Memoria para no callar

Resulta difícil no hablar de Trump si lo que se pretende es tratar de algún tema de actualidad. Más simplemente aún: la actualidad en todo el mundo está en lo que dice y hace el presidente Trump. Cada día nos despierta con una nueva amenaza, advertencia, condena o declaración contundente cuya finalidad es –o lo parece– inquietarnos, alarmarnos o, como mínimo, trastornar nuestro estado de ánimo. Y, sin ninguna duda, esto es lo que el personaje se propone; no es ni casual ni fruto de improvisación; todo está programado, pensado y queridamente ejecutado en tiempo y forma conveniente a los intereses de Trump y su equipo.

U.S. President Donald Trump disembarks Air Force One as he arrives in Daytona Beach to attend the Daytona 500 race, in Daytona Beach, Florida, U.S. February 16, 2025. REUTERS/Kevin Lamarque TPX IMAGES OF THE DAY

 

Kevin Lamarque / Reuters

El silencio como respuesta ya no es posible. Sería una simple pérdida de tiempo; una forma poco inteligente de debilitar aún más las posiciones que Trump quiere castigar e, incluso, derribar. Ciertamente, a veces no es inteligente responder a las provocaciones del adversario. El tiempo, muy a menudo, resitúa los problemas y las tensiones, pero, en este caso, no. Para Trump el silencio es el reconocimiento de su victoria. El silencio, para él, es el lenguaje de la derrota que él impone a los que pretende castigar. Es decir, a todos los que no quieran aceptar que es Trump y solo Trump el que ha de dirigir el futuro de nuestro mundo. “Yo mando, y los demás, a callar”; y así el silencio de los otros es el reconocimiento de su claudicación. Ya no se puede callar. ¡Hay que expresar en voz alta y fuerte que no!, que no se acepta lo que se pretende imponer. Que esto puede tener costes, seguro. Pero que la historia nos demuestra que el silencio acobardado está siempre en el origen de los grandes traumas de la humanidad. Vaya, que Europa no puede dejar a Ucrania a la suerte del señor Trump compartiendo gloria con Putin. Que el mundo libre no puede tolerar que se quiera convertir Gaza en un gran casino, construido sobre las cenizas de una guerra feroz. Que los aranceles no son la expresión ni de libertad ni de progreso. Que la miseria de muchos no puede ser el precio de ningún orgullo patriótico. Hay que decir que este camino no puede contar ni con la conformidad ni con la complicidad silenciosa del mundo libre, con una Europa comprometida con la defensa de los valores que le han dado vida.

El silencio tiene demasiado regusto de complicidad; hay que hablar, hacer de la palabra la vía de la libertad

Estos días se ha recordado aquí el pensamiento de Federico Mayor Zaragoza. Y hemos recordado que definía el silencio como un delito, y la memoria, como un deber. La combinación de las dos afirmaciones, poéticamente expresadas, tiene hoy una fuerte actualidad. La memoria nos acerca a los errores pasados que no queremos repetir. Y el silencio tiene demasiado regusto de complicidad como para poder asumirlo. Hay que hablar, hacer de la palabra la vía de la libertad. El silencio no se rompe solo para gritar, también se demuestra discrepando, no teniendo miedo a expresar la disconformidad; proponiendo alternativas; sentirse orgulloso de no someterse al dictado del miedo. Ahora nos conviene, como europeos, preservar nuestra identidad, hecha de valores a los que no queremos renunciar. Dialogar para acordar, para aprender y vivir el respeto de la diversidad, la diferencia.

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Miquel Roca Junyent
New York (United States), 10/01/2025.- Supporters of US President-elect Donald J. Trump hold a giant banner outside of New York Criminal Court during Trump's sentencing hearing in New York, New York, USA, 10 January 2025. Trump, who appeared at the sentencing virtually, was convicted in 2024 of 34 felony counts of falsifying business records related to payments made to adult film star Stormy Daniels during his 2016 presidential campaign. (tormenta, Nueva York) EFE/EPA/JUSTIN LANE

Europa, sé fuerte; ¡sé tú! Nuestra paz, la memoria nos lo dice, no se escribe con p de Putin. Y Trump ha de saberlo. Hay que hablar para hacérselo saber. Ciertamente, nos corresponde asumir más responsabilidades directamente y no depositarlas en el esfuerzo de EE.UU. La paz, lo sabemos, tiene un coste. Pero no es paz la que da la victoria al que ha provocado la guerra. Ni es paz la que niega el derecho de tantas y tantas personas. No nos confundamos: la paz sin dignidad no es paz. No queremos, los europeos, que nuestro silencio nos haga cómplices de la pérdida de la libertad de los que confían en nosotros. Es difícil olvidar el precio que Europa ha pagado a lo largo de la historia cuando lo aceptó. Casualmente, ahora también se ha celebrado una conferencia en Munich para hablar de seguridad y paz. La memoria nos recuerda que precisamente fue en Munich donde se celebró una conferencia parecida, justo antes de empezar la Segunda Guerra Mundial. ¿Casualidad? Quizás sí; ¡pero no menospreciable!

Trump quiere imponernos su visión del mundo. La respuesta no es ni el insulto ni la descalificación personal. Es, simplemente, decir que no la compartimos. Y que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que sus propuestas no prosperen. ¿Todo es demasiado crítico? No lo parece. Pero, en todo caso, la memoria no nos permite el silencio. Memoria, sí, pero para no callar.

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