Desde que llegó a la presidencia del PP, Alberto Núñez Feijóo sabe que tiene un problema en Catalunya. Si quiere llegar a la Moncloa, necesita introducirse en una sociedad que se le ha resistido a su partido durante cuarenta años, salvo en momentos muy concretos. La autonomía del PP en Catalunya siempre ha sido inexistente. Es un satélite de la central de Génova y, como tal, su estrategia está supeditada sin matices a los intereses del aspirante a la Moncloa. Por eso es relevante que Feijóo no haya apartado a Alejandro Fernández como candidato a la Generalitat, aunque no lo considere la persona adecuada para ayudarle a conquistar a parte de la sociedad catalana. La asignatura sigue pendiente, pero Génova va a colocar ya las minas para una futura voladura que le garantice que su delegación catalana responderá a sus directrices cuando sea conveniente.
Las formas de Feijóo son más cautas que las de otros antecesores, pero el objetivo de controlar el apéndice catalán del PP es igual de férreo. Para comprobarlo hay que remontarse años atrás...
Aleix Vidal-Quadras, flagelo del nacionalismo pujolista, logró en 1995 con su acerado discurso uno de los mejores resultados de los populares en el Parlament: 17 diputados. Pero José María Aznar necesitó los votos de CiU y Jordi Pujol pidió su cabeza, servida en bandeja por Génova para colocar a Alberto Fernández Díaz, quien apoyó a CiU en contrapartida.
Para lograr su mayoría absoluta, Aznar fichó para su gobierno a Josep Piqué. Sobradamente preparado, de talante moderado y catalanista, ofrecía a Catalunya una imagen del PP que sedujo a sectores de la clase media y que proporcionó a Aznar un resultado electoral espléndido en esa comunidad, pasaje de primera para alcanzar la Moncloa ya sin muletas parlamentarias. Para rematar la jugada, Piqué fue enviado a Barcelona, con el objetivo de erosionar a CiU. Pero el PP catalán no despegó. En 2003 obtuvo 15 diputados.
La reforma del Estatut se cruzó en el camino de Piqué. Eso y Ángel Acebes. El dirigente catalán era partidario de negociar el Estatut en el Parlament, pero no le dejaron. El PP se embarcó en la recogida de firmas contra la norma. Acebes no entendía al ex ministro. ¿Cómo era posible, por ejemplo, que la web del PPC estuviera solo en catalán?, se preguntaba. El secretario general acabó por forzar la dimisión de Piqué, con la pasividad (¿a alguien le extraña?) del jefe, Mariano Rajoy.
Génova ha sondeado sin éxito a personas de la sociedad civil catalana para encabezar la lista
Acebes colocó a Daniel Sirera, un hombre de partido. Pero Rajoy, superado el congreso de Valencia de 2008 en el que se deshizo del aznarismo, situó a Dolores de Cospedal como secretaria general. Cospedal y Alicia Sánchez-Camacho habían coincidido en la embajada de Washington enviadas por el ministro de Trabajo Javier Arenas. Así fue como Sirera fue desplazado por Sánchez-Camacho, que logró el mejor resultado del PPC (19 diputados) con un discurso moderado y que enseguida se dispuso a apoyar al gobierno de Artur Mas en minoría. Duraría poco ese idilio porque enseguida el líder de Convergència se embarcó en el procés y Ciudadanos emprendió el vuelo, dejando a los populares atrás, muy atrás.
Ni la candidatura de Xavier García-Albiol, un fenómeno electoral en Badalona, consiguió frenar la caída, que fue clamorosa con su sucesor, Alejandro Fernández (3 diputados). Si hay algo que no se perdona en Génova al PPC no es solo un mal resultado, sino que se levante la voz contra el presidente del partido. Es justo lo que ha hecho Fernández. Consciente de que Feijóo tenía en mente su relevo desde el primer momento, se erigió en defensor de las posiciones más duras contra el independentismo para blindarse.
Los tanteos de Génova con Junts después de las elecciones generales le han ido de perlas a Fernández. Si era apartado, se convertía en víctima del independentismo. Anatema. El PP ha contactado desde Madrid con figuras de la sociedad civil catalana a las que ha propuesto encabezar la lista al Parlament, sin éxito. Génova ha comprobado estos días la dificultad para involucrar de forma pública a personas relevantes en Catalunya por más que compartan su ideario. Ese fiasco junto a la resistencia de la eurodiputada Dolors Montserrat a volver de Bruselas llevaron a Feijóo a dejar las cosas como están.
Alejandro Fernández será el candidato, pero en otoño podría haber un relevo en la presidencia del PPC
Bueno, no exactamente. Fernández será candidato, pero la lista la hará Génova, es decir, el grupo parlamentario del PPC se controlará desde Madrid. Es el primer paso. El siguiente paso será el congreso del partido en otoño, donde Génova deberá decidir si aúpa a Dolors Montserrat como presidenta del PPC, aunque Fernández se mantenga en el Parlament.
Pero, ¿qué busca Feijóo para su partido en Catalunya? Según Génova, Junts se ha alejado de la centralidad que un día representó Convergència y ahí ven un hueco a ocupar. La receta es un programa económico dirigido a la clase medias catalana, con rebajas impositivas incluidas, arropado por un lenguaje menos agresivo en las cuestiones identitarias. Feijóo siempre ha expresado su admiración por Piqué. Pero el PP no aplicará esta segunda estrategia hasta haber reducido al máximo el riesgo de fuga a Vox. Solo cuando la ultraderecha no aparezca como un partido útil para sus potenciales votantes, podrá permitirse Génova modular el discurso territorial. Ese momento no ha llegado. Pero tanto si llega como si no, es esencial para Feijóo tomar las riendas del PP en Catalunya.