Ocasión para la concordia

Ocasión para la concordia

El punto esencial del pacto del Congreso ha sido el reconocimiento institucional de la lengua catalana (y de las demás lenguas territoriales) en los parlamentos español y europeo. Bienvenido sea, pues pone claramente en valor la riqueza cultural de España. Los contrarios a esta medida sostienen que, “puesto que todos nos entendemos en castellano”, no hay ninguna necesidad de complicar con traducciones la comunicación entre diputados. Pero tal argumentación olvida la dimensión simbólica de las lenguas. Si diputados que representan a los hablantes habituales de unas lenguas pueden usarlas en el debate público, estos hablantes se sienten abrazados e incorporados.

Franciscà Armengol cromo presidenta del Congreso de los Diputados Pedro Sanchez Yolanda Diaz Paxti López

 

Dani Duch

¿Cuesta entender qué significa para un hablante que su lengua sea reconocida en toda su dignidad? Quizás este pacto ayude. Pero también puede que fomente más, si cabe, el rechazo de muchos españoles de buena fe, educados en un uniformismo simplificador e intolerante, a unas lenguas consideradas espurias, secundarias, molestas, prescindibles, irrelevantes.

Pese a la Constitución, pese a la vacía retórica institucional, durante estos 40 largos años de democracia, el peso histórico de la tradición uniformista no ha sido transgredido. La cultura española, verbalizada por los medios de comunicación, ha tendido a problematizar las medidas de protección de la lengua catalana (discutibles, por supuesto, aunque siempre democráticamente impulsadas). 

La situación actual no es la del franquismo, porque las leyes son otras, pero la incomprensión, la incomodidad y la problematización de las lenguas no castellanas persiste.

¿Qué significa para un hablante que reconozcan su lengua simbólicamente?

Esta columna no habla, por falta de espacio, de la problemática a la que se enfrenta el catalán en el presente ni de la vivencia de los castellanohablantes en Catalunya. Solo de la pluralidad lingüística en España. La educación en el respeto de esta pluralidad y la institucionalización formal de las lenguas es un mandato constitucional que estaba por desplegar. ¿Se puede hacer contra los millones de españoles que PP y Vox representan? ¿Es muy tarde para intentarlo? En medio de la insomne crispación y la polarización siempre creciente, no será fácil. Pero debe intentarse. Cada batalla que pierden la intolerancia y el simplismo es una oportunidad para la concordia.

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