Cómo dejar de obsesionarte con tu ex
Ruptura de pareja
Aprende a desengancharte y deja de gastar energía pensando en esa persona
Sí, sí puedo vivir sin ti
Estas son las fases por las que pasarás si rompes con tu pareja
”Ahora contaré hasta doce y tú te callas y yo me voy”, rezaban los famosos versos del poeta Pablo Neruda. ¡Ah, si las rupturas sentimentales fueran tan fáciles! “La ruptura es una experiencia de desgarro”, afirma la filósofa Claire Martin en su nuevo libro titulado precisamente así, Rupturas (Alienta). “Nos arrancan lo que considerábamos nuestro, lo que literalmente habíamos incorporado a nuestro ser. No solo es que el otro se aleje, llevándose un poco de mí mismo, sino que me desuella, me arranca esa piel de amor, ese envoltorio protector y reconfortante, su presencia y su atención”, asegura. Y continúa: “La ruptura limpia, como una cifra que al dividirse no deja resto, es sin duda algo imposible”.
Uno de esos “restos” puede acabar tomando forma de obsesión. Sucede entonces que ya no podemos dejar de pensar en esa persona día y noche, que se convierte en una sombra permanente que nos roba energía mental y alegría. Podemos bloquearla en nuestras redes, sí, podemos dejar de mandarle mensajes, pero ¿cómo bloquearla en nuestro pensamiento y en nuestro corazón?
“No nos obsesionamos en la persona en sí”, aclara la psicóloga Silvia Congost, autora de Si duele, no es amor (Zenith), “sino más bien en lo que esa persona significa para nosotros: alguien que nos aleja de la soledad, de la soltería, de la idea de no tener un compañero de vida... Se convierte en alguien con quien tener una relación de pareja, con quien poder formar una familia, viajar, compartir... Todo lo que nos dicen que debemos conseguir lo antes posible. Si no lo conseguimos o un día lo perdemos, nos sentiremos fracasados, imperfectos, no suficientes, etcétera. Nada de eso es cierto, pero la mayoría de personas lo sienten así. Es por esto que, cuando encuentran a alguien con quien vivir esto, se ponen en marcha unos mecanismos que tienen como objetivo principal evitar a toda costa perderlo. El miedo a la soledad (debido a las creencias erróneas que tenemos sobre ella) es el mecanismo que nos lleva a aferrarnos de esa forma, muchas veces enfermiza”.
“El miedo a la soledad nos lleva a aferrarnos de esa forma, muchas veces enfermiza”
Silvia Congost
Psicóloga y escritora
La psicóloga Sandra Ferrer está especializada en relaciones tóxicas. Dirige el programa Mia, que ayuda a mujeres inmersas en este tipo de relaciones a ganar en seguridad y liderar sus propias vidas. Ferrer también analiza así el origen de la obsesión: “Normalmente nos obsesionamos con aquella persona que nos ha tocado el corazón, nos ha enternecido y, por el motivo que sea, no nos corresponde de la manera en que nos gustaría. Esa sensación de rechazo hace que pongamos en duda nuestro valor: «Si me escoge es que lo valgo, si no...». Por eso, cuando la persona se ausenta de nuestro lado, no sólo perdemos a esa persona, sino que esa persona también se lleva algo que tiene que ver con nosotros. Puede que se lleve nuestra seguridad, por ejemplo”, afirma.
Y continúa: “Por esa razón, nos obcecamos con el otro. No solo por esa persona, sino porque esa persona, de forma simbólica, nos ha arrebatado algo básico que creemos que necesitamos para vivir en paz y sentirnos bien. Todos podemos vivir sin equis persona. Pero nadie sabe vivir y estar bien sin amor propio, sentimiento de valía personal, autoestima, empoderamiento... Y como si se tratara de una fantasía, esa persona implica recuperar aquello que nos hace sentir tan bien. La buena noticia es que esa satisfacción personal y sentimiento de amor propio lo podemos lograr sin esa persona. No depositemos en el otro el motor de nuestra felicidad”.
“Todos podemos vivir sin equis persona; pero nadie sabe estar bien sin amor propio, autoestima, empoderamiento...”
Sandra Ferrer
Psicóloga
Ferrer advierte también que, cuando nos obsesionamos con alguien, entra en juego el control: “Es como si de repente sintiéramos que, si esa persona se desvanece, toda nuestra vida se tambalea. Y tener el control de esa persona es como si por momentos nos hiciera sentir que estamos a salvo. Aunque la realidad es que cualquier temor no se combate con control, sino con confianza, aunque eso no implique garantías. Y en relación al otro, el bienestar reside en sentir la convicción de que, sin el otro, nuestra vida y valor propio quedarán preservados, aunque nos duela en ese momento perderle”, afirma.
Las claves para superar la obsesión
¿Cómo superar entonces la obsesión? Para Silvia Congost, la clave es centrarse en que probablemente esa persona no nos aporta lo que más valoramos en una relación, en que en realidad no somos felices a su lado, ya sea porque no es lo que desearíamos o porque esa persona no nos quiere como pareja, con lo que tampoco estaremos bien si nos aferramos a ella. Lo más importante para Congost es desprendernos de la idealización que hemos hecho y focalizarnos en la realidad de lo que es.
Para Sandra Ferrer, superar una obsesión pasa precisamente por acogerla: “Simplemente, debemos aceptar que esa persona va a estar en nuestra cabeza”. Y es que no es posible ordenarle a nuestro cerebro que deje de pensar en algo o en alguien. ¿Alguna vez lo ha intentado? ¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza si le digo que no piense en un elefante verde?
“Lo mejor”, continúa Ferrer, “es aceptar esos pensamientos recurrentes y dejar de fustigarnos o que la prisa nos genere un malestar extra. Para desengancharnos de alguien, además, tenemos que querer hacerlo de verdad. ¿Sabes cuántas personas me aseguran que quieren desengancharse de alguien aunque en el fondo eso no es real? A menudo queremos sentirnos bien, pero seguimos deseando que sea al lado del otro”.
Añade que “para desengancharnos debemos desear estar bien con o sin esa persona. Y para que eso ocurra, debemos de haber pasado por suficientes situaciones como para llegar a sentir –que no es saber o pensar–, que eso ya no lo queremos más. Por eso, volver a embarcarte en esa historia y experimentar los efectos colaterales incluso te podría llegar a ayudar, aunque digan lo contrario, a alcanzar ese hartazgo necesario para luego soltarlo y enfocarte en ti”, asegura.
“Hace falta llegar al hartazgo, llegar a sentir que eso ya no lo queremos más”
Sandra Ferrer
Psicóloga
Lo peor es cuando resulta imposible dejar de pensar en alguien que además sabemos que no nos hace bien. Las relaciones tóxicas son una de las especialidades de Silvia Congost, que en este sentido señala: “Cuando ya hemos dejado una relación en más de una ocasión es porque no estamos bien, y por lo tanto, no nos compensa. Debemos tener claro que cuando una relación funciona, nunca la dejamos. Si lo hacemos es porque no funciona. Seguimos ahí a cambio de alimentarnos de la esperanza de que va a cambiar eso que no nos gusta, eso que queremos diferente... Y debemos tomar conciencia de que eso no es justo. Si elegimos a alguien, tiene que ser porque nos gusta como es. Elegirlo para después hacerle cambiar es el camino perfecto hacia el fracaso absoluto”, asevera.
“Elegir a alguien para hacerle cambiar es el camino perfecto hacia el fracaso absoluto”
Silvia Congost
Psicóloga
Sandra Ferrer, por su parte, recuerda que debemos partir del hecho de que no se puede forzar al otro a que sienta lo que nosotros sentimos, a que resuelva sus asuntos del modo en que creemos que es adecuado, o esperar a que esa persona se encuentre en el momento vital que a nosotros nos gustaría. “Tampoco es aconsejable entregarse y darlo todo, pretendiendo que el otro se dé cuenta de lo que valemos. Porque en ese camino le estás demostrando lo contrario”, advierte.
Y continúa: “Para olvidarnos realmente de esa persona debemos entender que no estamos hablando del otro, sino de lo que te ocurre a ti con ese otro. Solemos hablar de la relación y de lo que piensa, siente o hace la otra persona. Pero el camino es enfocarnos en nosotros mismos”, aconseja.
En lo que coinciden todos los especialistas es en la necesidad de liberarnos de la culpa . De otro modo estaremos viviendo un doble castigo: el dolor de la ruptura y de la propia obsesión y la culpabilidad por sentirlos. ¿Cómo hacerlo?
“Trabajando la autoestima”, asegura Silvia Congost, “comprendiendo qué nos ha pasado y cómo hemos llegado a ese punto de pérdida de control, y conectando mucho con nuestra inocencia. Entender que nadie nos ha enseñado sobre el amor y que lo hemos hecho lo mejor que hemos podido y sabido. Lo importante es que ,una vez lo ves y lo entiendes, te responsabilices para salir de allí y reconstruirte lo antes posible. De nada sirve culparte de algo que no supiste hacer mejor... Es más inteligente tratar de aprender para que no suceda de nuevo. Y si hace falta, saber pedir ayuda para conseguirlo”.
Asumir la propia responsabilidad
Sandra Ferrer explica, por su parte, que para recuperar nuestro poder personal no existe otro camino que recuperar la responsabilidad que nos corresponde: “Si seguimos señalando al otro y buscando explicaciones sobre lo que hace, no nos enfocamos en lo que tiene que ver con nosotros. Colocarnos como víctimas o darle la responsabilidad al azar o a la mala suerte, incluso al mercado, “que está fatal”, nos aleja muchísimo de recuperar ese poder que llevamos dentro. Si no sé qué hay en mí que tenga que ver con lo que escojo y vivo, ¿cómo voy a llevar las riendas de mi vida? Como decía Jung: «Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida y tú lo llamarás destino».
Y concluye: “Cuando alguien se va o le dejamos porque sentimos que esa persona no está dónde deseamos que esté, la mente nos engaña para evitar aceptar la realidad: la pérdida. Volvemos a contactar, relativizamos, buscamos resquicios de esperanza a los que aferrarnos... Y el dolor más grande aparece cuanto más nos resistimos a simplemente sentir la tristeza, vacío y dolor que nos deja esa pérdida”.
“Parece mentira, pero buscando una reconciliación forzada o segundas intentonas, sufrimos mucho más que cuando simplemente lo dejamos ir, sin resistirnos a aquello que tan mal se nos da en la sociedad actual: sentir y aceptar la tristeza más profunda”, asegura esta especialista.