Armando Cerra

Desde aquí comienza una breve subida hasta los restos del castillo de Sant Joan, en este caso sí cargado de historia. Es una obra milenaria que se ha recuperado parcialmente, en especial lo relativo a su torre, entre cuya cúspide quedan al alcance de la vista kilómetros y kilómetros de costa. Sin embargo, lo que no se divisa es la siguiente playa que aparece en este itinerario. Es la de Fenals, la segunda más grande del municipio y donde ondea la bandera azul por la calidad de sus servicios.

La bandera azul también distingue al siguiente arenal, el de Sa Boadella. Mucho más pequeño y posiblemente con un encanto asalvajado más atractivo. Quizás por eso es la preferida para practicar el naturismo en Lloret. Por cierto, justo a las espaldas de Sa Boadella está una de las maravillas históricas que dejaron las fortunas de los indianos en la localidad: los jardines de Santa Clotilde.

Interior de la ermita de Santa Cristina mostrando los exvotos marineros

Armando Cerra

También muy vinculada con el pasado marinero de la localidad está la ermita de Santa Cristina, la patrona local. La visita a este templo es obligada para ver cómo antaño los marineros buscaban la bendición dejando exvotos de sus embarcaciones para colgarlas en la ermita. De hecho, la Obrería de San Cristina que gestiona el templo y la finca colindante posee una amplia colección de este tipo de barcos a escala para hacer en el futuro un museo de los exvotos marineros.

Igualmente, la obrería gestiona el parking que utilizan los bañistas que llegan en coche para visitar la ermita, la explanada del pino centenario y también las dos últimas playas del término municipal. Son la playa de Santa Cristina y la de Treumal, ambas preciosas y tan solo separadas por la punta d’Es Canó y sus islotes. Un lugar ideal para terminar el paseo por los caminos de ronda y calas de este tramo de la Costa Brava.

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