Un día de esgrima

FUTUROS IMPERFECTOS

Un día de esgrima

Los miércoles en el Congreso empiezan con la sesión de control al Gobierno, en la que, más que contrastar nada, los diputados asisten a un pimpampum entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, donde cada semana sube un poco más el desprecio de uno al otro (y del otro al uno) como si este país fuera un cuadrilátero y la política un combate entre dos púgiles que pugnan por tumbar al rival. Al final no gana nadie, porque las preguntas de Feijóo no se corresponden a las formuladas por escrito, ni las respuestas de Sánchez se ajustan a las cuestiones que le plantea el jefe de la oposición. Todo ello culmina con el líder del PP pidiéndole que se vaya, a lo que el presidente del Gobierno le responde que se va a quedar hasta el 2027, así que se le va a hacer largo al aspirante.

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Fernando Alvarado / Efe

Pero en la sesión de ayer hubo un momento interesante, porque era nuevo y resultó tenso pero comedido. Como un combate de esgrima. Fue cuando intervino Gabriel Rufián (ERC), que advirtió al presidente que ahora no cuela que Feijóo pacte con Puigdemont para presentar una moción de censura, “pero algún día colará”. Sánchez le reprochó que resulta contradictorio su entendimiento con las fuerzas progresistas y la votación del lunes en que los republicanos hicieron presidente de la Cámara catalana a un miembro de Junts.

Sánchez y Rufián hicieron movimientos de ataque y defensa sin hacerse daño

En esgrima, hay un movimiento que es de parada-respuesta, en el que se bloquea el ataque con la espada en fondo para poder responderle al rival con un paso adelante. Eso es lo que hizo Sánchez. Rufián resultó tocado, pero solo lo justo, para poderle decir que, tras acordar con Junts la presidencia del Parlament, lo que ahora les tocaría es facilitar la investidura de Salvador Illa. No hubo contraataque, el portavoz de ERC sabe que los mosqueteros tenían claro cuando el combate había terminado y llegaba el momento de envainar la espada.

Rufián advirtiendo a Sánchez que no se fíe de Puigdemont, porque es un político de derechas, no concuerda con el regalo que ERC le acaba de hacer a Junts en Catalunya. Claro que la historia nos recuerda que los republicanos se angustian en las encrucijadas. Alguien debería regalarles un GPS. O quizás baste con una brújula.

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