De sudar los votos al 'colorín, colorado'

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La pregunta del millón es si Junts hará un recorrido hacia el pragmatismo como el realizado por ERC

Sánchez, junto a sus ministros Montero y Bolaños, el pasado martes en el Congreso.

Sánchez, junto a sus ministros Montero y Bolaños, el pasado martes en el Congreso.

EFE

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Al menos hasta la votación del martes pasado en el Congreso, Carles Puigdemont opinaba que el PSOE no podía dejar de aprobar la ley de amnistía. Por tanto, Junts tenía margen para presionar hasta forzar los cambios que cree que blindan la norma ante las actuaciones de algunos jueces. Después de que el PSOE se plantara esta semana, los dirigentes de Junts se muestran conciliadores para reconducir la negociación porque, al fin y al cabo, tampoco Puigdemont se puede permitir tan fácilmente que la amnistía no vea la luz.

Así que lo más probable es que en las próximas semanas ambas partes retoquen de forma somera el texto para aprobarlo. Pero lo ocurrido supone un punto de inflexión en este convulso comienzo de la legislatura que abre muchos interrogantes sobre su viabilidad.

La memoria es frágil, pero hay que recordar que los inicios de la relación del PSOE con ERC tampoco fueron sencillos. Los republicanos viraron el barco después del 2017, no sin ciertas dificultades. De hecho, Pedro Sánchez aprovechó un portazo de ERC para convocar elecciones por primera vez. Fue en 2019, cuando los republicanos rechazaron votar los primeros presupuestos, pese a que eran unas cuentas expansivas tras años de austeridad. Después, Gabriel Rufián desplegó una retórica muy dura durante bastante tiempo y se abonó a aquello de ”los votos de ERC se sudan…” hasta llegar a hoy, cuando las relaciones y la confianza entre ambas partes están engrasadas, más allá de las lógicas diferencias políticas.

¿Puede recorrer Junts un camino similar? Ése era el anhelo de Sánchez. En la entrevista que La Vanguardia publicó el pasado domingo, el presidente del Gobierno aseguró que involucrar a Junts en la gobernabilidad de España es un paso que fortalece la democracia. Es cierto que ni Junts, como tampoco ERC, tienen como objetivo la gobernabilidad de España. No lo tenía ni Jordi Pujol. De otra forma, habría aceptado incluir ministros de su partido cuando se lo ofreció José María Aznar. Simplemente, participaron de esa gobernabilidad en interés propio, de sus votantes o como mucho del territorio en el que operan, en este caso Catalunya. Pero si alguien tiene muy poco interés en algo que no sea la independencia es Puigdemont.

Junts ya no puede criticar que ERC pacte con el PSOE, pero sí su forma de negociar

Para saber si Junts puede reorientar su estrategia como lo ha hecho ERC o no, hará falta paciencia y tiempo. Los dirigentes de la formación postconvergente necesitan explicar a los suyos (e incluso explicarse a sí mismos) que el viraje que no están siguiendo exactamente los mismos pasos que ERC, una vía que han criticado con acritud durante seis años. Ya no pueden reprocharles que apoyen a los socialistas que en su día avalaron el 155, puesto que ellos han investido a Sánchez. Pero sí pueden subrayar que ERC no sabe negociar, que se dejan tomar el pelo, mientras que Puigdemont sí que pone firmes nada menos que al gobierno del Estado.

En la Moncloa se venía gestando la idea de darles un aviso desde la tortuosa convalidación de los decretos anticrisis. Sánchez en persona dio la orden de plantarse el pasado martes y no hacer más concesiones a Junts. Podría haber sido en otra votación, pero el presidente eligió, para lanzar su advertencia, el asunto que más preocupa al independentismo como es la amnistía. Aunque Junts tumbara esa ley, Sánchez no piensa convocar elecciones. Quiere dejar claro que no es Puigdemont quien tiene el botón rojo, sino él.

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Algún ministro le recomendó después de la investidura que se olvidara de los presupuestos del 2024 y se volcara directamente en los de 2025 para no tener que negociar dos veces con los independentistas. Pero Sánchez quería mantener la línea de la pasada legislatura, cuando logró aprobar cada año las cuentas. Ahora contempla esa posibilidad. Se trataría de imprimir un ritmo más lento y está por ver si eso facilitaría la relación con Junts.

Pero lo que más desgasta al PSOE no es solo lo que pueda arrancar Puigdemont (aún está por ver en qué queda el traspaso de la inmigración), sino la forma como Junts vende la relación, como una constante humillación al Gobierno. Y será difícil que esa dinámica cambie, al menos a corto plazo. Junts seguirá practicando una versión dura de aquel “pasar por el aro” o “darle la vuelta como a un calcetín” que un día Pujol dedicó al PP. Y que ahora Jordi Turull resume con la amenaza al PSOE de que si no cumplen con sus expectativas, “colorín colorado”.  

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