Loading...

La vida en un campo de refugiados

Refugiados

Las personas que viven en campos de refugiados pueden estar años esperando hasta que consiguen el permiso para establecerse en un nuevo país

El campo de refugiados de Zaatari acoge a decenas de miles de sirios que han huido de la guerra. Hoy en día es la cuarta ciudad más grande de Jordania.

Tom White/PA / Tom White/PA

Cientos de miles de personas obligadas a desplazarse viajan por Asia, África, América o Europa, cansados pero con ganas de encontrar un nuevo hogar. Lo han dejado todo para vivir en mejores condiciones, aunque no saben dónde podrán establecerse ni cómo subsistirán.

En principio, la migración y la permanencia en un campo de refugiados es una situación temporal. Sin embargo, los trámites para solicitar asilo o protección internacional pueden alargarse durante años.

Como consecuencia, los campos de refugiados se convierten en el hogar de miles de personas de todas las edades, que se esfuerzan por seguir sus vidas con normalidad. Los más pequeños continúan sus estudios en las escuelas de campaña gestionadas por las ONG, mientras los adultos colaboran con los cooperantes o crean mini negocios con los que seguir adelante.

Según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), una persona obligada a desplazarse puede pasar una media de 17 años en un campo de refugiados hasta que puede regresar a su país o obtener permiso para establecerse en uno nuevo.

La llegada al campo

A pesar del cansancio y el hambre del viaje, los refugiados tienen que superar varios trámites administrativos cuando llegan al campo. Sin esta documentación, no podrían instalarse en estos espacios.

Una vez dentro, reciben productos básicos: mantas, jabón, agua… Las familias se instalan en tiendas de campaña o pequeñas casetas prefabricadas (a veces tienen que montarlas ellos mismos). Con el paso del tiempo, van decorando estos espacios como si fueran su propia casa.

Las organizaciones que levantan estos campos han tenido que negociar previamente con las autoridades del país de acogida. Los gobiernos suelen ofrecer terrenos en malas condiciones, ya que son los únicos espacios que están disponibles.

El reparto de la comida genera mucha ansiedad. Cada día se distribuyen miles de kilos de alimentos, pero no siempre hay raciones suficientes para todos: a veces, los refugiados deben esperar durante horas en colas que se hacen interminables.

Lo mismo sucede con los servicios sanitarios. Con suerte, los refugiados tendrán un centro de salud por cada 2.000 personas, con pocos médicos que no dan abasto. Las medidas higiénicas también son escasas: una letrina por cada veinte usuarios.

En los campos más grandes, que funcionan como pequeñas ciudades, los refugiados visitan cada día las oficinas de las ONG e instituciones internacionales para hacer un seguimiento de su petición de asilo. Si llega el visado que tanto esperan, podrán entrar en algún país desarrollado que les ayude a olvidar el infierno que han vivido.

Información elaborada en colaboración con la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna-URL

Infórmate de todo en Junior Report | Castellano | Català | English