Los dos grandes partidos mayoritarios en España, el PSOE y el PP, viven cada vez más condicionados por sus socios que le dan apoyo. Estos últimos días han sido especialmente clarificadores de la compleja aritmética que da tan mala vida a socialistas y populares en los diferentes parlamentos. Ayer nos referíamos en esta sección al preacuerdo entre PP y Vox en la Comunidad Valenciana, que supone que Carlos Mazón se entregue en brazos de la formación de Santiago Abascal y asuma sus compromisos en política migratoria y sobre la agenda verde europea a cambio de su apoyo. Aragón y Murcia pueden correr la misma suerte, ya que los gobiernos regionales del PP necesitan los votos de Vox para poder aprobar los presupuestos. Sin embargo, la dirección de los populares no se mostró especialmente contrariada por recurrir a los votos de la ultraderecha. O al menos eso es lo que quisieron aparentar sus portavoces.
Sánchez y Núñez Feijóo, en el Palacio de la Moncloa la semana pasada
La situación de los socialistas es mucho más complicada. El
bloque que invistió a Pedro Sánchez no da señales de querer provocar su caída y que se produzca un adelanto electoral, pero es muy difícil para el Gobierno conjugar tantos intereses diferentes de todo este gran magma de partidos que le apoya. El último frente que se le ha abierto es la necesidad de aumentar las partidas en defensa, siguiendo la doctrina del rearme europeo que preconiza Ursula von der Leyen. La oposición de sus socios a que se aumente estas partidas de gasto hace que el Gobierno tenga dificultades de llevar este debate el Congreso por temor a ser derrotado. No está claro que el PP, partidario en Europa de la mayor inversión en defensa, le vaya a socorrer en una votación en el Congreso. Hasta Sumar, que es socio de coalición, apoyará el jueves una moción del Bloque Nacionalista Galego contraria al plan de la UE. Es posible que Sánchez pueda aumentar el gasto militar sin pasar por el Congreso. Es legítimo, pero es dudoso desde el punto de vista ético.
PSOE y PP están en manos de sus socios. La única alternativa que tendrían sería pactar entre ellos, pero, en el caso del Congreso, las circunstancias de la investidura de Sánchez –presidente pese a no ser la lista más votada– hacen que sea una opción difícil de aceptar para los populares.
