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Los Quijotes entre Cervantes y Salman Rushdie

Literatura

La sombra del ‘Quijote’ es alargada. El escritor Salman Rushdie es el último en dejarse conquistar por el soñador hidalgo y su pragmático comparsa Sancho Panza

Don Quijote leyendo ensimismado libros de caballería al comienzo de la novela.

Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla / CC-BY-2.0

Sabemos que “el hombre de La Mancha” cabalgó en la España del siglo XVII en la que vivía su creador, Miguel de Cervantes. Imaginemos, por un momento, cómo sería el célebre hidalgo si viviera sus aventuras en la actualidad. El novelista Salman Rushdie nos propone una respuesta posible en su último libro, Quijote, que aparecerá en España en marzo de la mano de Seix Barral.

El protagonista de la novela es Sam DuChamp, un escritor mediocre que convierte a Alonso Quijano en un vendedor obsesionado con la telerrealidad. Ama platónicamente a una de sus estrellas de la misma forma que el auténtico don Quijote bebía los vientos por Dulcinea. La obra de Rushdie es una nueva muestra de cómo escritores de todos los tiempos se han inspirado en la obra cervantina.

Este es un fenómeno prácticamente coetáneo a su aparición: a un tal Alonso Fernández de Avellaneda, del que ignoramos el nombre auténtico, le faltó tiempo para hacer su propia continuación del Quijote. Aunque, en este caso, apropiación sería un término más adecuado que inspiración. En la segunda parte de su obra maestra, Cervantes se burlará con especial gracia de esta versión apócrifa de sus personajes.

Salman Rushdie en la presentación de uno de sus libros en Madrid, 2015.

Emilia Gutiérrez

Mientras tanto, fuera de España, el éxito de la novela fue muy rápido. En 1613, William Shakespeare escribió una obra de teatro, Cardenio, hoy perdida, basada en el personaje homónimo de su colega hispano. El gran impacto del Quijote en la tierra del Bardo muestra que a Miguel de Unamuno no le faltaba razón al afirmar que Inglaterra, junto Rusia, era el país donde mejor se había comprendido la novela.

En 1742, el inglés Henry Fielding, un escritor que pasará la historia por su magistral Tom Jones, publica The History of the Adventures of Joseph Andrews. El libro lleva este subtítulo: “Escrita al estilo de Cervantes”. La trama gira alrededor de unos amigos que se lanzan a un viaje por Gran Bretaña. Uno de ellos, Abraham Adams, igual que don Quijote, ve el mundo a partir de los libros que ha leído, no de la realidad. Aunque el otro, Andrews, también tiene tendencia a imitar lo que ve en letra impresa...

Quijotes y Sanchos

La amistad entre dos hombres tan dispares como don Quijote y Sancho ha dado mucho juego en la literatura posterior. Es el caso, por ejemplo, de Los papeles póstumos del Club Pickwick (1836), de Charles Dickens, protagonizada por Samuel Pickwick y su criado Sam Weller. Entre ellos se establece un sólido afecto más allá de sus diferencias jerárquicas.

Charles Dickens

Effigie

En Rusia, Nikolái Gógol se inspiró en Cervantes para escribir Almas muertas, aparecida en 1842. Su protagonista, Chichikov, viene a ser una especie de don Quijote al revés: si el personaje español es la encarnación del idealismo, el ruso se distingue por su carácter cínico. Poco después, el filósofo danés Soren Kierkegaard afirmó que echaba en falta un equivalente femenino de don Quijote en la literatura europea.

Como los pronósticos a veces se cumplen, en 1856 Gustave Flaubert dio a luz Madame Bovary, una novela con una clara huella de Cervantes. En palabras del filósofo Ortega y Gasset, Emma Bovary era un “Quijote con faldas”. Como él, pierde el sentido de la realidad por culpa de sus lecturas. En su caso, de novelas románticas, género que Flaubert parodia de la misma forma que el manco de Lepanto ridiculizaba las novelas de caballerías.

Tanto la dama francesa como el hidalgo manchego viven en un mundo en el que no son felices. Por eso prefieren refugiarse en sus fantasías, donde se construyen una identidad ficticia. Ella se cree una heroína romántica; él, un caballero andante. Pero confundir la realidad con lo imaginario se paga caro. Ambos mueren, con la diferencia de que don Quijote sí reconoce su evasión.

Gustave Flaubert en un retrato de alrededor de 1900.

Charles CICCIONE / Gamma-Rapho via Getty Images

Flaubert retomará la misma fuente de inspiración con Bouvard y Pécuchet (1881), una novela póstuma en la que los protagonistas, una especie de don Quijote y Sancho, se empachan de lecturas que son incapaces de digerir. Su visión de las cosas no será más objetiva, sino todo lo contrario.

Otro novelista francés, Alphonse Daudet, rendirá su particular homenaje a Cervantes con Tartarín de Tarascón (1872). El personaje principal, Tartarín, originario de la localidad provenzal de Tarascón, es una sátira del viajero típico del siglo XIX. No tiene mejor idea que marcharse a África con la ilusión de cazar un león. Su trayectoria estará repleta de disparatadas aventuras, en las que sus aspiraciones y la realidad tendrán poco que ver.

En España, la sombra de don Quijote se proyecta sobre Nazarín (1895), de Benito Pérez Galdós. El personaje que da título a la obra es un sacerdote atípico, que se lanza por los caminos a mendigar para así vivir con radicalidad la pobreza cristiana. Es tan idealista como el hidalgo manchego e igualmente incapaz de adaptarse a los hechos tal como son. Además, también recibe palos en pago a sus actos de desprendimiento.

Mark Twain fue uno de los muchos escritores a quienes influyeron las aventuras de don Quijote.

Dominio público

A lo largo del relato, los guiños a Cervantes son continuos. Nazarín, por ejemplo, es originario de Miguelturra, un pueblo de Ciudad Real muy próximo al de Sancho Panza, según leemos en el Quijote. En la obra del estadounidense Mark Twain, Tom Sawyer es el idealista, mientras que Huckleberry Finn suele ser la voz del sentido común.

Sherlock Holmes y Watson, a decir del escritor argentino Jorge Luis Borges, también tienen una relación imaginada a partir del modelo de los héroes cervantinos. Uno es el caballero; el otro, el escudero fiel. La lista de autores que se han inspirado en Cervantes es casi interminable.

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Ya en el siglo XX, tenemos a G. K. Chesterton y El regreso de don Quijote (1926), o a Graham Greene con su Monseñor Quijote (1982), una historia sobre un sacerdote católico y un chofer comunista.

En la actualidad, el influjo del “hombre de La Mancha” sigue vivo de mil maneras, como evidencia la cultura audiovisual. Es el caso, por ejemplo, de la serie House, con su extravagante protagonista homónimo y su más sereno amigo, el doctor Wilson. Algo similar sucedía en Big Bang Theory, en la que los nuevos Quijote y Sancho tienen las facciones del inefable Sheldon Cooper y Leonard Hofstadter, su reverso, todo sensatez y bonhomía.