A Ernesto Valverde se le acaba el crédito. Su segunda temporada al frente del FC Barcelona empeoró respecto a la primera, y con la tercera va camino de rebajar el rendimiento de las dos anteriores. La arriesgada apuesta veraniega del presidente Josep Maria Bartomeu por dar continuidad al entrenador después de la derrota de Liverpool está a punto de confirmarse como equivocada.
No se perciben mejoras en los peores vicios de una plantilla muy controlada por los veteranos pese a los intentos de regeneración. Deportivamente el nivel general del juego ha disminuido y los momentos de bloqueo han vuelto a aparecer, traducidos en una fragilidad defensiva escandalosa. Disciplinariamente aumenta la sensación de que Valverde ha llevado la permisividad interna hasta el límite, con unos futbolistas que, sin mayor cobertura que la de un técnico que desdramatiza todo, se han otorgado el poder del vestuario y en ocasiones el del propio club. Nada se hace si no es con su permiso.
Cita clave
La junta directiva del lunes, ya prevista, se ha transformado en un cónclave para decidir, aunque a día de hoy no se prevén medidas drásticas
Analizado de manera independiente el partido disputado en Arabia contra el Atlético no fue ni mucho menos de los peores. Al contrario, tuvo aspecto de enmienda a la totalidad durante 80 minutos muy completos, perfeccionados por un Messi hiperactivo y esplendoroso. Pero en 10 minutos se fue todo al garete por la increíble capacidad del equipo blaugrana de venirse abajo. Sin reacción en el banquillo, sin un líder con genio en el centro del campo o en la defensa para proponer un plan de juego ante situaciones límite (posesiones largas para gobernar y amortiguar las acometidas rojiblancas) o recurrir a recursos más primarios (frenar la acometida rival interrumpiendo el juego), el Barça entró en pánico y se desintegró. Si no existieran episodios de naufragio anteriores este en particular, por corto y hasta inmerecido (el VAR fue una tabarra insufrible con la anulación de dos goles), se podría considerar un asunto accidental. No es el caso.
Llueve sobre mojado y ese es el problema. Hasta el punto de que las respuestas fuera de micrófono acerca de la continuidad de Valverde son mucho más dubitativas entre los miembros de la junta directiva. Bartomeu, que responsabiliza del momento tanto a Valverde como a los jugadores, ya venía molesto después del empate de Cornellà ante el Espanyol, así que esta nueva derrota ha incrementado su preocupación.
Las dudas
Hay temor a que un despido empeore las cosas porque los jugadores de peso viven muy bien con Valverde
El lunes se celebra una junta directiva ya prevista en las oficinas del FC Barcelona en la que el tema central pasará a ser el de la situación deportiva. No se prevén a día de hoy medidas drásticas pero las voces internas que las piden van en aumento. No está acostumbrado el club a destituir a sus técnicos a mitad de temporada. El último caso lo experimentó Louis van Gaal en su segunda y fallida etapa: fue despedido en enero de 2003.
Hay otro tema tremendamente espinoso que tiene que ver con los futbolistas con más peso de la plantilla. El capitán Leo Messi, que no acostumbra, salió a hablar en la zona mixta del estadio King Abdullah para pedir unidad y arropar a Valverde. También lo hizo Luis Suárez. Con el técnico extremeño se entienden bien los jugadores más veteranos, poco amigos del exceso de control. Valverde, un tipo que considera el fútbol una parte de su vida pero no el centro de la misma, ha relajado el código de conducta hasta el límite, hacia allí donde le han llevado jugadores que saben detectar para su beneficio esas inercias. Prescindir de los servicios de una bicoca de tal calibre será seguro repelido por gran parte de la plantilla, y la directiva es temerosa ante esa eventual reacción. Paradójicamente esa es a la vez una de las razones que empujan a redactar el finiquito de Valverde: no deberían vivir tan tranquilos su profesión los jugadores de un club tan importante como el Barça. Último ejemplo: dispondrán de cuatro días de fiesta después de disputar tan solo dos partidos en 2020 y una vez disfrutadas las vacaciones de Navidad.
Abucheado por sorpresa en el estadio por los seguidores saudíes, a Valverde le quedan pocos promotores. La cuestión es qué entrenador vendría a relevarle y qué consecuencias tendría para la institución tomar una decisión de esta magnitud a medio curso. En esas está Bartomeu, atrapado por la que sería la aceptación de un sonoro fracaso personal. La vía alternativa es dejar acabar la temporada como sea y preparar con tiempo la llegada del nuevo elegido para la siguiente. Hay un peligro en el cálculo. Que la campaña acabe como el rosario de la aurora y quien tenga que irse, anticipadamente, pueda ser él.