El marqués de Comillas y sus negocios esclavistas

Entre libros

Martín Rodrigo expone en 'Un hombre, mil negocios' las evidencias de la trata de esclavos en las actividades de Antonio López y López

Estatua del marqués de Comillas en Barcelona antes de su retirada en 2018.

Estatua del marqués de Comillas en Barcelona antes de su retirada en 2018.

Canaán /CC BY-SA 3.0

Amasó la mayor fortuna de la próspera Cataluña a vapor, al fundar el grupo empresarial puntero de la Restauración borbónica. Padre de la primera multinacional peninsular (Compañía General de Tabacos de Filipinas), garante de la conexión global en el imperio menguante (Trasatlántica de Vapores) y prestamista de la Corona y la guerra en Cuba (Banco Hispano Colonial), nadie movió los hilos económicos en la España finisecular del XIX como Antonio López y López.

El primer marqués de Comillas ha sido, desde entonces, un tótem capitalista a tal grado que, aunque falleció en 1883, su figura continúa impactando hoy. Se recordará la controversia de 2018, cuando el ayuntamiento de izquierdas de Barcelona retiró una estatua dedicada al magnate. El consistorio argumentó que no podía seguir teniendo en un pedestal a un negrero, y hubo quienes tacharon de injusta y anacrónica esta damnatio memoriae. Un hombre, mil negocios busca ser la pieza de evidencia que faltaba en este juicio de la posteridad. Su veredicto no podía ser más claro.

Por vía legal y clandestina

Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Pompeu Fabra y vinculado a la Academia de la Historia de Cuba y al CSIC, Martín Rodrigo ya había publicado una biografía de López hace veinte años. También, estudios sobre la trata trasatlántica peninsular y su contexto, los intereses económicos coloniales. 

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El nuevo ensayo de Rodrigo cruza información de estas materias y hurga en actas notariales, anuncios de prensa y otras fuentes para reconstruir un negocio sucio, que el propio Comillas quiso ocultar. Aunque examina toda la trayectoria del empresario, destaca su lupa sobre el período previo a su regreso indiano, ya con un capital para jugar en las grandes ligas. Parte de esos recursos los había generado en Cuba como traficante de seres humanos, lo que ya se sabía, pero ahora se conoce el cómo.

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El autor revela que, entre 1844 y 1856, el inversor no solo mercadeaba en la isla con esclavos criollos, todavía legales en una colonia que, solo en el siglo XIX, casi duplicó todos los negros importados por EE. UU. desde el XVII hasta la guerra de Secesión. El futuro marqués, asimismo, blanqueaba bozales, mano de obra secuestrada en África, algo punible, para revenderla, con papeles fraguados, a las plantaciones. Todo esto con la connivencia de autoridades sobornadas y entre quejas del Imperio británico. Rodrigo aporta pruebas de ello.

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