La cuarta edición del LATcinema Fest, el Festival de Cine latinoamericano de Barcelona, se inaugura este 18 de marzo con El jockey (cinemes Girona, 20h), el nuevo trabajo del director argentino Luis Ortega (El ángel, Dromómanos), que ganó el Premio Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián y compitió por el León de Oro en el certamen de Venecia. Protagonizada por Nahuel Pérez Biscayart y Úrsula Corberó, se trata de una exploración surrealista de la identidad a través de la figura de un jockey muy popular con un comportamiento un tanto destructivo cuya inestabilidad comienza a mellar su talento y boicotear su relación con su pareja, Abril. El día más importante de su carrera sufrirá un grave accidente que le liberará de su identidad. La Vanguardia habló sobre la película -se estrena en salas comerciales el 30 de mayo- con Ortega a su paso por el festival donostiarra.

Nahuel Pérez Biscayart y Úrsula Corberó en 'El jockey'
¿Cómo se le ocurrió la idea de abordar un tema como el de la transexualidad a partir de un personaje que sufre un accidente?
Empezó por un vagabundo vestido de mujer que conocí en la calle y al que todo el mundo conoce en Buenos Aires porque anda dando vueltas. Yo tengo la teoría de que se desdobla y hay varios de él porque está en distintos barrios al mismo tiempo. Es un personaje muy curioso. Lo empecé a seguir por la calle y vi que entraba en todas las farmacias y se pesaba. Tras salir de la tercera farmacia me dijo “peso cero en todas las básculas. No existo pero me están siguiendo” y se fue corriendo. El hecho de no existir y de que te persigan me pareció una buena premisa. Luego un amigo me llevó al hipódromo a ver las carreras y todo ese mundo se mezcló y pensé que el personaje podía ser un jockey que se cayó del caballo, se despertó en el hospital, agarró un abrigo de visón de una señora, su cartera y sus zapatos y salió vestido de mujer. El vagabundo fue un poco la inspiración de la película y cómo se va transformando en esa señora. Quería hablar de la posibilidad de que uno en esta vida puede ser muchas cosas y también de que en esta vida se manifiesten cosas de vidas anteriores, como haber sido madre aunque uno sea un hombre, o haber sido un vagabundo, un deportista... Al mismo tiempo estaba a punto de ser padre mientras escribía la película y todo el tema de los bebés me tenía muy atormentado. No sabía qué tipo de padre iba a ser y fue un momento muy errático para mi porque me generaba mucha ansiedad. Por eso la película también está atravesada por la idea de la paternidad y de que para que haya un nacimiento tiene que haber una muerte. Esta idea de que el personaje tiene que morir para volver a liberarse es algo recurrente en la película. Pregunté a la madre de mi hijo cómo podía arreglar nuestra situación y me dijo: “tienes que morir y nacer de nuevo”. Me pareció fuerte pero, por lo menos, me sirvió para la película. El personaje del jockey se lo toma al pie de la letra.
Quería hablar de la posibilidad de que uno en esta vida puede ser muchas cosas
La película es un poco loca y en algún momento parece que roce el ridículo sin caer en ello. ¿Cómo gestionó ese equilibrio tan fino?
No me preocupa hacer el ridículo, más bien me estimula. Me parece que es un riesgo que uno tiene que asumir y tampoco uno es tan importante como para no hacer el ridículo. Si lo hacemos todos los días, ¿por qué no lo haríamos en una película? Creo que ahí está la gracia de no tomarse uno tan en serio. Y lo primero que trato de comunicar con los actores es que podemos hacer el ridículo, no pasa nada. Si no hay un margen de error, tampoco va a aparecer la magia. Entiendo que sea percibida como una película loca pero para mi no es menos loca que la vida. La experiencia humana es más atrevida y no nos da muchas respuestas. ¿por qué pediríamos a una película que nos dé tantas respuestas? Más bien gira alrededor de muchas preguntas y una de ellas, quizás la más importante, es cómo se ama al prójimo y cuantos errores se cometen en los vínculos.
¿Siempre tuvo en mente a Nahuel y Úrsula para los papeles protagonistas?
Sí. Cuando vi al vagabundo vestido de mujer pensé que había un solo actor que podía hacer eso y era Nahuel. Aparte pesa 50 kilos, que es lo que tiene que pesar un jockey y cuando conocí a Úrsula me pareció una persona muy magnética, con una energía más grande que ella y me parecía que podíamos poner eso a disposición de una película que era más una experiencia física y sensorial, con una espiritualidad psicodélica. Ella lo entendió profundamente y lo manifestó de una manera increíble en la película. No tengo una manera de dirigir actores, todo tiene que ver con que funcione una especie de hechizo donde estemos todos a disposición de un objetivo mayor, que es conducir la película a un buen puerto.
Una de las particularidades de su cine es que experimenta mucho con la imagen. ¿De qué manera se acercó a El jockey desde el punto de vista más visual?
En principio quería que los movimientos de cámara fueran como de una película clásica con planos fijos, pero sí me interesaba una estética en particular porque el mundo es un lugar muy extraño y de algún modo hemos estandarizado la mirada para que ya no nos sorprenda nada. A veces hay que darle una vuelta de tuerca con el arte y el modo de iluminar donde se rompa esta cosa mecánica de la observación que tiene todo digerido y que el ojo no se pregunta. Para mi todas las cosas son un milagro y hay que darles ese carácter. Hoy hay tanto filmado con el móvil y demás que si una imagen no tiene una mirada particular, un cierto tipo de iluminación, no se logra ese efecto de que la realidad sea milagrosa y nos sorprenda. Hay que revivir el ojo.

Fotograma de la película
También la coreografía y la música son elementos importantes en el filme...
Yo escribo con música muchas veces. Para mi todo el mundillo pop es una manera de lubricar una entrada a un mundo más complejo que es el mundo interior de los personajes. La música es el lenguaje más directo que hay y nadie le pide una explicación, a la imagen se le exige que tenga un mensaje.
¿Hasta que punto su mirada sobre las carreras de caballos y las apuestas ilegales reflejan una realidad de ese deporte?
Yo no soy fanático de ningún deporte pero el de las carreras de caballos me ha cautivado. Sigo sin ser un fan ni nada, pero cada vez que veo la película recuerdo que cuando la escribía era más cómo se sentía ser un director de cine que un jockey. Uno como director tiene que lidiar con una industria, un montón de hostilidades que tienen que ver con hacer dinero, responder a las necesidades de ciertas empresas que te pueden financiar y me he encontrado con gente muy demandante en ese sentido. Yo traté que El jockey representara más mi experiencia como director que contar la vida de un jockey. Es más cómo me sentía yo ante alguna gente de la industria, que no son los que han participado en esta película. Uno a veces se sienta con las plataformas o con gente que solo quiere ganar dinero y es como si no pudieran hacer contacto con la persona que está buscando algo un poco más significativo que el éxito.
Hablo con mucha gente que solo piensa en ganar dinero en esta industria, yo solo busco algo un poco más significativo que el éxito
El título inicial iba a ser Cabeza de sandía. ¿por qué se cambió luego?
Renuncié al título porque todos me convencieron de que nunca iba a conseguir plata con una película que se llamara así. Es un título infantil y me gusta la idea de que las películas no tengan tantas ansias de ser tomadas en serio. Me gusta mucho el humor como forma de escape y supervivencia y yo confío en la propuesta trascendente de la película. Espero que sea todo lo graciosa que puede ser porque lo único que nos hace atravesar todos los dramas de la vida es ver las cosas con sentido del humor. Si uno se toma demasiado en serio, va a morir antes de tiempo. Cabeza de sandía fue en realidad el título con el que escribí la película. Después me dijeron que era más fácil venderla como El jockey y en la versión inglesa se titula Kill the jockey. Yo hice la película que quise y si hay que adornar un poco algunas cosas, no hay problema.

Luis Ortega estrena 'El jockey' en el LATcinema Fest
La película se rodó antes de la llegada de Javier Milei a la presidencia. ¿Cómo ve el panorama actual del cine argentino?
Nunca es fácil hacer una película, pero ahora es más difícil que nunca. Paradójicamente estamos en una época donde prácticamente todo el mundo tiene acceso a una cámara. Yo nunca espero nada de los gobiernos y creo que es una buena premisa saber que uno no puede depender del gobierno de turno. Lamentablemente, tenemos un gobierno de derechas que ha decidido apoyar a los más fuertes en todos los aspectos y en el cine solo van a apoyar películas que van a funcionar comercialmente, que son las pensadas por empresarios que no necesitan apoyo del Estado. Yo tengo acceso a tocar puertas para tener una financiación privada. Creo que si uno tiene que hacer películas es una cuestión de vida y muerte y las va a hacer y nada te puede detener. Entonces, por suerte, los gobiernos se caen rápido, duran poco y esperemos que esto pase pronto. Pero no creo que haya que quedarse en un lugar de protesta. En los callejones sin salida es donde aparecen las cosas buenas, y bueno, habrá que esforzarse un poco más.