Estas son las fases por las que pasarás si rompes con tu pareja
Dependerán de si eres el que deja o el dejado
Las llamadas “mieles del principio”, los besos, la risa, la alegría y el amor de cuando se empieza siempre son el tramo más dulce. Pero, por desgracia, casi todo tiene un final. Un trago amargo que conlleva una tarea de “desintoxicación”.
Antes de “morir de amor”, el cuerpo y la mente pasan por un estado agónico que culmina en la cura total del individuo. Pero para ello, existen una serie de fases o etapas por las que pasamos.
Todo dependerá desde qué lado de la partida te sitúes, quien deja o a quien dejan.
“Cuando una relación se rompe, se vive siempre como un fracaso. Da igual que seas tu el que lo decida y des el primer paso”, explica Francisca Molero, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y codirectora del Institut de Sexología de Barcelona.
Empezar una relación implica ilusión y motivación por un proyecto de futuro. “Por eso, cuando ves que no ha funcionado, te queda un sentimiento de pérdida y esa sensación dolorosa”, añade la experta.
Cuando eres a quien han dejado”
No vamos a negarlo, es muy desagradable y doloroso. Además, en la mayoría de los casos, cuesta aceptar que eres “a quien han dejado”. Pero, aunque el camino para olvidar es cruel, ya sabes que todo ave fénix resurge de sus cenizas.
No todo el mundo atraviesa todas las etapas, ni tarda el mismo tiempo en recuperarse, pero a grandes rasgos estos son algunos de los principales estadios del “duelo”.
1. Negación y confusión
Es la etapa de “esto no me puede pasar a mi” o “¿me he despertado de un mal sueño?”, afirma Molero.
El primer impacto. Sobre todo, si no esperabas que todo fuese a acabar. A veces intentamos mantener la esperanza, y nos decimos que ha sido una discusión más y que todo va a volver a la normalidad.
Pero, aunque digan que “la esperanza es lo último que se pierde”, se pierde. Entonces entras en un estado de confusión y desorientación en el que no sabes qué hacer con tu vida ni a dónde ir.
2. Tristeza e ira
Después te invade la melancolía. Las canciones, películas y pequeños detalles absurdos te devuelven al pasado. Estás aferrándote a tus recuerdos.
Entras en un bucle pesimista en el que afirmas que “jamás volverás a encontrar el amor” o que “no te quieren ni las cucarachas”. Pero, pronto todos estos recuerdos dolorosos se tornan en ira e incluso, en algunos casos, en “sed de venganza”.
“Tanto la ira como la rabia son períodos mezclados. Cuando llega la ira, llegas incluso a cuestionarte y hacerte preguntas como: ¿ha sido real todo lo que he vivido o me han estado engañando desde el primer momento?, ¿es que no he sido capaz de ver las señales?, ¿me he montado una historia propia? Eso es duro, pero hay que pasarlo”, indica Molero.
Cuando una relación se rompe, se vive siempre como un fracaso”
En esta etapa es cuando tratas de sacar todos los defectos posibles a tu ex y te deshaces de aquello que te ha regalado, incluso quemas sus fotos.
“Esta ira no se mantiene, con el tiempo todo vuelve a su lugar. La rabia es un mecanismo de defensa para salir adelante y darte impulso y reestructurarte en el cambio y poder cerrar esa historia”, explica la experta.
3. Euforia y estabilidad
Un día te despiertas y toda esa tristeza e ira previas dan paso a un subidón de energía. Te crees capaz de todo y no puedes parar de hacer cosas. Atrás se quedan los días de apatía y comienzas a ponerte metas.
“Es cuando aparecen las ‘parejas de transición’, que suelen ser parejas con las que no te quieres implicar emocionalmente. Estas en el punto “yo paso de sentimientos”. No deja de ser otro mecanismo de defensa”, matiza Molero.
Cuando menos te lo esperas, la tristeza y la ira dan paso a un subidón de energía”
“Si previamente no has hecho ese periodo de reestructuración y de reflexión, de estar un tiempo solo como para darte cuenta de qué ha pasado, o hacia donde vas, es muy probable que la próxima pareja que encuentres sea muy parecida a la que has dejado y con la que no ha funcionado”, continúa la experta.
Tras este estadio, encuentras la calma y ves las cosas desde otro punto. Incluso, puede que haya llegado el momento en el que puedas establecer una relación de amistad con tu ex.
Cuando eres quien ha dejado la relación”
Siempre se habla de lo mal que lo pasa alguien cuando le dejan y a quien toma la decisión se le atribuye un “camino de rosas”. Pero, esto también puede ser un paseo plagado de espinas.
1. Aceptación y valentía
No es fácil aclarar tus ideas y darte cuenta de que ya no sientes lo mismo por la otra persona. A veces hay quienes, para protegerse, entran en un estado de frialdad para no dejar pasar las emociones y poder hacerlo más fácil.
“Todo el mundo tiene resistencia al cambio, a no ser que sea una situación horrorosa. Tomar una decisión que no sea de vida o muerte, no es fácil, nos cuesta mucho. Mucha gente tiene miedo al cambio porque piensa que lo que viene puede ser peor”, explica la sexóloga.
Al final, tomas la decisión y te armas de valor para expresar lo que sientes. Es entonces cuando eres oficialmente “el malo de la película”.
2. Culpa
Esta nueva condición de “villano” puede desencadenar un terrible sentimiento de culpa, generar dudas sobre si has hecho o no lo correcto y, si además mantienes contacto con la otra persona, esto puede multiplicar los remordimientos.
“Básicamente, la persona que deja es la que se suele sentir más culpable a no ser que esté muy quemado, pero se siente entre culpable y liberado. Un sentimiento muy ambivalente”, aclara Molero.
3. Liberación y euforia
Por fin llega la calma. Te has quitado un peso de encima y logras respirar tranquilo. Vuelves a ser dueño de tu vida, tu tiempo y tus decisiones sin contar con nadie más.
Entonces llega la euforia. Al igual que la experimenta quien cura sus heridas de abandonado, también la siente quien ha tomado la decisión. Es importante -para llegar a esta liberación y euforia- darte cuenta que no tienes toda la culpa. Las relaciones se acaban.
“La euforia tiene que ver con haber llegado a tomar esa decisión. De haberte enfrentado a tus miedos. Cuando ya lo has conseguido y te sientes liberado, recompensado y con tu autoestima alta porque has sido capaz de conseguirlo”, concluye la experta.
A pesar de estas fases, según Molero, es bueno que todos pasemos por un período de luto o “lavado” en que seamos capaces de analizar qué ha pasado o por qué ha fracasado la relación, tanto para ser capaces de ver las cosas positivas como para “no tropezarnos con la misma piedra”. Y, después de esto, la vida sigue.