Ante un año electoral

Ante un año electoral, he aquí lo que pienso:

1) Se han formado en España dos bloques antagónicos e irreductibles, que –según la terminología dominante– se suelen identificar así: la extrema derecha (o, en corto y por derecho, “los fascistas”) y el bloque o “coalición progresista”. El bloque de las izquierdas hace tiempo que ganó la batalla del lenguaje, razón por la cual la extrema izquierda no existe. Se trata de una nueva geometría hecha a la medida: solo hay extremo a la derecha.

2) En estas circunstancias, es imposible el diálogo entre ambos bloques, dada la fuerte radicalización de ambos. En realidad, ninguno de los dos bloques quiere el diálogo, sino solo imponerse sobre el otro, al que no considera como un adversario con el que pueda llegarse a un acuerdo o, por lo menos, a un simple apaño, sino como un enemigo que batir, al que se niega el pan y la sal: el “otro” es la encarnación del mal, mientras que “nosotros” somos un dechado inmaculado de sublime virtud democrática.

3) Este enconamiento se proyectará progresivamente en las relaciones personales entre los ciudadanos, por lo que resulta aconsejable no entrar ya en el debate político. Es una pérdida de tiempo y una fuente de polarización social creciente. Hay que preservar la frialdad en el análisis y la prudencia en la acción.

Pleno del congreso

 

EMILIA GUTIÉRREZ

4) Pero sí se debe fijar claramente la propia posición, sin descalificar la contraria y sin entrar nunca en confrontación. Es decir, todos tenemos la obligación moral y cívica de decir en público lo mismo que decimos en privado. Así lo hago yo ahora en los siguientes términos:

a) Clara percepción de estar en una crisis sistémica del régimen del 78 (monarquía incluida), iniciada hace ya algún tiempo, que es deliberadamente provocada por una parte de las fuerzas políticas y es vista sin alarma por un amplio sector de la población.

b) Lamentable pérdida de confianza en todos los partidos políticos, sin perjuicio de que puedan renovarse en aras del interés general al que se deben y al que han defraudado con pertinacia y de un modo manifiesto.

c) Censura del persistente “filibusterismo” practicado por el Partido Popular para impedir la renovación institucional.

Es previsible que España supere la crisis partidaria que padece

d) Censura, por inconstitucional, de la “ingeniería legislativa” ha­bitual del Gobierno, que ha alcanzado su clímax recientemente.

e) Censura de la extralimitación del Tribunal Constitucional, al aceptar unas medidas cautelarísimas solicitadas hace poco por el PP.

f) Defensa sin reservas del Estado de derecho como concreción jurídica de la democracia representativa, único sistema de gobierno concebible a estas alturas de la historia.

g) Compromiso con la más exigente recuperación de la memoria histórica, compatible con el rechazo frontal a su deliberada instrumentalización revanchista.

h) Firme convicción de que esta crisis de régimen desembocará en un desenlace traumático que, sin ser como antaño, si será gravemente lesivo para los intereses generales de España y de la mayoría de los españoles. Los políticos nos están llevando al enfrentamiento. Hay que reprochárselo.

Los políticos nos están llevando al enfrentamiento. Hay que reprochárselo

5) Habrá que esperar a que se celebren las elecciones generales para que pueda producirse una reacción del cuerpo social, es imposible anticipar su alcance y sentido. Ojalá esta reacción se encarne en un movimiento de impulso en el seno de los actuales partidos, que promueva su necesaria regeneración.

6) España es un buen país, en el que la nación es, afortunadamente, mucho más fuerte que su Estado. Es previsible, por tanto, que España supere la crisis partidaria que padece, se sobreponga una vez más a los errores de sus dirigentes y, de la mano de unos líderes con autoridad moral, recupere la senda del consenso y la concordia.

7) Como en todo tiempo de tribulación, no queda más remedio que abrazarse a la ley, que a todos nos hace libres y a todos nos iguala. Y, como tantas veces he repetido, debemos proceder con la ley como marco, la política como tarea y el diálogo como instrumento. Sin una mala palabra, sin un mal gesto y sin una mala actitud. Pero conscientes de la extrema gravedad de la situación.

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