Traudl Junge, la secretaria arrepentida de Hitler
Tercer Reich
Hace 100 años nació la que iba a ser la secretaria más conocida del dictador alemán. Sus memorias fueron una de las fuentes de la película ‘El hundimiento’
Era joven y tenía proyectos. Hasta entonces, su vida laboral no había sido muy satisfactoria, pero se sabía eficiente y trabajadora. A diferencia de muchas de sus amigas, no sentía un gran interés por los hombres. En realidad, Traudl (Gertraud) Humps solo quería una cosa: ingresar en una compañía de ballet, tal como había hecho su hermana menor, Inge, y eso únicamente podía lograrlo en Berlín.
Abandonar un trabajo en tiempos de guerra resultaba difícil, y mucho más cambiar de residencia. Pero, en la primavera de 1942, después de superar múltiples obstáculos, se instaló en la capital. Fue gracias a la recomendación del jefe de la Cancillería privada del Führer –Albert Bormann, hermano de Martin–, obtenida a través de una amiga de su hermana.
Todo funcionó a la perfección. No solo pudo trasladarse, sino que logró un puesto de administrativa en la Cancillería del Reich, mientras buscaba su oportunidad para bailar. Fue entonces, a los 22 años, cuando la diosa Fortuna –al menos, así lo creyó ella– llamó a su puerta. Una de las secretarias personales de Adolf Hitler abandonó el servicio para casarse. Urgía llenar la vacante, y se iba a cubrir con personal de la Cancillería. Traudl se presentó sin dudarlo.
La prueba tuvo lugar en el frío y desolado ambiente de la Guarida del Lobo en diciembre de 1942
La prueba tuvo lugar en el frío y desolado ambiente del Cuartel General del Führer en la Prusia Oriental (la Guarida del Lobo) en diciembre de 1942. Fuese porque era joven y bávara –Múnich se consideraba la capital del movimiento nacionalsocialista, y Hitler sentía un cariño especial por esa ciudad–, por sus habilidades taquimecanográficas, por la recomendación de Albert Bormann o por las tres cosas a la vez, la vacante fue suya.
Había obtenido el anhelado puesto: se había convertido en una de las secretarias personales del Canciller del Reich. Como dijo años después: “Pensé que estaría en la propia fuente de todos los acontecimientos, pero en realidad, estuve en un punto ciego”.
La familia Humps
La atlética y algo estrábica Traudl había nacido en Múnich el 16 de marzo de 1920. Su padre, Max Humps, era un maestro cervecero nacionalista que había formado parte del ultraderechista Freikorps Oberland, uno de aquellos cuerpos francos que en los primeros tiempos de la República de Weimar había combatido a los comunistas con las armas. Posteriormente se afilió al recién nacido Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). En sus filas participó en el Putsch de la Cervecería, y logró alcanzar un alto puesto en la organización años después.
Estaba casado con Hildegard Zottmann, severa hija de un general retirado. Este se había opuesto a una boda que, a su entender, degradaba su posición social, pero la joven se salió con la suya. Del matrimonio nacieron dos niñas, Traudl e Inge. Sin embargo, al poco de nacer la más pequeña, el padre se fue a buscar fortuna a Turquía, desentendiéndose de la manutención de la familia.
La empobrecida sociedad alemana, que apenas se había recuperado de la pasada hiperinflación (una jarra de cerveza llegó a costar más de tres mil millones de marcos), daba muy pocas oportunidades a una mujer abandonada y con hijos. Así que, tragándose su orgullo, la joven fue a pedir ayuda su padre, que la recibió con desdén. El general retirado no solo aprovecharía cualquier ocasión para humillar a su hija, sino que la mantendría al borde de la indigencia reduciendo su asignación al mínimo, a pesar de sus notables recursos.
La vida de Hildegard no resultó fácil, lo que se tradujo en una notable falta de cariño hacia las niñas. Mientras tanto, Max Humps, que había logrado cierta posición, requirió el traslado de su familia a Anatolia. Fue respondido con una solicitud de divorcio que se materializó tras un doloroso trámite, sobre el que se cernió la sombra del abuelo materno.
Ser joven en el Reich
Cuando Traudl cumplió los quince años, el régimen nacionalsocialista estaba ya plenamente asentado. En 1935 ingresó en la Bund Deutscher Mädel (Liga de Muchachas Alemanas), donde recibió las máximas típicas (el lema de la asociación era: “¡Sé fiel, sé pura, sé alemana!”).
Aunque Traudl nunca se afilió al partido, la idealizada imagen de Hitler fue calando en su interior
Para los escolares, la figura de Hitler era la de un ser paternal que se desvivía por garantizarles, como alemanes y arios que eran, un futuro mejor. Ni su madre ni su abuelo eran nazis, pero, aunque Traudl nunca se afilió al partido, la idealizada imagen de Hitler fue calando en su interior.
Aunque lo que más deseaba era bailar, lo cierto es que al acabar el bachillerato dirigió sus pasos, más por obligación que por devoción, hacia la Escuela de Comercio, donde se formó como secretaria. Tras algunos trabajos de corta duración, terminó, como hemos visto, siendo parte del reducido círculo de quienes asistían directamente al Führer.
El centro de poder
Los meses que trabajó para Hitler fueron cuando menos extraños. Aquel era un universo cerrado en el que resultaba tan difícil entrar como salir y que, a medida que las armas germanas retrocedían, fue aislándose cada vez más del mundo exterior.
Traudl fue bien aceptada por sus compañeras y también por Hitler, que solía ser amable y solícito con los miembros de su servicio personal. Traudl se sintió pronto integrada, y se reforzó en ella la imagen positiva del Führer: “Me sentí fascinada por Adolf Hitler, [...], era un jefe agradable y un amigo paternal”.
Su servicio se desarrolló básicamente entre Berlín y el Berghof, la residencia estival de Hitler cerca de Berchtesgaden, en los Alpes bávaros. Pronto conoció al apuesto ayudante de campo del Führer, el SS-Obersturmführer Hans Hermann Junge, con el que se casó el 19 de junio de 1943. El matrimonio sería de corta duración. El avión en el que viajaba Junge en labores de observación fue abatido en el frente de Normandía en agosto del año siguiente.
Traudl no cuestionó lo que ocurría, pese a que algunas de las dramáticas medidas era ella quien las transcribía
En cualquier caso, la ahora Sra. Junge se fue adaptando a los horarios, situaciones y personajes de su entorno. Trabó una sincera amistad con Eva Braun , la amante y futura esposa de Hitler. Pero Traudl nunca cuestionó lo que ocurría a su alrededor, pese a que algunas de las dramáticas medidas tomadas era ella misma quien las transcribía.
La encontramos en el Führerbunker berlinés durante los últimos días del Reich. Se negó a huir de allí cuando se le dio la oportunidad, ligando su vida a la del canciller. En el búnker continuó con su trabajo, mecanografiando el testamento de Hitler, y atendió también a los hijos de Joseph Goebbels.
Tras el suicidio del Führer, decidió abandonar el recinto en el grupo dirigido por el SS- Brigadeführer Wilhelm Mohnke. Se llevó consigo el abrigo de pieles que le había regalado Eva Braun, que pronto canjeó por una prenda menos llamativa, y la cápsula de cianuro que le entregó en mano el propio Hitler. Pasó por múltiples peripecias hasta ser detenida por la policía soviética, que extrañamente no se encarnizó con ella.
En libertad
En 1946 consiguió pasar al sector norteamericano, donde fue detenida de nuevo temporalmente. Como tantos otros alemanes, fue absuelta por un tribunal de desnazificación e intentó rehacer su vida.
Animada por su pareja de esa época, Heinz Bald, redactó en unas cuartillas sus experiencias junto al Führer, que quedaron en un cajón. En paralelo, se labró un nombre como periodista y escritora ocasional, y aunque participó en algún documental y aceptó alguna entrevista al respecto, intentó, sin demasiado éxito, olvidar los viejos tiempos.
Porque algo reconcomía a esta fumadora empedernida. Se había dejado impregnar por el espíritu nihilista de aquella extraña corte, sin que asomara en ella el menor espíritu crítico: “Después de las revelaciones de los delitos de este hombre, hasta la última hora de mi vida me sentiré culpable de haber sido su cómplice”.
La catarsis liberadora la llevó a cabo poco antes de su muerte, provocada por un cáncer de pulmón. En compañía de la periodista austríaca Melissa Müller, abrió el cajón de sus recuerdos y puso en orden aquellas viejas cuartillas, que publicaría en 2001 con el título Hasta el último momento. Las completó con el documental El ángulo muerto (2002), de Othmar Schmiderer y André Heller, en el que vertió consideraciones y sentimientos.
En paz con su pasado y consigo misma, Traudl Junge murió en Berlín el 11 de febrero de 2002.