El obispo auxiliar de Barcelona pide perdón a una víctima del caso Jesuitas
La lucha contra los abusos
La reacción del Arzobispado coincide con la presentación de otra denuncia contra Francesc Peris
El obispo auxiliar de Barcelona, David Abadías, se reunió este lunes con una de las víctimas de los abusos del colegio Jesuïtes Casp de Barcelona, a quien pidió perdón en nombre de la Iglesia de Barcelona y de la Conferencia Episcopal Española. La reunión con V., médico, de 71 años, que denunció en estas mismas páginas los abusos que sufrió por parte de tres religiosos de este centro, duró cerca de una hora.
V., que está casado, acudió a la biblioteca de la planta baja del Arzobispado junto a su pareja. El obispo Abadías, que además es doctor en historia de la Iglesia, elogió su denuncia pública de los hechos. “Ha hecho lo que tenía que hacer”, le dijo y animó a otros a seguir su ejemplo. También le pidió perdón por el sufrimiento que ha experimentado con unas palabras que su interlocutor considera “empáticas, cordiales y dialogantes”.
La reacción del Arzobispado coincide con la difusión de una nueva denuncia contra el jesuita Francesc Peris, a quien un antiguo alumno ha acusado de abusos sexuales ante la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Gavà. La denuncia no tendrá repercusión penal alguna, puesto que los hechos ya están prescritos, pero confirma el daño que religiosos indignos de su condición hicieron a algunos de sus alumnos y a la institución.
V. formuló una primera denuncia pública en el 2014. No tuvo respuesta por parte de la Iglesia ni de la Compañía de Jesús, a pesar de que su nombre es sobradamente conocido en esta congregación religiosa (un tío materno fue un respetado jesuita destinado en Bolivia). El pasado día 25, La Vanguardia volvió a hacerse eco de su caso. Ese mismo día, V. se puso de nuevo en contacto con el Arzobispado. La reacción fue esta vez inmediata.
Fuentes eclesiásticas mantienen reserva sobre el encuentro, pero V. y su pareja salieron muy satisfechos de la cita, aunque el primero dice seguir “muy molesto con los Jesuitas y sin comprender todavía su silencio”. El propio obispo Abadías le pidió permiso, y lo obtuvo, para actuar como intermediario ante la congregación y lograr un acercamiento. “El tiempo dirá cómo acaba todo esto”, sostiene esta víctima de abusos infantiles.
V. dedujo de la entrevista que el bufete Cremades & Calvo Sotelo, encargado por la propia Conferencia Episcopal para auditar los casos de pederastia, ya ultima su informe. Y también que la Iglesia es proclive a pactos extrajudiciales en ciertos casos, “financiando, por ejemplo, la atención psicológica”. La auditoría, en cualquier caso, se ha visto precedida por la guía que aprobaron los obispos para perseguir a los pederastas.
El obispo auxiliar de Barcelona comentó este documento con sus invitados de la biblioteca y les explicó que los autores de tales delitos se enfrentan, además de a la justicia ordinaria, a la eclesiástica, que les puede retirar los honores, impedir el ejercicio de su ministerio e incluso suspender a divinis, es decir, “prohibir el ejercicio de todo acto del poder de las órdenes que obtuvieron por órdenes sagradas o por privilegio”.
Uno de los momentos más emotivos de la reunión se produjo cuando V. sacó su álbum de fotos y mostró el retrato de un niño en su primera comunión, “la viva imagen de la inocencia”. Era él. Los abusos, le dijo al obispo, “comenzaron pocos meses después de esta fotografía”. La reunión comenzó a las 17.30 horas y acabó casi una hora más tarde. V. salió a la calle liberado de un peso, con la sensación de un malestar desencallado…
Otra sensación de liberación, pero de liberación del miedo del pasado, fue la que experimentó E., de 59 años, tras acudir a los Mossos d’Esquadra. Se ha puesto a disposición de “todos los medios de comunicación que lo crean oportuno, dando la cara, con nombres y apellidos. Sin iniciales, sin voces distorsionadas. Es necesario un cambio de paradigma y no somos las víctimas las que nos hemos de esconder. Ya no tengo miedo”.
Sin embargo, por coherencia con el resto de denunciantes y hasta su primera comparecencia pública con luz y taquígrafos, La Vanguardia ha preferido seguir refiriéndose de momento a él solo con una inicial. Ni el propio E. se imagina hasta qué punto su caso representa a tantas personas. Hasta hace poco, no se había atrevido a denunciar los abusos que sufrió en su infancia porque pensaba que no había nadie más en su situación.
Me siento gravemente perjudicado por este jesuita y por la institución que no me protegió cuando era menor”
Tenía miedo de que no le creyeran, pero se animó a romper su silencio cuando vio las primeras noticias sobre Francec Peris y la carta que 234 exalumnos hicieron pública para exigir transparencia al colegio. E. estudió en los Jesuïtes Casp entre 1970 y 1982. Le sorprendieron las maneras y la vestimenta de Francesc Peris, como han señalado otros exalumnos. Tenía fama de progre y no vestía con el rigor de otros jesuitas.
Su verdadero carácter, según su denuncia ante los Mossos, se reflejaba en la casa de colonias de los Jesuitas de la localidad gerundense de Viladrau. En la piscina, en las tutorías, en el dormitorio comunal, donde E. elegía siempre la litera más alejada de la puerta para evitar las visitas nocturnas del religioso. Es todo tan triste y tan crudo que mejor es releer la denuncia, que figura al comienzo de esta crónica.
Es muy habitual que las víctimas de abusos sexuales (mucho más si son menores de edad) se sientan bloqueadas ante sus agresores. Y también que tengan sentimientos de culpa, de vergüenza, como si los culpables fueran ellos (“¿Ves lo que me haces hacer?”, le decía a Alejandro Palomas el hermano de la Salle que abusaba de él cuando era niño). Eso explica que personas como E. tengan miedo de hablar con sus padres.
E. suspendió muchas asignaturas y sostiene que las notas dependían muchas veces de plegarse o no a la voluntad de Francesc Peris. Pese a su mal expediente escolar, se graduó en la universidad y hoy en día es un reconocido profesional, aunque ha de ir a “psicoterapia desde hace 18 años”. Ahora ha dado un paso más en su rehabilitación. Ha denunciado los hechos y sabe que no es el único, que no esta solo. “Ya no tengo miedo”, repite.
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