Gary Hart podría haber sido presidente de EE.UU. Se lo impidió la publicación de una foto con la joven Donna Rice sentada en su regazo, ambos sonrientes tras una placentera travesía en yate. La prueba fotográfica de su infidelidad matrimonial, que antes había negado, le convirtió en persona no fiable y le apartó de la carrera por la nominación demócrata, que por entonces, en mayo de 1987, encabezaba.

Matt Gaetz, elegido por Donald Trump como fiscal general de EE.UU., abortó esta semana su nombramiento después de que el Congreso desvelara sus pagos por servicios sexuales a varias mujeres, incluida una menor de 17 años. Pero otros sujetos seleccionados por Trump para su dream team gubernamental siguen adelante: desde Robert F. Kennedy jr., antivacunas propuesto como secretario de Salud, que metía mano a la canguro de su prole, hasta Elon Musk, anunciado director del Departamento de Eficiencia Gubernamental, que pagó 250.000 dólares a la azafata de un jet privado para evitar su demanda por agresión sexual. ¡Vaya prueba de eficiencia!
EE.UU. rechazó en 1987 a quien escondió un ligue y ahora aúpa a un agresor reincidente
Esos historiales, y los de otros padres de la patria in pectore, palidecen comparados con el del propio Trump, que acumula al menos 26 denuncias de mujeres por violación, por tocamientos no consentidos, por mirar bajo sus faldas o por colarse en un camerino lleno de adolescentes desnudas, participantes en un concurso de belleza.
Lo de Hart fue un lío extramatrimonial, seguramente no aplaudido por su esposa, pero sí por Rice. Lo de Trump, convencido de que la fama le habilita para hacer con las mujeres lo que le dé la gana –incluso “agarrarlas por el coño”–, y que luego lo niega todo, es otra cosa. Y debería bastar, en tiempos de feminismo, #MeToo y Gisèle Pelicot, para privarle del voto de las mujeres y de los hombres estadounidenses. Pero el 2024 no se parece a 1987. Pese a sus fechorías, Trump será investido presidente por segunda vez el día 20 de enero.
Preguntas del millón: ¿por qué la sociedad de EE.UU., que cuatro decenios atrás descartó a Hart por tratar de esconder un ligue, elige ahora a un agresor sexual reincidente y fanfarrón como Trump? ¿Tiene final esta regresión ética?