Europa está atribulada. Lo que provoca una doble reacción. Primera, la de los europeos que se sienten orgullosos de serlo y creen que la UE es el proyecto político más brillante del último siglo, por conformar una sociedad abierta que respeta los derechos humanos y a las minorías, y defiende la pluralidad y la libre circulación de ideas. Segunda, la de los europeos que creen que Europa es una sociedad moral y políticamente decadente, debilitada por ser un mosaico de estados, y que carece de estructuras y fuerza para seguir el ritmo de los futuros actores políticos globales.
Reproduzco lo que escribí tras la crisis financiera del 2008: que no era una crisis del mercado (de instituciones), sino una crisis de mercaderes, o sea, de maneras de hacer, de personas, que habían abandonado sus principios y valores. Y lo mismo sucede hoy en Europa: lo que falla son las personas, los europeos, que, adormecidos por un bienestar que creen que les es debido, relativizan los viejos principios y valores, tienen unas decrecientes ganas de trabajar, priman sus intereses personales por encima de los generales y, por tanto, carecen de sentido de pertenencia a Europa como ámbito de solidaridad.

Hace tiempo que los europeos somos así. Por eso escribí un viejo artículo titulado “Pilatos era europeo”. Me reitero en lo que dije entonces: que Pilatos y los europeos solemos lavarnos con frecuencia las manos. Por eso, los europeos se las lavaron en 1936, al permitir –gracias al Pacto de No Intervención– que los españoles nos matásemos durante tres años en una guerra de pobres. También nos las lavamos en Yugoslavia, alcanzando el colmo de la ignominia en Srebrenica, donde un batallón holandés nos representó a todos en la masacre por los serbios de 8.000 bosnios musulmanes. Y hoy nos las lavamos en Ucrania, ayudando sin asumir costes personales.
Una anécdota lo corrobora. Hacía pocos días que Rusia había invadido Ucrania. Asistía en Madrid a la conferencia de un político español que es un tipo decente, inteligente y echao p’alante . Durante la cena posterior, dije que si de verdad se quería haber evitado la guerra, lo que la OTAN debería haber hecho, cuando los servicios secretos norteamericanos anunciaron una invasión inminente, era destacar cien mil soldados en la frontera ruso-ucraniana, para decir a los rusos “aquí estamos”. ¡La que se armó! Como dicen en Tudela, “la de Dios es Cristo”. Y yo quedé a medio camino entre un exaltado y un imbécil. ¿Somos los europeos unos cobardes? No, solo pasa que estamos amorcillados por la buena vida.
El futuro de Europa se decidirá pronto en Ucrania: si planta cara a Rusia o se arruga
Cuando la primera guerra del Golfo, España destacó fuerza (terrestre y naval) a la zona de conflicto. Aún había servicio militar obligatorio, y los padres de unos marineros que iban en las dotaciones de las fragatas implicadas obtuvieron audiencia de su presidente autonómico, con intención de pedirle que intercediera para librar a sus hijos de esta misión. El presidente, hombre culto con talla política y notorio coraje, intentó disuadirles. Cogió un papel y, con la ayuda de un dibujo, les dijo: “Los buques navegarán hasta aquí; mientras que el fuego enemigo alcanzará hasta aquí; dense cuenta de que sus hijos corren más riesgo una noche de viernes yendo en moto a una discoteca que en esta expedición”. A lo que una madre respondió: “No, señor presidente, no, porque si mi hijo se mata yendo a la discoteca será porque él lo ha querido, mientras que si muere en campaña, será porque lo han querido otros”. No había respuesta. Esto también es Europa.
La civilización europea, fundada en la filosofía griega (la razón y la ciencia), el derecho romano (la libertad y la propiedad) y la teología cristiana (el sermón de la Montaña), ha alcanzado las más altas cotas de la cultura universal, concretadas en los derechos humanos, el Estado democrático y social de derecho y la economía de mercado. Pero quizá los europeos de hoy, ahítos de derechos individuales, no seamos capaces de defender nuestro legado. El futuro de Europa se decidirá pronto en Ucrania: si planta cara a Rusia o se arruga. No debe ceder.