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Sí, ¡sí puedo vivir sin ti!

Relaciones de pareja

Aferrarse a una relación por apego es todo lo contrario a vivir un amor genuino y maduro

Las rupturas pueden ser dolorosas sobre todo si somos personas inseguras

proud_natalia / Getty Images/iStockphoto

A veces las cosas en el amor, como en la vida, no salen bien y las relaciones se acaban. Es cuando sentimos –o no entendemos–, que, a pesar de estar muy enamorados las cosas no funcionan. Y duele, duele mucho. Creemos entonces que no podremos vivir sin esa persona que lo es todo para nosotros, y sólo tenemos ganas de tirarnos en el sofá y comernos una tonelada de helado, mientras escuchamos compulsivamente I will always love you de Withney Houston. Esto en el mejor de los casos.

Pues bien, la buena noticia –aunque pueda sonar mala– es que lo que sentimos en estos casos probablemente no tenga nada que ver con el amor, sino con algo muy distinto que es el apego. La teoría sobre el apego explica que “todo ser humano necesita estar vinculado a otras personas que sean percibidas como incondicionales y duraderas”, explica Judit March,doctora en Psicología clínica. En este sentido, “los modelos de vinculación aprendidos durante la infancia con nuestros padres van a ser vitales en la edad adulta, porque van a determinar la forma en qué vemos el mundo y cómo esperamos que este se comporte con nosotros” añade.

Todos necesitamos vincularnos a persona que percibimos como incondicionales y duraderas”

Judit MarchDoctora en Psicología clínica

Por eso el apego está más relacionado con la seguridad que con el amor, y “las personas con un apego inseguro serán las que más dificultad tengan a la hora de romper con su pareja, pues tienen mucho miedo a estar solas y son dependientes emocionalmente”, dice la psicóloga Ariadna Esteve.

Del mismo modo, “las que tienen un apego seguro no tendrán dificultad para romper una relación, pues a nivel emocional saben realizar una muy buena gestión. Y las personas evitativas tenderán a no tener relaciones afectivas, y a preferir relaciones esporádicas donde no es necesario apegarse al otro a nivel emocional”, añade Esteve.

Cuando decimos que una relación no nos da lo que queremos quizá proyectamos necesidades no cubiertas por nosotros mismos”

Sara SalaPsicoterapeuta humanista y psicopedagoga

A menudo, cuando vivimos una relación de forma insatisfactoria, como algo que “no nos da lo que queremos”, estamos dando a entender que la asumimos “desde el cubrimiento de necesidades no satisfechas por nosotros mismos. Que se concibe la pareja como objeto, no como un sujeto libre que no tiene que satisfacer nuestras necesidades. Así que habrá que preguntarse por el grado de responsabilidad que tenemos ante ello, y cómo proceder, ya que esta situación se puede seguir viviendo con otras parejas, e ir desechando unas relaciones y empezando otras con la ilusión o fantasía de pedir al otro lo que no nos estamos dando a nosotros mismos”, explica la psicoterapeuta humanista y psicopedagoga Sara Sala del Centre Terapeutic Psico-Holistic d’Orientació Humanista.

Pero por suerte, “el apego no es algo inamovible y lo podemos cambiar a lo largo de la vida. Uno de esos momentos es cuando empezamos una relación afectiva con alguien, aunque no es una tarea fácil”, explica esta psicóloga.

Hollywood ha vendido un modelo de enamoramiento basado en el dolor y el sufrimiento que ha calado en muchas personas

baona / Getty Images/iStockphoto

Por contra, “lo esencial del amor o del enamoramiento es la búsqueda del otro, el contacto, la proximidad”, dice Judit March. En cambio, la psicóloga Emma Ribas explica que el enamoramiento es un estado de “idealización y atracción hacía a otra persona en la que solemos proyectar nuestras necesidades, mientras que el amor se construye día a día, através de la comunicación, la confianza, la empatía y el respeto”.

Por desgracia, hay gente que vive instalada en el modelo del amor romántico que tan bien ha vendido Hollywood. Ese amor que cuesta, e incluso ese amor que duele, pero según todas las expertas consultadas ese no es un amor sano ni auténtico.

El amor romántico nos hace creer que el amor genuino es el que duele y el que cuesta, y no es así

“Primero nos alcanza el enamoramiento o amor romántico. Cuando este se desvanece, llega la realidad que el ego quería disfrazar, proyectando ilusiones en el otro, pudiendo crear frustración y desilusión (“ya no eres el del principio...”, “has cambiado...”), que en función de nuestro nivel de maduración personal, a posteriori, sabremos cocinar o no en un amor maduro y genuino”, dice Sala.

Por lo tanto, se podría considerar que estamos enamorados de alguien si somos capaces de relacionarnos de forma sana con esa persona, y en cambio, si nos cuesta dejar a alguien que no nos aporta bienestar “se puede considerar que estamos aferrados y que nos están condicionando aspectos personales que sería aconsejable trabajar a nivel psicológico”, dice Gemma Tió, psicóloga responsable de Coincidence.

Las personas con un apego inseguro serán las que más dificultad tengan a la hora de romper con su pareja”

Ariadna EstevePsicóloga

En este sentido, “sería aconsejable ver qué aspectos de nosotros mismos están manteniendo esa situación, ya que seguramente nos han influido en todas las relaciones que hemos tenido e incluso seguramente han marcado nuestras elecciones de pareja”, añade Tió.

Después del enamoramiento puede sobrevenir la frustración y la desilusión sino sabemos transformarlo en un amor maduro

Petar Chernaev / Getty Images

Todos estos son aspectos que, por ejemplo, tienen en cuenta algunos servicio s que ayudan a las personas a encontrar pareja, donde pasan “un test para averiguar el tipo de apego que tiene la persona. Esto nos ayuda a poder prever las dificultades que se pueden presentar, y nos da una indicación de cómo podemos ayudar a resolver lo que hasta ese momento no le ha funcionado a cada uno. También nos ayuda a unir a las personas que puedan tener más compatibilidad. Si una persona tiene tendencia a ser más dependiente no le presentaremos a alguien con miedo a la proximidad emocional”, explica Tió.