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Trakai, el pueblo lituano que delata la religión de sus habitantes por las ventanas en las casas

Mundo insólito

Las viviendas de los caraítas, una religión minoritaria en Trakai, tienen tres cristaleras: una dedicada a Dios; una, a la familia, y una tercera, al duque Vytautas 

Una casa típica de Trakai con tres ventanas alineadas 

Getty Images/iStockphoto

La silueta del castillo de Trakai es una de las más promocionadas por el turismo lituano. Se trata de una bellísima fortaleza medieval de color ladrillo cuyas torres redondas se reflejan en las aguas del pantano que las rodea. Dicen que se trata de la construcción militar más hermosa de todo el pequeño país báltico. La ciudad del mismo nombre se afinca un poco al sur, en una estrecha península que gana terreno a las marismas de Galvé.

El castillo, sin embargo, se asienta sobre una pequeña isla septentrional, y prácticamente ocupa todo su territorio. Muchos visitantes foráneos llegan hasta él, dan una vuelta por sus dependencias y por el irregular patio de armas y se marchan a su siguiente destino de la lista, ignorando la población que le da nombre.

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Trakai es un lugar interesantísimo, mejor emplear unas horas en conocerlo. En primer lugar, por su historia. Los avatares de las fronteras en el este de Europa dan para hacerse un croquis. Pero esta localidad lituana parece tener el récord de intercambio de nacionalidades. 

Desde inicios del siglo XX, a raíz de la Primera Guerra Mundial, ha pertenecido, en diferentes períodos, a Alemania, Lituania, Polonia, la Unión Soviética, nuevamente a Alemania, otra vez a la URSS (pero en la segunda ocasión, asignada a Bielorrusia) y, desde la independencia de las repúblicas bálticas, a Lituania. Si no fuera porque la invasión rusa de Ucrania ha puesto patas arriba las predicciones geoestratégicas de la Europa oriental, parecería que este es el destino definitivo. Pero vaya usted a saber.

El castillo es una de las atracciones icónicas de Trakai (Lituania)

Getty Images/iStockphoto

En la visita a Trakai hay que penetrar en su interesante museo de historia local y por las espectaculares iglesias ortodoxas de la Natividad y la Virgen. Y vagar por las principales calles del casco viejo, admirando la gran cantidad de monumentos y los edificios más recios, que –visto el historial– mezclan y confunden estilos arquitectónicos y sin embargo acaban siendo armónicos, muy del estilo europeo oriental.

Solo los viajeros más perspicaces se darán cuenta de una cosa. Hay bastantes casitas de madera del núcleo histórico que en su fachada más vistosa exhiben tres ventanas idénticas y alineadas. Delatan las creencias firmes de sus habitantes. La primera dedicada a Dios; la segunda, a la familia; la tercera al duque Vytautas. Son viviendas caraítas.

En Trakai han proliferado restaurantes que promocionan su gastronomía tradicional

Los caraítas pusieron pies en polvorosa de Crimea, una península que parece maldita para sus habitantes originarios. También de allí tuvieron que huir los cosacos y, más recientemente, los ucranianos. Cuando los caraítas llegaron a esta zona pantanosa de Trakai, el duque Vytautas les permitió afincarse y respetó su religión, una variante del judaísmo que no cuenta precisamente con el favor del grueso de su comunidad.

Y es que la mayoría de hebreos no reconoce a la comunidad caraíta, que se rige única y exclusivamente por el Tanaj, el conjunto de 24 libros canónicos del judaísmo. Y rechazan la autoridad de la tradición oral y, por supuesto, de todo aquello que a los rabinos se les ocurre tras largas discusiones sobre cómo interpretar la palabra de Dios.

Las empanadillas kybyn de pollo son muy apreciadas en Trakai

Getty Images/iStockphoto

La comunidad caraíta es pequeña (en algunos censos aparecen solo 60 familias, aunque no es un dato fácilmente comprobable) y se deja ver poco, aparte de la conspicuidad de sus ventanas. Sin embargo, en Trakai han ido proliferando algunos restaurantes que promocionan su gastronomía tradicional. 

No necesariamente los conducen cocineros caraítas, en ocasiones solo son chefs que han decidido rescatar ese modo de cocinar. Entre los turistas resulta muy popular, pues se trata de platos energéticos y sabrosos. El estelar es un estofado de carne con mucha salsa, casi una sopa, servido en cazuela de barro y sellado con masa de pan. Se llama canach y recuerda a algunos que se sirven en la Capadocia. 

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Los caraítas hablan una variante del turco, de ahí puede venir la conexión. También son muy apreciadas las empanadillas kybyn de pollo, que se pueden comer mientras se alarga el paseo a los exuberantes parques de Trakai, rodeados de agua por todas partes, paraíso para los aficionados a la ornitología.

Trakai está a tan solo 28 kilómetros de la capital lituana, Vilna, bien conectadas con autobús y tren. Si se acude con coche alquilado, aparcar puede ser un quebradero de cabeza.

Vilna, la capital lituana, se encuentra a menos de 30 kilómetros de Trakai

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