¡No quiero! ¡No tengo hambre! ¡No me apetece! A lo largo de los años, los niños son los que más han empleado estas negativas para rechazar uno u otro plato de comida. Sin embargo, no son los únicos que han tenido que pelear por no tener apetito. Todos hemos experimentado alguna vez esa sensación de estar frente a un delicioso manjar pero no poder probar bocado porque notamos nuestro estómago cerrado a cal y canto, muchas veces por estrés o nerviosismo. ¿Qué hacer en esos casos? A continuación, hemos recuperado algunos de los trucos que tradicionalmente utilizaban madres y abuelas para abrir el apetito de los más jóvenes o los más desganados de la casa.
Quina Santa Catalina y otros vinos quinados
“Es medicina y es golosina”, rezaba el lema de Quina Santa Catalina. “Este vino quinado es muy bueno para niños y mayores, y da unas ganas de comerrrr”, decía Kinito, el popular dibujo animado del anuncio de vino Kina San Clemente. Estos dos vinos quinados se volvieron muy populares en la España de los años 50 y 60 y se publicitaban como un brebaje dirigido a los niños en una época en la que todavía no se conocía el gran riesgo para la salud que supone el consumo de alcohol. Enriquecidos con quina, de composición alcohólica y de sabor dulce, se creía que estas bebidas tenían propiedades medicinales y abrían el apetito de los más pequeños.
Esta creencia derivaba de las propiedades de la quina, una sustancia que se extrae del árbol del mismo nombre originario de los países andinos, que a finales del siglo XIX se utilizaba como medicamento contra la malaria. Sin embargo, al parecer, no eran sus supuestos beneficios medicinales los que realmente abrían el apetito.
Para David Rodríguez, dietista-nutricionista de Misternutrición, hay dos posibles motivos que explicarían el supuestos efecto aperitivo de estos vinos quinados. El primero tendría que ver con la picardía de los más pequeños: “normalmente, se les daban pequeñas dosis de este vino bien en sorbitos o con un poco de pan mojado y su sabor dulce les animaba a ir a comer únicamente porque sabían que iba a ser ‘premiados’ con esa bebida”, explica. El segundo motivo, señala el experto, se debería a uno de los efectos más conocidos del alcohol: según han demostrado diversos estudios, “activan las neuronas del cerebro que despiertan el hambre”.
Vinos quinados
Cuando todavía no se conocía el gran riesgo para la salud que supone el consumo de alcohol, los vinos quinados se publicitaban como un brebaje dirigido a los niños
Aceite de hígado de Bacalao
Es un viejo conocido de madres y abuelas, que solían dar este aceite –que se extrae al cocinarse el hígado de este tipo de pescado blanco y cuyo olor y sabor muchos recordarán con desagrado– a los más pequeños para abrir el apetito. Actualmente, a diferencia de los vinos quinados, este brebaje sigue utilizándose en forma de suplemento nutricional. “Se trata de un alimento rico en ácidos grasos omega-3 y vitamina D y vitamina A; elementos esenciales para el buen funcionamiento del organismo”, explica Rodríguez y añade que “se suele utilizar para controlar el colesterol o ayudar a mejorar los síntomas de la artritis reumatoide”.
Antiguamente, el aceite de hígado de bacalao se empleaba para cumplir la doble función potenciar la fortaleza de los niños y a la vez abrirles el apetito. Según explica el experto, estos dos factores están estrechamente relacionados, también en los adultos. “Muchas veces, la falta de apetito en una persona sana se debe al estrés o el nerviosismo, pero a veces la carencia de alguna vitamina puede hacer que tengamos inapetencia”, señala.
Infusión de laurel o de canela
El laurel no solo es bueno para condimentar y aportar sabor a guisos, estofados o caldos, sino que sus cualidades van mucho más allá y han sido explotadas durante generaciones. Según resaltan desde La Fundación Española de la Nutrición, las hojas de esta planta son buenas para el sistema digestivo, ya que además de estimular el apetito, también facilitan la digestión y mejoran la acidez estomacal y los espasmos intestinales.
Es por eso que tradicionalmente se ha utilizado como medicina natural: “al calmar las molestias estomacales como la acidez o la irritación, esta planta ayuda a restablecer el deseo de comer”, señala Rodríguez. La manera habitual de consumirlo con este fin es en infusión. Aquí, el dietista-nutricionista subraya la importancia del agua: “muchas veces, la falta de apetito se debe a que no hemos bebido agua suficiente y nuestro estómago no está lo suficientemente hidratado”. Por eso, aconseja, beber un vaso de agua en ayunas puede ayudar a poner en marcha nuestro organismo y prepararlo para ingerir alimentos.
Las hojas de laurel
Son buenas para el sistema digestivo, ya que además de estimular el apetito, facilitan la digestión y mejoran la acidez estomacal y los espasmos intestinales
Nuez moscada y canela
Aunque la nuez moscada no es un alimento tradicional de la cocina mediterránea, a lo largo de los años se ha utilizado para dar color y sabor a una gran variedad de platos. Sin embargo, también se empleaba (y emplea) para abrir el apetito. Este fruto seco contribuye al buen funcionamiento del sistema digestivo. Según señala Rodríguez, tiene muchísimas virtudes nutricionales: “nos aporta vitaminas del grupo B, vitamina C y E y minerales como el magnesio, el fósforo, el calcio, el hierro y el potasio”. Pero la cualidad que más influye a la hora de abrir el apetito es su capacidad de acelerar el metabolismo, una capacidad que comparte con la canela. “Aunque no existen estudios científicos que lo validen completamente, estos condimentos ayudan a acelerar el metabolismo, lo que podría explicar que nos entrase un poco más de hambre después de consumirlos”, matiza Rodríguez.