La puerta de atrás

Análisis

La puerta de atrás

La amnistía se puede conceder en A o en B. Mediante una ley o por la puerta de atrás. El PSOE solo la puede conceder mediante una ley, que va a ser difícil de aplicar porque tiene en contra a la alta magistratura y a casi todo Madrid DF. El Partido Popular la podría conceder disimuladamente por la puerta de atrás, mediante una progresiva modulación de actitudes políticas, agresividades periodísticas y procesos judiciales. Como es sabido, el PP dispone de los mecanismos necesarios para llevar a cabo esa corrección de partitura. Hace ya unos años se pasó del “Pujol enano habla en castellano” al catalán en la intimidad en un plis plas, sin que nadie tosiera.

Esta vez costaría mucho más, porque la fractura ha sido muy dura. Es difícil, pero no imposible. Se moderaría de inmediato la ofensiva mediática contra los independentistas. Se les dejaría tranquilos en el Parlamento Europeo y en un plazo de cuatro o cinco años, los procesos judiciales aún abiertos se irían extinguiendo. Se archivaría sin mucho ruido la investigación sobre terrorismo, que no conduce a ninguna parte. Se volvería a archivar el expediente Rusia. Las condenas no serían muy altas y podrían solventarse mediante indultos personales.

Asustado por Galicia, Feijóo está quemando mucha pólvora

A cambio, Junts rompería la legislatura, obligando a los socialistas a convocar elecciones. Mantendrían su programa de máximos (independencia) y desplegarían un programa de mínimos cada vez más pragmático, con una fuerte interlocución con el Partido Popular en los temas económicos. Vox hostigaría ese nuevo paisaje, pero el Partido Socialista no podría boicotearlo.

Podría ser un buen plan, y Esteban González Pons inició en agosto trabajos de exploración. “Junts es un partido cuya tradición y legalidad nadie pone en duda”, dijo el vicesecretario general del PP, y todo el mundo quedó boquiabierto. En ámbitos más restringidos, González Pons afirmaba que era llegado el momento de saltar la muralla y mirar al otro lado. Cinco meses después, Alberto Núñez Feijóo y su círculo califican a Junts de “terroristas” y “fascistas” e incluso hablan de disolverlos. Las elecciones en Galicia parece que se presentan bastante inciertas, y la consigna ahora es ahogar a Vox. En este punto estamos. Núñez Feijóo se juega el cuello en Galicia el próximo 18 de febrero, e Isabel Díaz Ayuso se halla en tensa espera, a punto para saltar sobre la presa si sale debilitada de la cita electoral,

La puerta de atrás existe. Todo el mundo lo sabe. Su existencia fue certificada en noviembre del 2018 por el senador Ignacio Cosidó Gutiérrez, ex director general de la Policía, en aquel célebre mensaje en WhatsApp en el que afirmaba que el principio de pacto para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, con el juez Manuel Marchena en la presidencia de la cúpula judicial, le iba a asegurar al PP el control “por detrás”, de la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Aquel pacto se rompió y ayer en Bruselas se empezó a negociar sobre el control de la puerta trasera con la mediación del comisario Didier Reynders.

Ignacio González Pons y Alberto Núñez Feijóo, en una imagen reciente en el edificio del Senado

Esteban González Pons y Alberto Núñez Feijóo, en una imagen reciente en el edificio del Senado

Dani Duch

La elasticidad de las dos derechas, la española y la catalana, es innegable, pero el plan B presenta hoy algunas lagunas. ¿La derecha política española podría calmar ahora la sed de venganza de importantes segmentos del aparato del Estado después de calificar de terroristas a los independentistas? Feijóo se juega mucho en Galicia y quizás haya ido demasiado lejos. Transmite miedo.

La puerta de atrás nos conduce a un breve relato de Franz Kafka titulado La ley y el guardián. Un hombre llega hasta un guardián y le pide ser admitido por la Ley. El guardián responde que no le puede permitir la entrada. El hombre pregunta si podrá entrar más tarde. “Es posible”, responde el guardián, advirtiéndole que dentro hay más guardias. El hombre espera y espera. Pasan los días, pasan los años. El hombre envejece, enferma y cuando está a punto de morir, le pregunta al guardián: “Cómo es que en tantos años nadie más que yo ha pedido entrar”. Y el guardián le responde: “Esta entrada sólo estaba reservada para ti. Ahora la cerraré y me iré”.

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