Ilusión por curar
Trabaja en el Hospital de Barcelona, donde sigue operando con el grupo Assistència. Su especialidad, la carcinomatosis peritoneal, es una forma de diseminación de los tumores dentro de la cavidad abdominal que hasta hace muy pocos años era una enfermedad letal: “Conseguimos desarrollar el primer programa de carcinomatosis peritoneal en el hospital de Sant Pau de Barcelona y nos convertimos en centro de referencia, firmamos un convenio con el Ministerio de Salud para extrapolar el programa al resto de España. Vinieron muchos cirujanos de España y Latinoamérica a formarse, pero pensamos que debíamos ir más allá, así que planificamos un programa docente con películas para que cualquier cirujano del mundo pudiera aprender, y mi esposa, que también es cirujana y parte de mi equipo, me regaló una cámara”.
¿Cuarenta años de alegrías y disgustos?
Cuando tienes la suerte de disfrutar con tu trabajo, no te das cuenta del esfuerzo. Los disgustos vienen cuando un paciente no va bien.
¿Cuál es el precio personal?
Un fracaso te condiciona, y te cuesta días volver a coger confianza en ti mismo.
¿Ha recurrido a ayuda psicológica?
No, los médicos somos poco dados a buscar ayuda psicológica porque nos creemos que estamos por encima, y eso habría que corregirlo, un baño de humildad nos iría bien.
¿Qué ha perseguido usted?
Estar bien conmigo mismo y aportar felicidad y sosiego a la gente que está a mi alrededor; sin lo primero, lo segundo es imposible.
¿Lo ha conseguido?
Sí, estoy muy agradecido con mi vida y en especial del cariño de la gente, sobre todo de los pacientes, que son una fuente inagotable de experiencias humanas, algo que añoras cuando dejas la profesión. Y también añoras a los compañeros.
¿Los otros médicos?
Sí, sobre todo los cirujanos, no sabemos hablar de otra cosa que no sea medicina.
¿Qué le han enseñado sus pacientes?
A ser humilde y honesto. Yo les digo a mis alumnos que, si haces una operación arriesgada, el valiente no eres tú, sino el paciente que te ha dado la confianza.
¿Qué le hizo médico?
Siempre me ha atraído la biología; en Colombia, a los 14 años, trabajé para la Fundación Rockefeller en un programa que investigaba los vectores animales en la transmisión de enfermedades tropicales.
¿Qué hacía usted?
Extraer los órganos de los animales para mandarlos a los laboratorios. Sume a eso que vivía en una región, el departamento de Tolima, muy convulsa a nivel social.
¿Usted también quería cambiar el sistema?
Quería una sociedad más justa, sí. Mi padre, que era agricultor, temía que me tirara al monte con los guerrilleros y me mandó a España con 18 años. Yo me entregué a la carrera, vivía prácticamente en los hospitales y olvidé mi ideología radical.
Es usted cofundador de Médicos sin Fronteras en España.
Sí, trabajé en varios proyectos en África y en América Latina de cirugía de urgencia en situaciones de conflicto, como la guerra de Eritrea, en Etiopía.
Allí tuvo un accidente.
Cuando vas a estos países con situaciones peligrosas, a veces crees que por el hecho de ir a ayudar llevas un escudo protector y eso te hace cometer errores. Por norma, estas organizaciones impiden que los expatriados se muevan solos, siempre tienen que ir con un local.
¿Desobedeció?
Sí, fui a pasar consulta a distintos pueblos, se me hizo de noche y me salí de la carretera.
¿Cambió su percepción de la vida?
Tuve una sensación agridulce, en un instante te pasan por la mente todas tus experiencias vitales, y el repaso acabó con un pensamiento que no me gustó: “¡¿Quién narices te ha mandado venir aquí a morir!?”.
Ya.
Es un pensamiento que deja mucho que desear, pero en el que vale la pena profundizar: ¿iba allí por un afán de voluntariado sano o había algo de veleidad, de búsqueda de la aventura o de objetivos personales?
¿Y?
Es una mezcla, lo importante es que seas honesto y lo hagas con profesionalidad. Yo recomiendo a mis estudiantes que dediquen un periodo de su vida a ayudar y, de paso, se den cuenta de que somos muy afortunados por tener una medicina pública.
Trabaja usted con su esposa.
Sí, ella también es cirujana y trabajamos juntos, es difícil, pero también tiene connotaciones positivas, y la primera es que tu pareja entiende tu dedicación.
¿Y la negativa?
Que no descansas de la medicina, son 24 horas seguidas hablando de los pacientes y los problemas.
Con 70 años sigue operando.
Mientras considere que puedo seguir aportando algo a los pacientes y no represente para mí un esfuerzo adicional, seguiré haciéndolo, pero con cuidado.
¿Cuidado con qué?
Que no sea la cirugía la que me aparte, sino que me aparte yo. Es muy importante saber parar. Mis intervenciones ya no son diarias.
¿Qué ha entendido de la vida?
Que es un privilegio, en mi caso he disfrutado de un trabajo que no es un trabajo, volvería a hacer exactamente lo mismo, con equivocaciones incluidas.
¿Qué añadiría a los estudios de medicina?
Reforzaría la relación médico-paciente, me parece esencial para la sanación del paciente y para la salud mental del médico.