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El viejo truco para librarse de las labores domésticas tiene un nombre: incompetencia estratégica

Tareas del hogar

Aducir que uno no sabe hacer según qué cosas básicas casi siempre sirve para eludir el trabajo que uno no quiere hacer sin tener que admitirlo nunca

Aunque haya una división equitativa en las tareas del hogar, planificar suele ser tarea de las mujeres

unsplash

“Mi padre es médico y en su trabajo maneja respiradores. En cambio, la lavadora no la pone porque dice que él no sabe cómo hacerlo. Está claro que tiene capacidad para programar una lavadora. Es falta de interés o incompetencia estratégica”, dice Inés (este no es su nombre real), de 38 años.

“Creo que en mi generación esto no es así, pero sí que cuando tienes un hijo recae más peso en la mujer”, indica Inés, que es madre de un bebé de cinco meses y apunta: “Doy el pecho y eso no sólo implica alimentarlo, sino también relajarlo y dormirlo. Muchas veces te encuentras con que a la mínima que llora ‘es porque tiene hambre o sueño’, entonces vuelve a tus brazos”.

Si eres ingeniero, ¿cómo puede ser que le pongas al niño el body al revés, ropa grande o fuera de temporada?

Eva PereaTerapeuta de pareja

Eva Perea, terapeuta de pareja

cedida

El término weaponized incompetence, que en español podría traducirse como incompetencia estratégica, ya fue utilizado por Jared Sandberg en un artículo del Wall Street Journal en el 2007, aplicado a todos los ámbitos de la vida, desde el familiar hasta el laboral. “La incompetencia estratégica no consiste en tener una estrategia que fracasa, sino un fracaso que tiene éxito. Casi siempre sirve para eludir el trabajo que uno no quiere hacer, sin tener que admitirlo nunca”, explica el autor.

En los últimos años, este término se popularizó en las redes sociales -sobre todo en TikTok-, donde varias usuarias utilizaron el hashtag #weaponizedincompetence para visibilizar situaciones en las que su pareja finge no saber hacer o desempeña mal una tarea doméstica o de cuidado sencilla, para librarse de las responsabilidades compartidas.

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“Esto es algo que se da sobre todo en parejas heterosexuales. En las parejas de mujeres con las que he trabajado no lo he encontrado”, dice la terapeuta de pareja Eva Perea, que tiene su consulta en Valencia, e indica: “Un tema donde casi siempre aparece la incompetencia estratégica es el de vestir a los hijos. Muchas mujeres dicen: “Si eres ingeniero, ¿cómo puede ser que le pongas al niño ropa que no es de temporada o que le queda grande, o que le pongas el body al revés?’ Les frustra que su pareja sea muy capaz y dispuesto en su trabajo, pero que en casa no le dediquen el tiempo necesario o lo hagan mal y acaben haciéndolo ellas”.

Tenemos tareas divididas, pero aunque él haga la compra, soy yo quien tiene el registro de todo: él depende de una lista

Guadalupe40 años

“En nuestra casa pasa con todo lo que es lavar, plegar y ordenar la ropa. A mi chico le cuesta una barbaridad. Me he dado cuenta que lleva como dos años y medio sin poner una lavadora. Con el ámbito de la cocina sí que es mucho más consciente”, dice Mary Carmen (38) a La Vanguardia.

“Durante por lo menos los primeros diez de los catorce años que llevamos de relación con mi pareja, recayó en mí la carga mental de la logística y la operativa de nuestra vida en común. No sólo lo que tiene que ver estrictamente con la casa, sino también con todo lo que nos atraviesa como pareja, desde hacer trámites hasta recordar el cumpleaños de un sobrino y ser yo la encargada de llevarle un regalo”, explica Guadalupe (40) y añade: “Hoy tenemos una carga de las tareas de la casa muy repartida. Pero lo logramos después de mucha terapia, no sucedió de un día para el otro”.

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Hubo un momento que marcó un antes y un después. “Estuve una semana fuera de viaje. Antes de irme, había quitado las sábanas y las había dejado en el canasto para lavar. Cuando volví a casa, la cama seguía sin sábanas. Le pregunté a mi pareja y me respondió que no sabía dónde estaban. Había dormido toda una semana sin sábanas. No discutimos, sólo le dije: “¿Cómo puedes no saber dónde están las sábanas en tu propia casa?”. A partir de ahí hizo un clic”, recuerda Guadalupe.

Cuando tienes hijos hay que planificar mucho más y esto ocupa mucho espacio mental: esa carga es de la mujer

Núria(37 años)

“Si bien en términos de ejecución hoy tenemos las tareas totalmente divididas, aunque él haga la compra, yo soy la que tiene registro de cuándo es necesario hacerla. Soy la que sabe cuándo se acaba el papel higiénico, el jabón de lavar o se quema una bombilla de luz. Él depende mucho de una lista para ir a hacer la compra o me escribe para preguntarme qué falta mientras la hace”, indica.

“El tema de la compra es algo que aparece mucho en la consulta”, asegura la terapeuta Eva Perea e indica: “Muchas mujeres explican que sus parejas la hacen, pero que son ellas las que tienen que pensar qué falta en casa y prepararles una lista, que eso algo que implica gran parte del trabajo. Se dan situaciones donde, si algo no está en la lista no lo compran, o compran cosas que están a punto de caducar o gastan mucho más de lo que gastarían ellas. Es decir, no tienen una estrategia para la compra del hogar”.

Lucila Pedernera, junto a su pareja

cedidas

“Hace unos años, estuve en pareja con un inversor de una banca líder en Londres. Cuando me fui a vivir con él, tuve que ir a comprar hasta cubiertos porque no tenía ni una cuchara para girar el café. Estaba acostumbrado a pedir siempre comida fuera porque no tenía tiempo”, explica Annie, una periodista y profesora de 42 años y añade: “Me tenía que ocupar de todo, hasta de buscarle los trajes a la lavandería, de llamar al cerrajero para cambiar una llave o de arreglar una gotera. Me volví una especie de mujer bricolaje. Él se iba acomodando a que yo lo hiciera todo y tampoco le daba valor. Acabé harta. Cuando decides vivir en pareja, tienes que asumir que hay cosas que tienes que hacer, que hay que dividir tareas”.

Hoy está en una relación muy distinta. “He conseguido que mi pareja haga cosas como, por ejemplo, que se ocupe de la cena en el día a día, sobre todo cuando llego tarde de dar clases, y que planche sus cosas y parte de las mías”, indica Annie y apunta: “Aún así cuesta, porque creo que la mujer todavía sigue llevando el mayor peso, incluso cuando somos trabajadoras igual que ellos”.

Yo soy más obsesiva con la limpieza y hay tareas que prefiero hacerlas yo;  él cocina porque yo supuestamente no sé (sí sé, pero no me gusta y me acomodé)

Lucila Pedernera30 años

“Yo soy mucho más obsesiva con la limpieza y hay tareas que prefiero hacerlas yo, ya sea porque le dije a mi pareja que él no lo sabe hacer o porque él ya se acomodó en esa idea. Por ejemplo, limpiar la mampara de la ducha o tender la cama”, explica Lucila Pedernera (30) y añade: “De la misma manera, él es el que cocina porque yo supuestamente no sé cocinar, cuando la verdad es que sí sé. Pero a mí no me gusta y a él le encanta, y yo me acomodé a eso. También le he dicho que uso mal la lavadora -cosa que no es verdad-, entonces el que lava la ropa en casa es él”.

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“Nosotros nos repartimos las tareas en función de quién esté más en casa en ese momento. Por ejemplo, si uno de los dos hace teletrabajo, se ocupa más de la ropa y de limpiar. Sí que a mí se me da mejor todo lo que es el orden y la limpieza y a mi pareja la economía del hogar y los trámites administrativos”, explica Tony (32), que vive junto a su novia Camila, y añade: “También es verdad que, al vivir en un piso y no en una casa, tenemos menos tareas de mantenimiento para repartirnos. Tampoco tenemos hijos o mascotas a nuestro cuidado”.

“Se nota mucho el cambio cuando tienes hijos”, dice Núria (este no es su verdadero nombre), de 37 años, que es madre de una niña de dos años y medio y de un niño de cinco meses, y explica: “Cuando tienes hijos tienes que planificar mucho más y esto ocupa mucho espacio mental. La carga mental es lo que peor llevo y es la gran diferencia que veo entre ambos. Es difícil porque es más intangible. Mi pareja pone la lavadora, hace la cena todas las noches, pero la que planifica los menús, la que se fija que haya verduras en la nevera, la que sabe que hay que poner la lavadora para que la niña tenga pantalones o camisetas limpias para llevar a la guardería soy yo”.

Son ellas las que piensan en el regalo para el amiguito del cole que cumple años o que hoy toca poner la lavadora

Eva PereaTerapeuta

Una frase que repiten muchas pacientes en la consulta de la terapeuta Eva Perea es “Él ejecuta muy bien, pero yo le tengo que decir qué hacer”. Aunque los hombres cada vez hacen más tareas domésticas -indica la experta-, “la carga mental es de las mujeres de una manera muy abrumadora. Al punto que muchas llegan a estar quemadas y muy estresadas, aún cuando ellos hacen cosas en casa”.

Según un estudio de Procter & Gamble de 2018, tres de cada cuatro mujeres sufre carga mental. El 84% de las encuestadas confirma que alguna vez ha sufrido estrés debido a las cosas que hay que hacer en casa, el 70% afirma que sus parejas colaboran siempre, pero que se lo tienen que pedir y todavía son más las que sienten que tienen que dejar instrucciones cuando se van de casa. “Las tareas a veces están repartidas, pero la carga mental recae absolutamente sobre nosotras. Al margen de que le diga a mi pareja ‘Ayúdame con esto’ y él lo haga, él no tiene en la cabeza las veces que se lavan las toallas o las veces que se limpia el baño”, explica Mary Carmen.

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“Aunque haya una división equitativa en la ejecución de tareas del hogar, a las mujeres les ocupa mucho espacio mental la estrategia y la planificación. Muchas veces ellos dicen: ‘Si tú me lo dices, yo lo hago’. Pero si se lo tiene que decir, al final la responsabilidad es un 70/30”, indica Eva Perea y añade: “Son ellas las que normalmente piensan en que hay que comprar el regalo para el amiguito del cole que cumple años o que hoy toca poner la lavadora porque el fin de semana va a llover y el lunes la ropa tiene que estar seca”.

No es tanto por incompetencia estratégica sino por falta de seguridad

Inés

Cuando tuvieron a su hijo, Inés acordó con su pareja que él se ocuparía de las compras y de la comida. “Eso era algo que a lo mejor antes lo hacíamos los dos, pero toca volver a definir las tareas de cada uno. Ahora no puedo hacerlo porque ese tiempo se lo estoy dedicando al niño”, indica. También le propuso que él se encargara de bañar al bebé, “para que ese fuera su espacio, porque es algo que le hace muy bien y disfrutan los dos”, explica. Sin embargo, durante los primeros meses, ese no era un momento en el que ella se pudiera desconectar completamente. “Me preguntaba: ¿Puedes venir a chequear que esté bien la temperatura del agua?, ¿En qué cajón está la toalla? o ¿Te acuerdas dónde está el body?”, indica.

“Creo que esto no es tanto por incompetencia estratégica sino por falta de seguridad”, dice Inés y agrega: “Además yo soy pediatra, entonces me recae un peso más. Pero en casa soy mamá, no soy la pediatra. De todas maneras, creo que esto es así sobre todo al principio y luego cambia la dinámica a medida que el niño crece, interacciona más, tiene más rutinas. Yo le voy cediendo terreno a mi pareja y dándole confianza para que, por ejemplo, pase la tarde jugando con el bebé. También creo que habrá un gran cambio cuando le toque a él coger lo que le queda de la baja por paternidad y yo empiece a trabajar. Tiene que pasar horas con él para potenciar ese vínculo y que el niño no me tenga siempre a mí de referente cuando tiene hambre o sueño”.

“El hombre tiene que ir buscando su sitio”, explica Eva Perea y añade: “Muchas veces no encuentra su lugar y tampoco tiene roles de paternidad cercanos a los que seguir. Acaban haciendo lo que conocen, que es trabajar más horas y no reducir su jornada. El porcentaje de reducciones en hombres es irrisorio mientras que el de las mujeres es altísimo. Muchos ni se lo plantean o piensan que si lo hicieran los despedirán. Pero ellos tienen que ir ocupando ese espacio de forma consciente. La única forma de que formen un vínculo con el bebé es pasando tiempo con él, de la misma forma que lo hace la madre. No es por una condición divina”.