Otoño en Madrid. Día de cielo azul velazqueño y ruido, mucho, mucho ruido político. Y en la Mercè, un torero de Montcada i Reixac, Serafín Marín, hacía el paseíllo en Las Ventas, ocho años después de su última vez allí.
En el 2002 tomó la alternativa en La Monumental, donde toreó y triunfó muchas tardes, y, cuando tocó, llevó su compromiso de los ruedos al Parlament en su defensa de la tauromaquia en Catalunya y también con reivindicaciones tan llamativas como hacer el paseíllo, precisamente en Las Ventas, con barretina por montera y senyera a modo de capote de paseo.
Por eso, que Serafín Marín volviera a Madrid, doce años -menos un día- después de aquella tarde, Mercè del 2011 en La Monumental en que (junto a Juan Mora y José Tomás) salió a hombros del gentío que los llevó en procesión laica por las calles de la ciudad en fiestas pero ya sin toros, tenía un plus emocional añadido. Aunque, me temo, muchos de los que ocupaban los tendidos venteños – algo más de un tercio de aforo cubierto ¿dónde está afición?- o no conocían la historia o tanto les daba.
En la Mercè del 2011, en La Monumental, el diestro catalán salió a hombros
Para la ocasión se anunciaba un cartel encabezado por el diestro catalán con el albaceteño Rubén Pinar y el madrileño Gómez del Pilar, en Corrida Concurso de Ganaderías, festejo en el que el orden en la lidia y en particular el tercio de varas adquieren una dimensión especial.
De Partido de Resina era el que suponía el regreso a Madrid de Serafín Marín. Y de primeras susto cuando el toro no obedeció a su capote y se le vino encima. Luego meció la verónica y la media de remate tuvo su aquel. Se puso en largo al toro -las corridas concurso así lo requieren- que tomó dos puyazos apenas señalados pues el animal adoleció de fuerzas, tirando a inválido.
Así las cosas y como el usía decidió mantenerlo en el ruedo y pese a la nobleza en las embestidas y que Serafín muleteó con templanza y gusto, en especial por el pitón izquierdo a la faena le faltó emoción. Aún así y dos pinchazos previos a la estocada, Serafín recogió desde el callejón cariñosos aplausos.
De Peñajara el cuarto, muy serio, ensabanado y de aparatosa cornamenta. Y, de nuevo, magnífico toreo a la verónica del diestro de Montcada i Reixac. Tomó el de Peñajara un buen primer puyazo, empujando con fijeza al peto; el segundo encuentro se lo pensó pero luego acudió con alegría y, a petición de Serafín Marín, apenas recibió castigo, para así entrar por tercera vez, que para eso estábamos en Corrida Concurso.
Señaló el picador en lo alto y fuese entre ovaciones. Como también saludaron tras banderillear con mérito Marcos Prieto y Diego Valladar. Con el público expectante, barruntando que podían pasar grandes cosas , Serafín brindó desde los medios, pero… El toro no quiso en ningún momento aceptar el envite, ya desde el inicio de faena y dejó a todos frustrados, Serafín Marín el primero.
La estocada, entrando en rectitud, puso punto final a la muy seria actuación de Serafín Marín en sus dos toros. No hubo triunfo pero sí la sensación fundada de que merece volver a contar en los despachos.
No hubo triunfo para Marín pero sí la sensación fundada de que merece volver a contar en los despachos
El de Samuel Flores, primero del lote de Rubén Pinar, flacucho, cornalón y sin fijeza en los capotes, mostró mansedumbre llegados al tercio de varas. Condición que se manifestó aún más llegados al último tercio, en forma de embestidas sin entrega, pasando, cuando lo hacía, por pasar. Con buen criterio, Pinar abrevió, también con la espada.
De José Escolar el quinto, al que algunos protestaron de salida vaya usted a saber por qué. Le correspondía a Rubén Pinar y los dos primeros tercios fueron un puro desorden. En la muleta, remiso el toro a la hora de embestir, Pinar extrajo, a base de buena colocación, algún natural de trazo largo, pero sin continuidad.
El de Escolar, cada vez más parado, no dio la mínima opción y Pinar, cariacontecido, se fue a por la espada. Gómez del Pilar lidió en su primer turno el de Victoriano del Río (sustituto del anunciado de La Palmosilla) que no era precisamente un dechado de belleza. Como tampoco lo fue la suerte de varas.
Pero si fueron bellas un par de trincheras de Gómez de Pilar en la apertura de faena. Muleta en la derecha, buen pulso y mando en series en redondo que el toro tomó con codicia. Los naturales, largos y mandones, subieron el diapasón, también cuando de nuevo por el pitón derecho hilvanó una serie de magnífica expresión, muy jaleada. Faena de premio, que la espada se llevó, pero la ovación final así lo reconoció.
Grandullón el de Pedraza de Yeltes que cerraba festejo, segundo de Gómez del Pilar. En varas tomó dos puyazos en regla y cuando todos esperaban un tercer encuentro con el caballo, el usía cambió el tercio y los aficionados -que haberlos, haylos- montaron en cólera. Tanto, que cuando el torero brindó al cónclave, siguieron con las protestas.
Hincado de rodillas en el tercio, corrió la mano en una serie en redondo que cambió el panorama y resonó la ovación. Más aún cuando, ya de pie, el toro embistió con entregada nobleza y Gómez del Pilar supo llevarlo largo.
Cuando cambió de pitón el acople llegó con intermitencias pero con tres soberbios muletazos finales de serie. Con el toro ya a menos, Gómez del Pilar tomó la espada, que aunque entró entera resultó defectuosa y la petición de trofeo quedó en nada. No así el comportamiento del toro, muy ovacionado en el arrastre.