Los resultados de las elecciones europeas favorecen que Salvador Illa sea el próximo presidente de la Generalitat, aunque la política catalana siempre es capaz de sorprendernos. El PSC ha ganado cinco elecciones consecutivas, las últimas tres en menos de un año. Por contra, el independentismo está en caída libre. Los catalanes no le compraron a Carles Puigdemont el 12-M el relato de la restitución, pues Junts quedó a siete diputados y a 200.000 votos de Salvador Illa, que además superó a ERC en 22 escaños y 450.000 votos. El independentismo pasó a estar en franca minoría en la Cámara catalana. Pero, aun así, Puigdemont ha intentado a la desesperada que los republicanos le voten a él y que los socialistas no lo hagan a sí mismos en el debate de investidura, lo que parece un cuento surrealista de Monterroso.
Y Puigdemont sigue empeñado en ello, por ridículo que parezca, después de que en las elecciones europeas el PSC le haya dado otro revolcón mayúsculo, consiguiendo un 30,6% de los votos, mientras los independentistas se dejaban por el camino la mitad de los apoyos recibidos hace cinco años. Junts ha pasado de tener tres europarlamentarios a disponer de solo uno. O por decirlo con palabras de Toni Comín “casi dos”, que es una manera como otra de engañarse, después de perder un cuarto de millón de votos. El porcentaje de votos independentistas en las europeas del domingo es el 32,8% del total. ¿No habrá llegado el momento de retirarse al rincón de pensar, hacer una profunda autocrítica y dejar gobernar al político más votado?
El independentismo debe ir al rincón de pensar y hacer una profunda autocrítica
Falta saber qué va a hacer ERC, cuyo presidente Oriol Junqueras deja el cargo circunstancialmente para regresar en unos meses como el general Douglas MacArthur. La única ventaja es que no tendrá que soportar las presiones de Junts para que bloquee la investidura de Illa en busca de una repetición electoral, como si eso no condujera al naufragio final. Puigdemont intenta ganar tiempo como si fuera el director de la orquesta del Titanic, sindarse cuenta de que el trompetista tiene el instrumento lleno de agua y el pianista saca burbujas por la boca. Este país lo que necesita restituir es el sentido común de una puñetera vez.